Lo que tengo y otros poemas

ROLANDO R. CARMENATES

LO QUE TENGO

Vengo a entregar lo único que tengo al amparo fecundo del surco de sol

donde la semilla primordial y pura engendra su coraza viril para vencer las plagas.

Vengo a derramarme en las veredas,

a seguir las trazas del buey y la carreta, la voz raigal de los arrieros,

su canto seminal y duro que lava las llagas de la tierra. Vengo a perseguir la bota del pastor,

la hez de su huella en los senderos, el misterio del becerro pródigo

en las fauces del lobo.

Vengo a separar mis cifras del amasijo de las máquinas,

a distinguir mis pasos por los rumiantes puentes, sueños de distancia. Ando fugitivo de hecatombes,

temeroso de una sala de hospital.

Me oculto del sabio, ajeno a la modorra del ministro, la sombra de sus dedos en el teclado diligente.

Vengo a entregar lo único que tengo:

este racimo de palabras en fruta que susurro,

que grito,

que blasfemo:

carbones encendidos que se me atragantan,

signos

que me llevan y me traen,

que me gobiernan.

No tengo nada más y es lo que ofrezco. Ahora querrán triturarme

las mandíbulas,

cercenarme

la lengua,

especular con mis dedos

y mi mente,

mas no me callaré:

si prohiben la luz de mi palabra,

se filtrará por las rendijas de la celda, por el drenaje del verdor salvaje,

por los cimientos de los túneles del aire, fecundará el tímpano inconforme

hasta estallar en todas las gargantas. Vengo a arriesgar lo único que tengo:

mi voz,

mi sueño,

mi esperanza.

LO INEFABLE

No hablaré de la suavidad de las gaviotas, aeroplanos de mínimas burbujas,

sereno vuelo a ras de mar.

No hablaré del picotazo en la cresta de la ola, del pez de plata en el titilante mediodía,

su último sol clavado en las pupilas.

No hablaré del alcatraz y su plumaje descarnado, de su bolsa de misterios: un reloj de oro,

tres perlas azules, dos más, negras,

el anillo de amor de unos casados, tres avergonzados langostinos

y el cangrejo de impedir las fugas.

No hablaré del pelaje monocorde de los osos, ni del lobo majestuoso atisbando en la colina,

ni del aullido del coyote en la fría sequedad de la planicie. No hablaré del húmedo lagarto entre la hierba, del sinuoso destino de la prófuga culebra en el desierto.

No diré una palabra de los invictos lanceros de la niebla, sus punzantes colmenas,

ni del tibio ejército de hormigas de fuego que se disputan los despojos del alacrán, aguijón suicida en su vientre de amor.

No hablaré tampoco de las nubes, ni de este cielo azul hasta el dolor, hasta el grito

esparcido en los vapores del eco por la suavidad de las gaviotas.

MAREA

Todo lo inunda esta marea

la sierra y sus valles temerosos la savia y sus raíces

el cartílago desnudo

la sangre dilatada.

Todo lo estrangula

corroe las almas su gélido rubor

y escruta el íntimo sangrar de los suspiros la angustia aquí en el vientre

la culpa congelada allá en los huesos

el sobresalto del espejo frente al miedo.

Babeante la mirada

articula con su lengua de venenos

¿qué dirá de mí y de mi fuerza?

¿qué dirá del sendero y de mis pasos?

¿qué destino trazará para mis ramas? El pavor de las ciudades carcomidas por su soberbia

digestión ácida y sucia

confunde la pared de nubes grises con un cielo sin ave en su trazado.

¡Y que no haya

un soplo que la despeje de estos horizontes!

¡Y que no haya

alguna fuerza pura que le imponga su barrera!

ESTA MI CASA ROTA

Está mi casa rota.

Las salamandras han hecho su escondite en los estantes y los libros son cenizas calladas de otra época

de una dimensión ajena distante

inefable.

Está mi casa rota.

En las gavetas señorean trazas ermitañas cucarachas audaces de los apagones pero hay en su penumbra

un respirar ausente de otros ámbitos una vida que no existe

en el aire triste y apagado de mi casa vacía. La ausencia ha invadido el territorio Beatriz no está, ya se ha marchado.

Busca casa nueva en aliento y amplitud. Nora acude de azul sólo los fines de semana y suelta fórmulas y canciones al espacio.

Sólo Beto y yo habitamos

junto a las hormigas y a las salamandras. Las cucarachas no.

Las cucarachas

se aplastan las insomnes madrugadas a golpes de sed y desaliento.

Está mi casa rota.

La soledad gime en las bisagras

y habría que cuidar los pocos muebles de la implosión de sus maderas.

En las alacenas y en el escaparate

un misterio de insectos trasnochados urde escapatorias de las telas de araña.

Y en el baño

entre sus frías baldosas de nostalgia

las bibijaguas eternizan su andar adocenado pacífico

lúcido en ritmo y precisión. Está mi casa rota.

Aquel refugio oloroso a orégano y a ají con su mesa de pródigos manteles,

es un fantasma pugnaz prendido a mis recuerdos.

ME DUELE ESTA CIUDAD

Me duele esta ciudad desde las vísceras

hasta el extremo del pelo y de la uña.

Su caudal de calles viejas

con sus quicios de dos o tres peldaños me lastiman el pudor de andar descalzo

y la herrumbre de sus sordos campanarios me salta de las córneas implacable.

El canto de mi infancia ya no ronda su arboleda de domingos

ni se desliza tromba divertida desde el tobogán más alto

para impregnar de arena sutil mis débiles tobillos.

El silbo de la sombra no se escucha en los sombreros vigías de luz en el atisbo de nubes soberanas.

¿Qué alimaña se tragó su gracia, su talento?

La vastedad del terror silencio impone al díscolo adoquín de los trasiegos aunque a veces lo transiten los suspiros de los sobrevivientes del naufragio.

El polvo es cortina en las vidrieras musgo en los vacíos mostradores y nadie sale ya si no es a dientes

para roer los despojos hasta el hueso. No puede esta ciudad contra el destino

que la rapta sin luz, sin esperanza.

¡Qué impúdica su piel!

¡Qué infiel su alma!

¡Cómo se arrastra sin gemir sin llanto apenas

sin borrar el hedor de su inmundicia con un vómito de horror en la borrasca!


Rolando R. Carmenates Marrero, (Camagüey, Cuba, 19 de noviembre de 1955) Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de La Habana en 1977. Trabajó como profesor de español y literatura en la enseñanza media y media superior en su ciudad natal y también como profesor auxiliar en el ISP José Martí de Camagüey entre 1981 y 1994. 

Escribe narrativa, poesía y crítica literaria, géneros en los que recibió premios y menciones en los diferentes concursos provinciales en los que participó, como el Esteban Borrero de cuento a y el Rolando Escardo de poesía. Desde 1994 está exiliado en Miami, Fl, USA. Aquí terminó en 2010 su novela “Os contempla orgullosa” aún inédita, y ha continuado escribiendo cuentos y poemas. Está terminando de escribir un ensayo crítico acerca de las novelas más recientes de Leonardo Padura. En Miami trabajó como profesor de español en varias escuelas privadas de la ciudad y se jubiló en el año 2023 al cumplir 68 años y 29 años de servicio como educador. 

 

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