FRANK DÍAZ DONIKIÁN

Uno es el resultado de sí mismo. Pero no bastaría el empeño de cada quien y los dones dados por la naturaleza, sí en ello no se suman las circunstancias, porque mucho influyen el momento y lugar para el desarrollo de cualquier talento.

Desde mediados del siglo XIX se hizo más notorio que hijos de acaudaladas familias criollas estudiaran en universidades de Estados Unidos. Mientras iban cursando sus carreras, aquellos jóvenes también iban adquiriendo la cultura de un país pujante luego de una cruenta guerra civil, con un credo anticolonial, antiesclavista y cada vez más democrático.

Al regresar a Cuba, varios de esos graduados llevaron consigo los más avanzados conocimientos de la época, y hasta la práctica de nuevos deportes, como el béisbol, por la década de 1860.

Algunos de ellos se enrolaron en la guerra de independencia de 1895, convencidos del atraso que representaba seguir siendo una colonia de España. Tal fue el caso de Eduardo Sabourín y del Villar: pelotero profesional, graduado de Comercio en Washington y posteriormente correo del prócer José Martí.

Mucho habrá influido en la paciencia y sabiduría de Carlos Juan Finlay, descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla, la instrucción recibida en Francia, Inglaterra y luego en Estados Unidos, donde se doctoró en el Colegio Médico de Filadelfia en 1855.

Por su parte, las excepcionales dotes deportivas del esgrimista Ramón Fonst, primer campeón olímpico latinoamericano durante los Juegos Olímpicos de París en 1900, se desarrollaron en Francia, donde pasó buena parte de su infancia y juventud, practicando también ciclismo y savate o boxeo galo.

El gran pianista y compositor, Ernesto Lecuona, al concluir en el Conservatorio Nacional de La Habana con medalla de oro, perfeccionó luego su arte en Francia y Estados Unidos.

Antonio Maceo Marryatt, el hijo jamaicano de “El Titán de Bronce”, estudió en Estados Unidos, gracias al amparo financiero personal de Tomás Estrada Palma mucho antes de ser el primer presidente de la República. Ya graduado, laboró como ingeniero en la capital cubana.

Así las cosas, no es vana presunción que los actuales emigrados cubanos esparcidos por doquier, viviendo en circunstancias propicias de crecimiento, seamos potenciales agentes de progreso en un país futuro.

En cada lugar de arribo tuvimos que nacer de nuevo e ir creciendo con elaprendizaje de idiomas, el manejo de herramientas, máquinas y procedimientos nunca vistos, enterándonos de Política, Finanzas, Leyes y tantísimas otras ramas del conocimiento humano.

Al mismo tiempo, los nuevos entornos nos han despojado de atavismos empobrecedores y ciertas vehemencias. Hemos aprendido de la tolerancia circundantes y las buenas costumbres.

Cada quien ha ido desbrozando caminos a fuerza de talento, tesón y hasta de pizcas de suerte. Algunos han llegado ser venturosos, y eso los hace el doble de mejores, porque como enunció Martí en su escrito “Maestros ambulantes”: “…se necesita ser próspero para ser buenos”.

Entonces, llegado el momento de un cambio real en Cuba, lo moral sería regresar en son de ayuda, sin cortapisas. Que acudamos para impartir idiomas, mostrar cómo de verdad gira el mundo, y aportar metodología y legítimo capital para el florecimiento de campos y ciudades.

Ojalá nuestros hijos y nietos nos acompañen en el retorno, aunque sea sólo una vez, como el peregrinar de los musulmanes hasta la actual Arabia Saudí para adorar en torno al supremo altar del Islam el sitio donde nació Mahoma.

Cuba tiene que ser la otra Meca.

No alcanzaría la vida de muchos para cumplir totalmente tales empeños. Hará falta inmensa paciencia para ir cambiando las cosas después de tantos estragos en más de seis décadas.

Durante todo este tiempo, el archipiélago donde nacimos ha sido un laboratorio ensayando circunstancias inamovibles e inmovilizadoras.

Su población, con la indefensión de un cautivo, ha estado a merced de un perenne bombardeo ideológico, represión política, restricción alimentaria, pésimos servicios eléctricos, de transportes, abasto de agua y alcantarillado; deficiente información, así como decadentes sistemas de salud y educación.

La sociedad cubana está agotada y dañada sicológicamente. Por ende, costarátiempo cosechar mentalidades centradas en la disciplina al trabajo, el respeto a la legalidad, la aptitud para la negociación y la correcta interpretación de verdades históricas.

Otros han regresado a colaborar con el progreso de los suyos. Lo hicieron miles de chilenos provenientes de Europa luego de la apertura del proceso democrático, arribando con conocimientos de punta, idioma y recursos financieros.

Lo hacen continuamente un gran número de mexicanos, incluso en caravanas, que las autoridades custodian a sabiendas de que cada compatriota carga recursos y potenciales inversiones para provecho de la economía nacional.

Y si de circunstancias de trata, sólo bastaría recordar el beneficio de la gran inmigración europea en el despegue económico de Venezuela a partir de los años 40, propiciada primero por el gobierno del presidente Rómulo Betancourt y seguida una década después por el mandatario de facto Marcos Pérez Jiménez.

También a nosotros nos toca volver, con la misma naturalidad de otros en el resto del orbe, para rescatar al paisano sin culpas atascado en nuestro suelo a la deriva. Así, de a poco, iremos edificando de nuevo la Patria.


Frank Díaz Donikián. (La Habana 1960). Licenciado en Educación y Periodismo. Realizador de Radio y Televisión. Colaborador de varios medios en la ciudad de Miami como: Diario las Américas, WURN Actualidad Radio 1040 y Mega TV, entre otros.

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