Poemas de "Donde estoy no hay luz y está enrejado"
JORGE VALLS
Cuando los hombres acaben de botar a Dios
lo recogerán los animales;
las palomas: esas siempre lo han tenido.
Las hojas de los arboles
estarán más que contentas
porque lo van a tener del todo,
jugando por las copas
como un niño que nada entre la espuma…
La tierra madre se echara a llorar
por sus largos y dulcísimos ríos,
porque será como aquel día
en que él le dio su calor másculo
y ella se sintió traspasada y fecundada,
y adivino lo que podía ser la sangre.
Las estrellas con él, como torrentes,
se correrán por las llanuras del cielo.
Todo eso si acaban de botarlo.
(Ya lo tienen domesticado
y puesto en un corralito aparte).
Pero quien sabe…
Hay una conspiración entre los niños y las flores,
entre los mendigos y los aguaceros,
entre los locos del crepúsculo y la luna.
Toda una raza inferior de pordioseros
está comprometida,
y se levantan los harapos y cantan.
Quién sabe si harán un pacto con las madreselvas,
Y se lo llevaran
Entre varillas de azucenas, al bosque
para coronarlo.
28 de noviembre de 1969
Muérete pronto, hijo mío, que aún es tiempo
Luego vendrán los sabios de este mundo
con sus pequeños ojos enlentados
Y encharcarán la vida
de logaritmos y raíces cubicas,
y no te dejaran ni una esquinita
para una muerte hormosa, apasionada,
limpia como un cáliz de un lirio.
Muérete mientras haya tiempo
Para un salto al infinito.
Luego habrá tanta salud, según dicen,
Que va a dar asco andar
con los ojos encendidos.
Habrá tantos edificios
(todos de acero, por supuesto),
Y habrá tantos bombillos
que el sol será un pequeño y miserable objeto
rudimentario y primitivo.
(La luna es una píldora en una probeta).
La yerba será entonces
una pobre yerba avergonzada
en medio de los triunfos humanos.
Y ya habrán enseñado a los oídos
que no hay nadie para recoger los gritos;
(sólo creches, asilos y hospitales,
pero todos clínicamente pulcros).
Entonces no podrás morirte.
No habrán dejado ni un simple cáncer.
Te aplicaran una sicoterapia
para cada tristeza tuya.
No tendrás ni siquiera tu tristeza.
Y yo te quiero tanto, muchachito;
te quiero tanto y por todos las cosas
(las visibles y las inefables)
Que no puedo soportar el dolor de este presagio.
Estoy besando tus ojos y tus oídos
Y tu corazoncito rojo y palpitante
(el tuyo, hijo, el que yo quiero);
Y estoy enjuagando tu recuerdo con mis lágrimas.
Vamos a morirnos pronto,
ahora que aún es posible,
para que el jazminero vaporoso
suelte sus jazmincitos perfumados
sobre nuestras sombras viajeras.
28 de noviembre de 1969
Escena de un joven a quien van a matar
-Dime pronto tu crimen
para inscribirle en la lista de los mutilados.
-Tengo veinte años.
-Ya todos los pecados viejos se han gastado;
En verdad que tienes el nuevo pecado.
-Tengo veinte años.
He bailado por cobres y por motores.
He sido con mi sangre
el eco de todas las palabras.
Brinque entre fustazos;
Salte en las metralletas;
grite por las calazadas,
y me vestí con una piel de mico
que puso la moda en los escaparates.
Me estaba desangrando.
Me salía la angustia del gaznate
Como una lombriz sin cola interminable.
Con mis ojos buscaba los panales silvestres,
Y me entregaban con emulsión de muertos.
Suplique amor,
y me echaron una lasca de carne en la cara.
Y todos hablaban por todas partes.
El piso, las paredes, aun los techos
Estaban llenos de escupitajos ácidos.
-Nadie te ha preguntado tu descargo.
Bien podías haber obedecido.
-Me golpeaba la aorta
una medula espesa y afiebrada.
Quería huir no sabía ni a dónde.
El cielo era un snob de propagandas:
la tierra era un fangal ensangrentado;
el aire…bióxido de carbono.
No dejaron más que un hueco abierto.
Un reloj reventado.
Un puñal imantado…
Y un poco de meprobamato.
-Es horrible. Con lo que hemos hecho por él.
Tiene todos los rasgos…
es un caso perdido.
-Oídlo, oídlo, todos los sordos del mundo;
oídlo todas las piedras y árboles del bosque;
oídlo, arcángeles del aire,
oídlo y hacedlo oír a quien no desdiga.
Tengo veinte años.
Tengo veinte triturables años.
Veinte palomas asaetadas en el pecho,
Veinte, ¡Ay! Veinte años.
-Incorregible-
Hay que fusilarlo.
1ro de noviembre de 1969
(Lo fusilaron el 30 de octubre de 1969)
Retroversión
Seamos razonables:
esto tuvo que comenzar alguna vez.
Se iba subiendo arduamente
por un escarpado de cartón,
con deliciosas flores artificiales
creciendo olorosas de las grietas.
Que yo sepa, no hubo lluvias,
pero los pies resbalaban,
y todos los carros rodaron hacia atrás.
Los conductores agitaban las ciencias inútiles;
Retrocedían vertiginosamente por el desriscadero.
Entonces fue que empezaron a girar los astros.
Se hinchaban como grandes tumores del cielo,
y, todo higiénico y enguantado,
un doctor empezó a operarlos.
Era un perfumado bisturí de platino.
A veces, en el tumulto, se oía un grito.
Lo demás eran hermosas volutas
de humo de marihuana.
Rata
Venia del estiércol
Trepando por un chorro de orine;
su cara tersa y mojada
sus ojos aterradamente viles.
Vino de cano de la letrina,
corría endiabladamente de las muertes
que habitaban el palo y las extrañas.
Una salpicadura miserable
me ofendía las piernas.
Luego, un susto me contrajo la carne.
Salto y huyo, la cola larga y calva,
el bigote asqueroso,
mucilaginoso.
Yo no quise matarla porque estaba viva,
y era mi hermana,
la que más se me parece,
mi hermana la rata,
que se perdió de un brinco
en el vientre abierto de la cloaca.
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Jorge Valls Arango (La Habana, Cuba, 1933-Miami, EE. UU., 2015). Estudió filosofía en la Universidad de La Habana donde se convirtió en líder del movimiento estudiantil que derrocó a Batista. En 1964 el régimen de Castro le encarceló por motivos políticos. Liberado en 1984 tras una campaña internacional. Ganó varios premios internacionales por sus escritos en la prisión, incluido el Grand Prix en el Festival Internacional de Poesía de Rotterdam celebrado en 1983. Publicó en poesía: Donde estoy no hay luz y está enrejado (Playor, España, 1984) y A la paloma nocturna desde mis soledades (Editorial SIBI, 1984); en narrativa, el testimonio: Veinte años y cuarenta días: Mi vida en una prisión cubana (Editorial Hypermedia, 2015)