Soneto a solas y otros poemas

RITA GEADA

Soneto a solas

Era como existir de otra manera

o sorprender un raro paraíso.

Salvada perfección y acaso era

como un resol extraño e impreciso.

 

Era un desasimiento en lo impalpable

con la garganta en sedas oprimida,

un habitar de pronto lo inefable,

un transitar lo eterno en esta vida.

 

Era un algo profundo, un prodigioso

color que se estremece, llora y canta:

perfumado rumor que se levanta.

 

Era un algo sutil y misterioso,

un alado latir, fiesta intangible.

Estrenada emoción indescriptible.


Doblemente desterrados

Volvemos los ojos consternados

y de pronto el desfile.

La pared que se espesa.

¡Hasta cuándo!

¿Hasta cuándo dar manotazos inútiles en el aire?

si esta humedad encenegada que nos rodea,

si estas moles corrosivas y corruptas,

que aquí y ahora se alzan desafiantes,

para recordarnos que existieron desde siempre,

son demasiado espesas,

demasiado frías,

demasiado vilmente sedimentadas

para las débiles manos de orfebres,

para los escasos rostros buceadores de amor

de nosotros, los proscritos,

los doblemente desterrados.

 

Ciudad barroca

En el claroscuro de Venecia.

En esa luz que de fina se difuma en Venecia.

En su atmósfera añeja ceñida al ritmo de las aguas,

revivida por puentes y húmedos palacios de antaño

donde como lánguida flor duerme el misterio.

En las sutiles y oscuras grietas de moles bizantinas,

simulacro de lo eterno, enmohecidas por el tiempo

donde ya Byron ni Wagner

ni D´Annuzio ni Mann

ni Stravinsky ni Pound

reflejarán más sus tristezas.

En el trayecto de volutas, leones alados

y enjambres de vivas palomas,

abierto en San Marco, hundiéndose hacia el centro.

En las gráciles siluetas tocadas de nostalgia,

mitológicas aves de un espacio líquido,

en que una tarde paseamos por canales y vericuetos

escuchando del gondolero su voz de antiguos destellos.

En la danza macabra de la piedra y el agua,

del agua y la piedra

en su rumor demorado que acaricia el oído,

hay un no sé qué de funestos presagios

de ciudad que agoniza sin que triunfe la muerte.

Hay un pálpito de belleza volcada al naufragio.

Espejeante ciudad de agua alucinante y sola.

Nave anclada en el tiempo. Salvada por el arte.

Rescatada de un sueño,

¡Oh ciudad en naufragio!

Desafiando a la muerte.

 

Esa lluvia de fuego que nos quema

El tiempo, esa lluvia de fuego que nos quema,

arrastra lo vivido, sedimenta memorias,

transforma los mirajes,

la realidad transforma,

los sueños los desliza por manantial de espumas

hasta el despeñadero o hasta anclarlos en puertos.

 

Lloramos lo inviolado, lo que labios aprietan,

la dicha breve siempre en medio del tumulto

de los días diarios, esparcidos al viento,

al viento del olvido, espacio de la nada,

morada de cenizas.

 

Y el tiempo corre y fluye,

la vida lo alimenta,

lo alimenta la muerte que en sus brazos nos lanza

para avivar su llama cual si leños.

Nos va quemando lento, muy dentro nos consume,

esperanzas y faros va alejando, cegando las estrellas.

Es el tiempo quien dicta la última palabra.

El tiempo,

esa lluvia de fuego cernida que nos quema.

 

Espejo de la tierra

En el juego de las formas cambiantes

aparecemos

y desaparecemos

sobre el gran espejo de la Tierra.

Contempladores y (o) contemplados,

amantes y (o) amados,

deseantes y (o) deseados

según la trama esté dispuesta.

 

Con los ojos vendados buscamos afanosamente

la otra parte, la mitad original

perdida en las tinieblas.

Las imágenes se doblan y desdoblan.

Se encuentran o, a veces, creen encontrarse

para desaparecer luego.

 

Los espejos se multiplican

como en las correspondencias gnósticas,

“lo que es arriba es abajo”

O “así en la tierra como en el cielo”.

Lo que “es” rechaza siempre lo que no “es”.

 

Así, lúcidos o ciegos,

avanzamos por los días y las noches,

respirando el aire

de las variadas formas y colores,

integrándonos al proteico juego de las metamorfosis.

Andamos,

               volamos,

                              giramos,

                                             nadamos

y lanzados somos

sobre el inmenso espejo de la Tierra

que señala la aventura humana,

persiguiendo siempre la unidad perdida.


RITA GEADA (Cuba). Doctora en Filosofía y Letras por la Universidad de La Habana. Profesora, por concurso nacional de 1959, en el Instituto Pre-Universitario de Pinar del Río, hasta su salida, en 1961, hacia la Universidad de Buenos Aires, con beca de la O.E.A., para investigaciones de Filología y Estilística. De Argentina a Estados Unidos en 1963; revalida estudios y se dedica a la docencia por tres décadas: catedrática de español y sus literaturas en Southern Connecticut State University, New Haven, con un año asociada al Centro de Humanidades de Yale University. Al jubilarse como Profesora Emérita de S.C.S.U. se radica en Miami Beach. Primer “Faculty Scholar Award” de SCSU en 1973, beca “Cintas” para escritura creativa, 1978. En España: el premio internacional “Carabela de Oro”, Barcelona, por Mascarada, 1970, y el “Luys Santa-Marina- Ciudad de Cieza”, Murcia, por Espejo de la Tierra, 2001. Su obra poética ha sido analizada y aparece, desde temprano, en antologías internacionales y en traducciones al italiano, francés y portugués en revistas europeas. Incluida en diccionarios críticos y en historias de la literatura cubana, también en inglés (XX Century Cuban Literature) y en la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos. Ha colaborado en múltiples revistas, dentro y fuera de los E.U.A. con poemas, ensayos, trabajos sobre diversos autores, y con cuentos reunidos en el libro Antes de que cambie la marea, 2013. Invitada como autora y conferencista en congresos, universidades, ferias del libro y festivales en los EE.UU., Canadá, en países latinoamericanos, España y Grecia. Poemas suyos, traducidos por Donald Walsh, aparecen en The American Pen y en Latin American Literary Review y en dos antologías bilingües de poesía latinoamericana, por Mary Crow y cubana por Lori Carlson y Oscar Hijuelos. (Ver Bibliografía). LIBROS: Además de los antes mencionados tiene publicados: Desvelado silencio, La Habana, 1959; Ao romper da aurora (Pulsar del alba), bilingüe. Lisboa, 1963; Cuando cantan las pisadas, Buenos Aires, 1967; Verizonte, New York/Madrid, 1977; Esa lluvia de fuego que nos quema, Madrid, 1988; Poemas de New England, Connecticut, 1996; Y el mar sigue batiendo, Buenos Aires, 2004 y los cuadernillos: Poemas escogidos, bilingûes al francès, Niza, 1969, y Poemas de San Armadans, Mallorca, 1977 y el libro Antes de que cambie la marea, Miami, 2013.

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