Tres poemas de Joseph Brodsky

RICARDO SAN VICENTE

El explorador polar

Todos los perros devorados. En el diario
no queda una hoja en blanco. La foto de la esposa
se cubre de palabras a modo de rosario,
clavado en su mejilla el lunar de una fecha dudosa.
Le sigue la foto de la hermana. Tampoco la respeta:
¡se trata de la latitud alcanzada! Y, cada vez
más negra, por la cadera trepa la gangrena
como la media de una corista de varietés.

22 de julio de 1978

De "No vendrá el diluvio tras nosotros" (Antología 1960-1996)
Versión de Ricardo San Vicente

 

Carta a un amigo romano
                                                          (De Marcial)

Sopla el viento hoy, las olas se encaraman.
     Se acerca el otoño y trocará toda la vista.
Y, Póstumo, este mudar de tonos te llega más al alma
     que ver cómo se cambia de vestido la amiga.

De una doncella gozas hasta un punto cierro,
     que no supera el codo, la rodilla.
Cuánta más dicha en la belleza ajena al cuerpo:
     a salvo del abrazo, la perfidia.

*

Te mando Póstumo, estos escritos.
     ¿Y en la capital? ¿La cama te hacen blanda, o te resulta dura?
¿Qué es del César? ¿Sigue aún con sus intrigas?
     Con ellas sigue, imagino, y con su gula.

Me encuentro en mi jardín, arde una tea.
     Sin una amiga, sin siervos, sin afectos.
Y en lugar de los pequeños y grandes de la tierra,
     suena en concierto un zumbar de insectos.

*

Aquí yace un mercader de Asia. El mercader valía;
     era hábil, aunque fuera discreto.
Murió deprisa: de unas fiebres. A hacer negocio había venido
     y no, ciertamente, a acabar en esto.

Junto a él yace un legionario bajo un cuarzo grueso.
     Dio gloria al Imperio en la batalla.
¡Pudo caer tantas veces! Pero murió de viejo.
     Tampoco aquí, mi Póstumo, hay norma que valga.

*

Tal vez una gallina, en verdad, no llegue a ave,
     mas hasta con su seso te lloverán los palos.
Si por fortuna en tierras del Imperio naces,
     mejor que vivas junto al mar, en un rincón lejano.

Lejos del César, de fieros nubarrones,
     de la adulación, el miedo, la premura.
¿Que todos sus gobernadores, dices, son ladrones?
     Mejor quien roba que el que tortura.

*

Acepto esperar contigo que pase el aguacero,
     hetera, pero sin regateos de mercado:
cobrar de quien te está cubriendo el cuerpo
     es como reclamar las tejas a un tejado.

¿Tengo goteras, dices? Mas ¿y la prueba del delito?
     No he dejado charco alguno en mi vida.
Verás, el día en que encuentres un marido,
     como te dejará las sábanas perdidas.

*

Ya ves, ya hemos recorrido media vida.
     Como me dijo un viejo esclavo en la taberna:
«Mirando alrededor tan sólo vemos ruinas».
     Dura opinión, lo reconozco, pero cierta.

Estuve en las montañas. Un ramo aderezo con las flores.
     Un jarro he de hallar, llenarlo de agua fresca...
¿Por Libia cómo va, mi Póstumo, o dónde te encuentres?
     ¿Será posible que aún siga la guerra?

*

¿Recuerdas, Póstumo, la hermana que el gobernador tenía?
     Aquella delgadita, pero de gruesas ancas.
Llegaste a dormir con ella... Ahora es sacerdotisa.
     Sacerdotisa, Póstumo, y con los dioses habla.

Ven, tomaremos vino, de pan acompañado.
     O con ciruelas. Me contarás las nuevas.
Te pondré el lecho en el jardín, bajo el cielo despejado
     y te diré cómo se llaman las estrellas.

*

Mi Póstumo, pronto tu amigo, amante de las sumas,
     su vieja deuda pagará a tanta resta.
Encontrarás dinero bajo el cojín de plumas;
     para el entierro al menos basta, me parece.

Ve en tu yegua negra donde las heteras viven,
      allá, donde la villa alcanza la muralla.
Y págales lo mismo que por su arte piden,
     para que por suma igual lloren mi marcha.

*

El verde del laurel que el temblor alcanza.
     De par en par la puerta y polvo en la rejilla.
La silla, abandonada, vacía la estancia.
     Y una tela que bebe el sol del mediodía.

El Ponto ronca sordo tras los pinos negros.
     Combate con el viento un buque junto al cabo.
En un reseco banco se sienta Plinio el Viejo.
     Murmura quedo un mirlo en un ciprés crespado.

Marzo de 1972

De "No vendrá el diluvio tras nosotros" (Antología 1960-1996)
Versión de Ricardo San Vicente

 

Ulises a Telémaco 

Querido Telémaco,
                                       la Guerra de Troya
ha terminado. No recuerdo quién venció.
Los griegos, debe ser: los griegos, quién si no,
puede dejar en tierra extraña tantos muertos...
De todos modos, el camino que me lleva al hogar
resulta que se alarga demasiado.
Como si Poseidón, mientras perdíamos el tiempo,
hubiera dilatado el espacio.
Ignoro dónde estoy y lo que veo ante mí.
Al parecer, una isla, sucia, arbustos,
casas, gruñir de cerdos, un jardín
abandonado, cierta reina, hierba y pedruscos...
Telémaco, querido, en verdad
todas las islas se parecen una a otra
cuando es tan largo el viaje: el cerebro ya
va perdiendo la cuenta de las olas,
el ojo, tiznado de tanto horizonte, echa a llorar,
la carne de las aguas obtura el oído.
No recuerdo ya cómo acabó la guerra,
ni cuántos años tienes hoy recuerdo.

Hazte hombre, Telémaco, y crece.
Sólo los dioses saben si hemos de encontrarnos.
Tampoco ahora ya no eres el chiquillo
ante el cual detuve aquellos toros.
Hoy, de no ser por Palamedes, estaría a tu lado.
Pero tal vez sea mejor así: pues sin mí
te has librado de los males de Edipo,
y en tus sueños, Telémaco, ignoras el pecado.

1972

De "No vendrá el diluvio tras nosotros" (Antología 1960-1996)
Versión de Ricardo San Vicente


Joseph Brodsky. Poeta ruso nacido en San Petersburgo en 1940.
De formación autodidacta,  reconoció la influencia que en él ejercieron los poetas clásicos, los metafísicos ingleses y los poetas polacos modernos, además de Proust, W. H. Auden y Herman Melville.
Acusado de "parasitismo social", fue encarcelado durante dieciocho meses a la edad de veinticuatro años.
En 1972 emprendió el camino al exilio, obteniendo la nacionalidad estadounidense en 1977.
Sus "Poemas selectos", que reúnen una importante colección de su poesía, se publicaron en versión inglesa en 1973, seguidos de "Partes de la oración" en 1980 e Historia del siglo XX en 1986. En 1981 obtuvo una beca de la Fundación MacArthur, y en 1987  fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Su producción literaria se extendió hasta su muerte, ocurrida en Nueva York el 28 de enero de 1996.

Ricardo San Vicente es un traductor de literatura rusa, ensayista y profesor. En la Universidad de Barcelona impartió literatura rusa antigua, moderna y contemporánea. Ha traducido a numerosos escritores rusos, como Tolstoi, Zóschenko, Shalámov, Bulgákov, Chéjov, Brodski, Dovlatov o Bábel. Ricardo San Vicente fue el primer traductor de Voces de Chernóbil de la escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiévich galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2015.

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