Tres relatos breves de "Gabinete de dragones"

ALEJANDRO ROBLES

Ilustración de cubierta: Julio Arana

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 Érase una nariz a un dragón pegada… Así principiaban los versos del poeta, pero eran inexactos, pues el dragón no era otra cosa que nariz, una nariz inmensa, una nariz superlativa. La nariz recorría las calles de San Petersburgo olfateándolo todo, pues se alimentaba exclusivamente de olores. Podría decirse que «metía la nariz en todo»… Los dulces olores que brotaban de los hornos de las pastelerías lograban saciarlo en pocos minutos. Las fragancias de las alcobas, unas veces acres, otras rancias, le proporcionaban los más voluptuosos placeres. Le fascinaba acercarse a las tabernas y cervecerías. El denso aroma de la levadura fermentada de la cerveza, la esencia afrutada y agria del vino, el vaho grasiento de las salchichas y la intensa miasma del pescado seco lo extasiaban. Sabía que en las tabernas se reunían escritores y poetas, y no tenía dudas de que el solo hecho de que fuera una nariz les inspiraría grandes historias. La ciega y sorda nariz no podía ver ni escuchar a los escritores, pero en una ocasión olfateó el acerbo tufo de una taberna en la que Gógol y Pushkin hablaban de literatura, paladeaban una que otra salchicha grasosa y vaciaban copas de vino barato. Tampoco oía a las ancianas gritar horrorizadas en su presencia, mientras él aspiraba sus aromas a la vez almizclados y mustios, como los de las flores muertas. Y le parecían deliciosas las fragancias cítricas de las jóvenes que se desmayaban al verlo. El olor a humedad y a polvo de las bibliotecas le resultaba embriagador y lo hacía soñar con países y personajes imaginarios. El alfabeto de aromas le resultaba infinito, pero perseguía con ahínco el olor a perro mojado, el agrio tufo del sudor, el hedor de la sangre y de la comida descompuesta. Aunque muchos se aterraban al verlo, la nariz era absolutamente inofensiva, excepto cuando estornudaba.

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 Chuang Tzu escribió:

«Existe un momento serpiente y un momento pájaro. Son dos momentos diferentes, uno pertenece a la tierra y el otro al cielo». Más adelante, en esa misma página, añade: «Cuando estos dos momentos se conjugan, desaparecen la serpiente y el pájaro y aparece el dragón. Nunca he visto el rastro de una serpiente en la piedra, no he visto jamás el rastro de un pájaro en el cielo, pero sí he visto al dragón y sus rayos incendiando las nubes».

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«Quisiera hablarle del humor de Hércules —dijo Robert Graves sirviéndose un whisky y haciendo tintinear los hielos en el vaso—. Este héroe legendario tenía un cáustico sentido del humor del que se ha hablado muy poco o nada. Ha de saber usted que la Hidra de Lerna es la madre de la Quimera que no es un animal, sino varios, y que tuvo también otro hijo, un dragón llamado Quitión. Como ya debe saber usted, cada vez que a la Hidra de Lerna le cortaban una de sus cabezas, le brotaban dos en su lugar. Pero eso más que una virtud, significaba para ella un martirio, una maldición. Por eso le pidió a la diosa Hera, quien la había criado bajo las aguas estancadas de un pantano, que impidiera que la cabeza de su hijo Quitión renaciera y se multiplicara si algún día llegaban a cortársela. Hera le concedió el deseo, pero la Hidra se olvidó de hablarle del resto de los miembros del cuerpo de su hijo. El día que Hércules enfrentó a Quitión se ensañó con sus genitales. Se los cortó una y otra vez, y en su lugar le brotaron dos, cuatro, ocho... Se los cortó tantas veces que era como si la infantería de un inmenso ejército asomara todos los cañones de sus fusiles por el mismo orificio. Las hembras al ver el exceso de miembros del dragón huían despavoridas. Fue una broma cruel del fornido Hércules, y Quitión con sus centenares de falos, murió poco tiempo después sumido en una soledad vergonzosa y triste».

 

Diario de Laura Riding (noviembre de 1957). 

Adquiera el libro: https://www.amazon.com/-/es/Alejandro-Robles/dp/8419453226


Alejandro Robles: (Halle, Alemania, 1962). Cursa estudio de Filosofía en la Universidad de La Habana (Cuba). En 1994 recibe un premio de cuento de la UNEAC (Unión de Escritores y Artista de Cuba) y viaja a Guadalajara, México. Más tarde se traslada a la Ciudad de México donde vive por más de una década. Trabaja como guionista de diversos programas de televisión, como creativo en agencias publicitarias e imparte clases de Filosofía en algunos Institutos. Desde el 2005 reside en Miami (Florida, Estados Unido) donde se desempeña como guionista de televisión. Escribe relatos, novelas, ensayos, crónicas y cuentos infantiles. Ha colaborado con la Revista de la Universidad de México y la revista de La Gaceta de Cuba, la revista 0 (revista bilingüe editada en español y francés) La Jornada, Nexos, Biblioteca de México, Picnic, Diario de Cuba, Rialta, Este País, entre otras. Sus relatos han aparecido en varías antologías de cuento y es autor de Gabinete de dragones publicado por Eolas Ediciones.

ALEJANDRO ROBLES

Alejandro Robles: (Halle, Alemania, 1962). Cursa estudio de Filosofía en la Universidad de La Habana (Cuba). En 1994 recibe un premio de cuento de la UNEAC (Unión de Escritores y Artista de Cuba) y viaja a Guadalajara, México. Más tarde se traslada a la Ciudad de México donde vive por más de una década. Trabaja como guionista de diversos programas de televisión, como creativo en agencias publicitarias e imparte clases de Filosofía en algunos Institutos. Desde el 2005 reside en Miami (Florida, Estados Unido) donde se desempeña como guionista de televisión. Escribe relatos, novelas, ensayos, crónicas y cuentos infantiles. Ha colaborado con la Revista de la Universidad de México y la revista de La Gaceta de Cuba, la revista 0 (revista bilingüe editada en español y francés) La Jornada, Nexos, Biblioteca de México, Picnic, Diario de Cuba, Rialta, Este País, entre otras. Sus relatos han aparecido en varías antologías de cuento y es autor de Gabinete de dragones publicado por Eolas Ediciones.

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