En fin, la vida, y otros poemas 

L. SANTIAGO MÉNDEZ ALPÍZAR

“Pensamientos de un caminante solitario”. René Magritte. 1926

En fin, la vida

Hablaremos palabras caídas en gotas de azogue

El sueño eterno de la eterna juventud

como el primer emperador

que unió la China

Para entonces

en los recipientes de la memoria

percutirán las exiguas imágenes de antes

              chirriará el tiempo /

              la parca costumbre de situar pasado

De cualquier pasado saldrás tú:

en todas las ausencias encontrarás mi nombre

Será de perogrullo constatar que poco / nada

estará donde pensabas

La vil maquinaria de los días

Arder o durar

 Geroges Bataille

Sigo en la misma modorra. Eres constante, ácida llovizna para ablandar los cimientos de mi orgullo. Aunque puedo intuir el trayecto, me dejo apabullar. Entonces lo llenas todo: pequeño como soy, impones el recuerdo, me aplastas.

Es un poco triste, pero no hay intención de provocar amargos. Solamente que no me hago a eso de saber que ya nada nos queda cerca.

En algunos documentales he visto lobos que sobreviven magullados, sin la manada. Aprovechan la carroña, van disputando los restos a las aves, esperan para sanar las heridas…Yo voy parecido a esos lobos solitarios, renuentes a soltar la vida. Para conseguir despegar tu presencia, entro a cuerpos en continuas noches, cuezo al hígado en alcoholes, sicotrópicos a deshoras, y canto: porque vivir, incluso en las punzantes agujas de la vida, crece el desmedido instinto de continuar ardiendo.


Regalo de cumpleaños

                                    Con Mabel, y un amanecer en Virginia Beach

Cruzado como voy con las prisas, el olvido. Me detuve en tus pechos, la agresiva pasividad con que te dejas. Dije que no podías hacerme daños, que un hombre roto no es de fiar. Que traspasa la vileza, deja serias mordeduras en el alma. Te hablé de succionarte la vida, lo advertí. No era alarde: ahora que ya fue, tampoco serás capaz de borrar mi achacosa compañía. El peso de mi falta. Por mucho empeño que gastes, nadie ocupa lo que fui, soy, lo que vivimos. No es vendetta o el olvido: las noches siguen siendo iguales para todos. Y a cada cual le sobran noches para escoger el rumbo.

Hace días he visto, por fin, otras fotografías donde sonríes: apenas se nota la parálisis, aunque tampoco llega a profunda la belleza -tú sabes, no son todos los momentos- casi es real. La felicidad, te he repetido, son esos instantes, escasas maniobras que el azar -cosa seria- va desperdigando rácanamente.

Supongo que esa noche intentabas magullarme, rajarme en dos.

Que viera.

Las imágenes tienen la capacidad de fijarnos en un tiempo, ese tiempo no perece, es solamente el mismo instante, perenne. Por eso evito mirarme en los espejos. Mirarte…

Yo no fui mejor, te lo he dicho. Mis torpezas son del nivel de tu levedad, así ambos partimos con las mismas desventajas, igualados en quiebros, reconstrucciones.

Todos menos yo se dieron cuenta que me amabas.

Me hablaste de volver a casa, donde La Sierrecita, el fleco de agua bajo el camino doblado, aquella ceiba…

Siempre es dulce escuchar lo imposible.

No tengo sueños en el pasado, no me quedaron flores por recoger. El trayecto compone una posibilidad. Me quedé sin naves, hace siglos que naufrago.

Cualquier tarde o madrugada resultará imprescindible sin embargo romper el círculo. Chocar/nos.

Guillo con las profundas revelaciones, aquellas luces que perduran como sombras, visibilizan lo vivido, son inexpugnables al falso ejercicio del despecho.

Entonces, Negrita, frente a frente será inevitable te brote el sarpullido, la picazón, volveré a ser eterno: como en las tantas veces que ya vencida, gritaste: síngame, Lázaro, síngame.

 

Las Mariscadora

Profundo en la arena bivalvos 

no lo suficiente sin embargo para la Sacha

Hincadas de bajamar se escuchan los cantos de las mariscadoras

coloridas manchas que exportan un país de antaño

Iguales a sus rostros las manos

Igual a escardar el monte quemado

otra vez el legón para la ostra encajada

los berberechos que luego inundaran la casa

Sentencia

                      Para Dolys Alvarez, mi novia

Uno no sufre por mujeres buenas

No hace duelos de ajenas alegrías

Quizá tropieza

           pero sin buscar el amargo

Redondo/ temerario al cuello

hasta que la vida sangre


L.Santiago Méndez Alpízar (San Juan de los Remedios, 1970) Escritor, actor y promotor cultural cubano nacionalizado español, residente en USA, ha publicado los volúmenes de poesía Plaza de Armas (1995), Rockasón con Virgilio Piñera(1996), ¿Entonces, qué? (2008), Bagazo: poemas iberos (2010) y Primer conteo (2016), Punto Negro (2017) y los ensayos críticos de Perversión del lenguaje, marginalia e historia (2016). Edita y coordina la Colección Atocha de Literatura Hispanoamericana. Poemas y colaboraciones suyas pueden encontrarse en distintos medios digitales e impresos de diferentes países.

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