Galán de noche
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ
Un héroe cuya única ambición es cultivar su jardín. Suena romántico. Y lo es. Aun cuando resulte inapreciable para algunos. En Villa Encantada impera la diversidad, como en el zoológico. Y a Dios gracias. En lo que a mí respecta, por ejemplo, el héroe es adorable mucho más por jardinero que por héroe. Si no fuera por lo que hace, por encima de lo que es o lo que fue, él y yo no habríamos sobrepasado nunca los límites del saludo habitual entre vecinos. También el galán de noche hizo lo suyo. Esas inflorescencias claras, de blancos o amarillos verdosos, brotando en racimos de muchos capullos que invaden el anochecer con su fragancia. Por ahí empezó todo. Hay olores ante los que la nariz no da abasto. Para disfrutarlos completamente se precisa además ver de dónde proceden. Tantear la fuente. Y ese requerimiento fue el que me aproximó aquella tarde a Galán de Noche, no sólo a la planta, sino al héroe que la cuida, y al cual mi hija ha bautizado irónicamente con el nombre de la planta. Recuerdo que esa vez descendí los dos tramos de escalera apremiada por la necesidad de conocer el origen de aquel efluvio tan exquisito que cada tarde colmaba nuestro apartamento en el segundo piso. Y allí los encontré, a la planta y al héroe sentado junto a ella, muy cerquita, para que ni una sola de sus cientos o miles de células olfativas quedara sin aspirar el aroma. Enseguida me trajo una silla, que yo acepté. Y puedo asegurar que desde entonces la existencia gravita para mí en torno a ese intervalo en que Galán de Noche aromatiza los crepúsculos. Mi hija me cuquea, entre celosa y sarcástica. Dice que el amor a los ochenta años es como sombrero para guillotinados. Qué sabe ella, la pobre, si apenas ha cumplido cincuenta. Aunque quizá no sea propiamente amor lo que nos une a él y a mí, por enamorados que estemos. Tampoco creo que para el caso valgan las denominaciones convencionales. Renacer cada tarde sobre nuestros despojos, sentados uno al lado del otro, compartiendo entre menudas confidencias el aroma de las flores, y degustando, poco a poquito, los vinos que él fabrica con ciruelas y frutabombas de su propia cosecha, eso, llámese como se llame, es lo nuestro. Fíjense que estoy hablando por los dos. Y con todo el derecho, puesto que él me lo ha dado al confesarme que no necesita mayor reconocimiento que el de mi compañía. Menos mal. Porque si alguna vez llegó a ser humus inspirador para el sueño de sus paisanos en Miami, el heroísmo de Galán de Noche ha quedado como letra muerta en la historia de los sesenta. No significa nada, o punto menos. Fue olvidado. Lo que no me parece malo por entero. Lo malo es que también lo subestime su hijo, a quien el héroe trajo para el exilio cuando era un niño y él apenas hacía tres o cuatro años que había salido de la cárcel, en Cuba, donde cumplió condena de veinte abriles por participar en una rebelión armada contra el régimen fidelista. Hoy el hijo es todo un yuma (o eso cree), abducido por el american way of life, así que apenas entiende la jerga de su padre. Luego, para colmo, dice ser alérgico al olor de los galanes de noche, aunque me parece un pretexto para justificar sus cada vez más espaciadas visitas al condominio. Hacía ya unos cinco o seis meses que no le veíamos el pelo. Por suerte. Pues en mala hora ha vuelto con el anuncio de que lo tiene todo arreglado para internar al héroe en uno de esos Nursing Home, suerte de purgatorios donde los viejos hacen parada antes de irse al infierno. Se me pone la carne de gallina al pensar en el desamparo de esas inflorescencias cuando no cuenten ya con la atención de su jardinero. Por no hablar del hado de los héroes, o de la baja estofa de sus hijos yumas. Amén de mis anocheceres, tan vacíos e inodoros sin Galán de Noche.
Adquiera el libro: https://a.co/d/bJMqgGo
El escritor habanero José Hugo Fernández ha publicado más de cuarenta libros, entre ellos, las novelas “Los jinetes fantasmas”, “Parábola de Belén con los Pastores”, “Mujer con rosa en el pubis”, “Florángel”, “El sapo que se tragó la luna”, “La tarántula roja”, “Cacería”, “Agnes La Giganta” o “El hombre con la sombra de humo”; los libros de relatos “La isla de los mirlos negros”, “Yo que fui tranvía del deseo”, “Hombre recostado a una victrola”, “Muerto vivo en Silkeborg”, “Villa Encantada”, “El frágil esqueleto de la noche” o “La novia del monstruo”. Los libros de ensayos y de crónicas “Las formas del olvido”, “El huevo de Hitchcock”, “Siluetas contra el muro”, “Los timbales de Dios”, “La explosión del cometa”, “Habana Cool”, “Rizos de miedo en La Habana”, “Una brizna de polen sobre el abismo”, “Nitzsche en el cachumbambé”, “La que destapa los truenos”, “La literatura no es un cohete nuclear”, o “Entre Cantinflas y Buster Keaton”. Fue periodista independiente en La Habana durante un cuarto de siglo. Reside actualmente en Miami.


 
              
             
             
             
            