Martí: bajo el cerco del olvido

EMILIO J. SÁNCHEZ

Meses atrás asistí a la puesta en escena de Hierro, del dramaturgo cubano Carlos Celdrán (La Habana, 1963-), a cargo de Argos Teatro. La obra, que recoge momentos en la vida de José Martí —polémicos o poco conocidos—, levantó tal entusiasmo, que la Black Box del Miami-Dade Auditorium estaba repleta y las localidades de las presentaciones vendidas con días de anticipación.

Tan inesperada respuesta del público, incluida mucha gente joven, llama a la reflexión. ¿Habría sido reacción ante el anuncio de revelaciones sobre el Martí “íntimo, secreto y transgresor” Los asistentes: ¿se volcarían más tarde hacia un conocimiento más amplio y profundo de la vida y obra del Apóstol?

En otras oportunidades he insistido en que, pese a lo que comúnmente se cree, loignoramos. Esta afirmación ha llevado a algunos a escandalizarse y, en ocasiones,a tremolar la bandera de la estrella solitaria.

Quizás esta sea buena ocasión para una argumentación más detallada.

Existe una enorme diferencia entre fervor y conocimiento. El primero se manifiesta,sobre todo, en el plano emocional. Suele vincularse a recuerdos de infancia, actos patrióticos, versos, alguna canción, etc. Para los cubanos, decir patriota es decirmartiano. Por tanto, casi nadie aceptaría que el símbolo del patriotismo le fuese desconocido. Aunque lo sea.

Se comprende que pueda sentirse veneración por el Héroe, colocarlo como íconoen el altar personal, pero ello no equivale a saber sobre su biografía o su amplísima obra (poesía, narrativa, periodismo, teatro, oratoria, ensayística, epistolario). No se trata de dominar las primeras cuartetas de los Versos Sencillos, sino de interpretar cosmovisión, pensamiento y valores.

En verdad, leerlo largo y calmadamente —en cualesquiera géneros—constituye unaexcepcional experiencia espiritual y estética. Quien no se sienta fascinado por la belleza y originalidad de su escritura, por la ternura, magnanimidad y delicadeza del ser humano, no lo ha leído nunca (o no lo ha leído bien, que es igual). Muchos de lo que hemos transitado desde una lectura básica a otra más extensa e intensa, hemos experimentado lo que otros, que pasaron por lo mismo, han catalogado de “enamoramiento”. Y, curiosamente, tal estado, lejos de enceguecer, permite aquilatar mejor su sacrificio y excepcionalidad como hombre y artista.

A 171 años de su nacimiento, el cerco del olvido lo sigue acosando. no debería extrañarnos: ocurrió desde los primeros años de la República.

Arturo R. de Carricarte (La Habana, 1880- 1948), autor de La cubanidad negativa del apóstol Martí, de 1934, se sorprendía de lo poco que se leían sus obras. Era fundador y director de la Biblioteca Municipal de La Habana y sostenía que en nueve años menos de 300 personas solicitaron sus obras (algo similar ocurrió en otras provincias). Carricarte había organizado lecturas dominicales que tuvo que suspenderlas… por falta de oyentes [1].

El desinterés venía de lejos: en 1909 Gonzalo de Quesada y Aróstegui (La Habana,1868- Berlín, 1915), su albacea y discípulo predilecto, lamentaba la “apatía” respecto de la edición de las Obras Completas [2]. Se refería a los 14 volúmenes que, por su iniciativa, se publicaron desde 1900 a 1915 y prosiguieron luego de su muerte.

A fines de la década del 20 la situación no había variado demasiado. En 1928 sefundó el Museo José Martí (como parte del Museo de Ciencias Naturales Felipe Poey), pero al año siguiente la Revista de Avance, en su número 31, calificó al prócer de “ilustre desconocido” [3]. Vale aclarar que los editores de la revista subrayaban la negación de las ideas del Héroe en la práctica política.

Debe reconocerse que la llamada de alerta sacudió a los intelectuales y, durante la década del 30 y 40, el panorama fue cambiando: en 1933 apareció Martí el Apóstol,de Jorge Mañach (Sagua la Grande, 1898- San Juan, 1961) primer presidente del Pen Club en el exilio [4].

A fines de los años 30 se contaba con más documentación, pero nuevas dificultadesimpidieron continuar la obra de Quesada y Aróstegui. Su hijo, Quesada y Miranda (la Habana, 1900- 1976), se quejaba de que habían sido inútiles sus esfuerzos“debido a la falta de interés de nuestros círculos culturales y editoriales, hasta que se fundó la Editorial TRÓPICO” [5]. El primer volumen de dicha edición salió el 25de julio de 1936, y el último el 31 de diciembre de 1949.

El concurso internacional sobre proyectos de monumentos y biografías, convocadoen 1937 [por la Comisión Central Pro-Monumento a José Martí], dio muy buenos resultados: fueron publicados los tres primeros premios: Martí, Santo de América, de Luis Rodríguez Émbil (La Habana, 1879- 1954); Martí místico del deber, de Félix Lizaso (La Habana, 1891- Rhode Island, 1967), y Martí. Estudio crítico-biográfico, de Manuel Isidro Méndez (Navia, España, 1882- La Habana, 1972). En años posteriores se sumarían otras.

Paralelamente, desde 1940 y hasta 1952, la Dirección de Cultura del Ministerio deEducación editó Archivo José Martí, a cargo de Félix Lizaso —acaso el primer especialista en el tema—, con textos inéditos e interpretaciones. Decenas de escritores e intelectuales nacionales y extranjeros colaboraron en la publicación.

Desde 1941 se efectuaban en la Universidad de La Habana los seminarios anualesmartianos que prosiguieron, desde 1950, con la Cátedra Martiana. Por allí pasaron los más notables académicos [6].

En el primer medio siglo de vida republicana las iniciativas para conocer la vida yobra del Maestro y homenajearlo fueron, a todas luces, impresionantes [7]. Ahora la población podía leer textos originales, estudios y análisis, y escoger entre un grupode más de diez biografías. Sin embargo, y pese a los innegables avances, persistía entre muchos una enorme insatisfacción. Los libros no eran suficientes; ni las conferencias para auditorios selectos, mucho menos las efemérides o los actos patrióticos.

¿Qué faltaba entonces?

Ya en 1942 el poeta Eugenio Florit (Madrid,1903- Miami, 1999) expresaba:

… se puede hablar y escribir mucho sobre Martí poniendo en la palabra y en la pluma un fervor epidérmico, un amor de dientes afuera, un entusiasmo que en muchas ocasiones no ha servido más que para disimular el desconocimiento de su obra y la distancia a que se ha estado de su espíritu” [8]

Y, en la misma línea, el poeta Gastón Baquero (Banes, 1914- Madrid, 1997), jefe de Redacción del Diario de La Marina, se preguntaba en 1947 “si existía una razón deproximidad y parentesco entre la obra ideal de Martí y la realidad cubana”. Y razonaba de este modo:

“Si nos guiamos por lo exterior, creeremos que sí, que todo lleva un buen paso de comprensión y de obediencia. (…) Por las señales, diríase que Martí es objeto de gran preocupación, de ocupación máxima para el cubano. Tanto se le nombra, tanto se le cita, tanto se le agita, que el forastero pensaría encontrarse viviendo en tierra que no hace sino lo que Martí quiso, entre hombres que sólo viven para realizar lo que Martí pidió a los cubanos que realizaran por amor a su patria. Hay una abundante aproximación externa a Martí. Pero ¿hay al mismo tiempo una aproximación íntima, espontánea, callada, de las que no necesitan subrayarse con tribunas y discursos?” [9].

Baquero concluía de modo terminante:

“No hay aproximación, hay lejanía. Tanta, que solo lo obscuro tiene corporeidad ypresencia en la tierra del hombre luminoso” [10].

Las advertencias de la intelectualidad resonaban cada cierto tiempo. En 1951 Jorge Mañach advertía del conocimiento “precario, disperso e inorgánico” de la mayorparte de la población. El ensayista examinaba la frase “tomar conciencia de losvalores martianos”. Y discurría así:

“… significa, desde luego, conocerlos y comprenderlos, que es eI primer paso para sentirlos y enriquecernos con ellos, para actuar desde ellos. (…) Si hemos de hablar con franqueza (…) tendremos que reconocer que la noción que de Martí y de su obra tienen aún la mayor parte de los cubanos —y nada digamos de los extranjeros— es sumamente precaria. Se trata, por lo común, de algo meramente alusivo, y cuando no, fragmentario y superficial” [11].

El también autor de Historia y Estilo (1944) ahondaba en el aspecto estrictamente

literario:

“La mayoría de los cubanos no tiene de la producción literaria de Martí más que un conocimiento por piezas, que ni siquiera se puede llamar antológico, porque rara vez son los poemas, discursos o los ensayos más sustanciosos los que corren en el favor público. Es deplorable que las recitadoras nos den la medida del poeta, por ejemplo, sólo a través de ‘La bailarina española’, o ‘La niña de Guatemala’. Y eso ocurre con lo literario, que es, naturalmente, lo más accesible a la común sensibilidad, no ha de extrañar que resulte aun más insuficiente la noción que se tiene del pensamiento martiano, generalmente limitada a unas cuantas sentencias y aforismos sobre los cuales se alza una vigorosa nube de alusiones” [12].

Vale aclarar que Mañach no aspiraba a la aparición masiva de “especialistasmartianos”. Al contrario, distinguía entre la información para grandes mayorías, obligadamente dispersa y ocasional, elaborada de anécdotas, máximas y elogios, y aquella que debían de tener personas de mayor instrucción, escritores, docentes y funcionarios culturales. Por su parte, Ramón Infiesta, abogado constitucionalista, autor de El pensamiento político de Martí, señalaba en 1952:

Honrar a Martí, honra; adorar a Martí, es negarlo. Repetir sus aforismos comomágicos encantamientos a cuyo conjuro reflorece el civismo y la Patria sana, es cómoda devoción de idólatras que se dispensan de buscar a Dios porque lo fabrican con los árboles de su jardín [13].

La preparación para celebrar en 1953 el Centenario de su nacimiento desencadenó una avalancha de publicaciones, conferencias y homenajes, aunque se vio ensombrecida por el golpe de estado del año anterior. La realización del Congreso de Escritores Martianos [14], en el que participaron estudiosos de Cuba, Latinoamérica y Europa, evidenció la tensión política prevaleciente, al excluir a varios martianos de renombre, entre ellos Jorge Mañach, Juan Marinello (Ranchuelo,1898- La Habana,1977) y el mexicano Andrés Iduarte (Villahermosa, 1907- C. México, 1984). Asimismo, perfiló lo que unos años después devendría la polarización política en torno a la figura del Maestro y la batalla por la apropiación de su legado.

La Revolución de 1959 superó cualquier noción de desconocimiento, ocultamiento y manipulación del legado martiano. La mixtificación de sus ideas llegó al extremo de presentarlo como demócrata revolucionario, a solo un paso de convertirse al marxismo. Utilizado como instrumento de legitimación del poder, sus palabras han servido para fundamentar la política interior y exterior, en particular, la hostilidad hacia Estados Unidos. De ahí que a su vida y obra se les confiriera categoría de “asunto de estado”.

Ejemplo de lo anterior fue la creación, en 1977, por decreto del Consejo de ministros, del Centro de Estudios Martianos para examinar al prócer desde la óptica del “materialismo dialéctico e histórico”. Y en 1997, por disposición del Consejo de Estado, del Programa Martiano, cuyo fin es “investigar y estudiar la obra martiana dentro y fuera de Cuba”: el tema quedó supeditado así a la más alta autoridad gubernamental [15].

No extraña, por tanto, que las publicaciones de antes de 1959 fueran ignoradas, ante todo, de aquellos autores que habían abandonado el país por motivos políticos. De hecho, notables biografías del patricio no fueron reeditadas. Quizá la única excepción ha sido Martí el apóstol, de Jorge Mañach, publicada en 1990 [16].

En términos estrictamente cuantitativos, nunca en la isla circularon tantas páginas dedicadas a Martí. Dicha abundancia —a diferencia de lo que ocurría durante la República— ha sido propulsada desde la maquinaria estatal, en posesión de editoriales, imprentas, medios de comunicación masiva e instituciones de educación y propaganda. El objetivo fue establecer un vínculo entre el ideario de la Revolución y el pensamiento martiano, que pasa por alto su rechazo a las tiranías, el militarismo y caudillismo, el culto a la libertad de pensamiento, prensa y expresión, el respeto a la dignidad individual y la lección vital de tolerancia y amor.

A este respecto, Carlos Ripoll (La Habana, 1923- Miami, 2011), afamado especialista martiano, indicaba:

“El compromiso de Martí con los derechos y libertades individuales es incompatible con el diseño marxista-leninista del Estado cubano. Se torna prácticamente imposible reconciliar sus conceptos de democracia pluralista y soberanía nacional con la dictadura al estilo soviético y el internacionalismo proletario” [17].

En sentido general, los nacidos después de 1959 exhiben una imagen tergiversada, del Apóstol. Esta ha subrayado su antimperialismo y sus críticas a la sociedad estadounidense, relegando la admiración por los adelantos civilizatorios, educativos y científico-técnicos, los avances democráticos del país del Norte y el legado de los padres fundadores.

Llegados a este punto ¿qué pudiéramos decir acerca del exilio?

Entre nosotros, uno de los escritores que más insistió en la idea del olvido de Martí fue Octavio R. Costa (San Cristóbal, 1915- Los Angeles, 2005), último presidente del PEN CLUB en Cuba, quien cuestionó su vigencia en la conducta personal, programas y objetivos sociopolíticos. Aquí, como en la isla, también ha servido para apalancar programas políticos dispares, enarbolar el patriotismo y conseguir simpatía fácil para el voto.

Costa declaraba sin ambages que “se le ha olvidado, o se le ignora”. Admitía que “se ha vivido en alguna forma con un ostensible fervor martiano”. No obstante, dudaba de “que se haya adelantado mucho en el conocimiento del mensaje ideológico de nuestro gran hombre” [18].

“Con José Martí y con su obra —explicaba— ocurre lo mismo que con Jesús y los Evangelios. Con excepción de una élite martiana, eI conocimiento de la personalidad, de la vida y del pensamiento del egregio cubano es bastante precario” [19].

Y esclarecía la diferencia entre fervor y conocimiento:

“No basta con eI fervor que popularmente se proyecta en ciertas ocasiones. Ese reconocimiento que solemos ofrecer al Apóstol desde la tribuna, con más retórica que sustancia, es algo que no pasa de una emoción fugaz. Y nada de eso es suficiente si se le quiere exaltar tal como él merece como hombre, como cubano, como escritor. Ningún tributo más correcto que conocerlo, y para conocerlo se necesitan años de lectura y de estudio. Más allá de la aproximación inicial, hay que profundizar en todas las etapas de su vida, en las diferentes dimensiones de su personalidad, en las distintas áreas de su obra y en las diversas vertientes de su pensamiento” [20].

En época de incertidumbre y relativismo —que algunos califican de quiebre de la civilización occidental— ¿cómo preservar en suelo extranjero el conocimiento de la Historia de Cuba y, en particular, de la vida y obra de José Martí? ¿Cómo podría algún joven interesarse en ello cuando la propia historia del país en el que se ha educado está siendo sometida a un proceso sistemático de tergiversación?

No nos hagamos ilusiones: a través de los años el exilio ha ido cambiando demográfica y sociológicamente y la cultura cubana se mantiene viva en la actualidad gracias a esfuerzos ingentes de unos pocos entusiastas. La desaparición física de destacados intelectuales ha determinado que las publicaciones martianas sean cada día más exiguas y sus lectores menos numerosos [21].

Las últimas oleadas de inmigrantes has estado asociadas con el “miedo a la libertad”, a una instrucción y educación deficientes, a escaseces y sinsabores. Seguramente sintieron hartazgo de la omnipresente iconografía martiana y escucharon hasta el cansancio “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas”, lo cual se daba de bruces contra la realidad de una población que, en número creciente, marchaba al exilio.

Es estas condiciones, y siendo realistas, ¿tenemos alguna posibilidad de rescatar a José Martí del cerco del olvido?

Desde luego, entre nosotros no ha faltado la difusión e interpretación de sus textos, ni acciones para recordarlo (reuniones como esta, simposios, programas de radio y televisión, artículos de prensa). Empero, en cuanto al conocimiento de su obra, hago mía la conclusión de los hombres de la República: no hay muchos avances y parece imposible lograrlo.

Me pregunto si, entonces como ahora, se ha sobrevalorado la imperiosidad delmagisterio de Martí para dictar rumbos a cada generación. ¿Hasta dónde es nuestrocontemporáneo? ¿Tiene aún algo que decirnos este hombre del siglo XIX a nosotros, seres del XX?

No puedo menos que coincidir con Lino Novás Calvo (Grañas del Sor, España,1903- New York, 1983), periodista y narrador, autor de El negrero: Vida novelada de Pedro Blanco Fernández de Trava, quien en 1946 señaló:

“Podemos, sí, llevar a Martí en el más íntimo santuario de nuestra emoción, pero no es legítimo tomar prestado de su estilo y de sus palabras normas para nuestro actual vivir, luchar y convivir (…). Todo en nuestro alrededor cambia y se modifica de continuo, demandando actitudes correspondientes, estilos renovados” [22]

Sin duda sigue vigente su ideario civilista, democrático y ético. En este sentido, puede que siga inspirando la lucha por el restablecimiento de la democracia y el estado de derecho en la isla, pero ello, por sí mismo, no contribuirá a conocerlo de manera más orgánica, sólida y profunda.

En el prólogo a los Diarios de Campaña, que calificó de “obra maestra absoluta”, Guillermo Cabrera Infante (Gibara, 1929- Londres, 2005), premio Cervantes, nos dala clave, en un plano más universal, sobre dónde hallarlo, vivo:

“La única vida que queda ahora a Martí está en su prosa poderosa, en sus ensayos adelantados, y en sus artículos de prensa que son literatura imperecedera: todo lo que tocó lo convirtió en prosa pura” [23].

Muchos han soñado con una etapa de reconstrucción nacional en la que su figura, limpia de idealizaciones y tergiversaciones, ocupe el lugar que merece. Pese a mi empeño, no logro visualizarla. Sin embargo, puedo asegurar que no habrá cercos ni olvido para nuestro Martí entre los grandes de la literatura universal [24].

NOTAS

1- Arturo R. de Carricarte, La cubanidad negativa del apóstol Martí. La Habana, Ed. Manuel Mesa Rodríguez, La Habana, 1934, p. 18

2- Ottmar Ette, José Martí. Apóstol, poeta, revolucionario: una historia de su recepción. Ed. UNAM, México, 1995, p. 71

3- La expresión se debe al escritor peruano Ventura García Calderón quien, en nota introductoria a una selección de textos martianos de 1919, había expresado: “Martí es uno de los más ilustres y notorios desconocidos del continente” (Páginas Escogidas, Garnier Hermanos, París, 1919, p. V).

4- Colección Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX (Madrid: Espasa-Calpe, S.A., 1933). No era la primera biografía. En 1911, el abogado matancero Roque Eugenio Garrigó dio a conocer América, José Martí (Imprenta de Rambla y Bouza, La Habana), que mereció premio del Colegio de Abogados de la Habana. Y en 1925 el asturiano radicado en Cuba, Manuel Isidro Méndez, publicó la que se considera en rigor primera biografía: José Martí, estudio biográfico, Agence mondiale de librairie, París, 1925.

5- Gonzalo de Quesada y Miranda, Introducción a la edición de las Obras Completas de la Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 15

6- Los tres primeros cursos tuvieron como expositores a Raimundo Lazo (1950) Jorge Mañach (1951) y Ramón Infiesta (1952). Las disertaciones de Mañach fueron publicadas bajo el título de El espíritu de Martí, Ed. Trópico de Mario Parajón, 1996.

7- Véase Félix Lizaso, “Medio siglo de culto a Martí”; en Recuento de Centenario, tomo I, pp.300-328, que resumo: a las dos ediciones de las Obras Completas de la familia Quesada (1900-1929, 1936-1953), se sumaron las de Néstor Carbonell (1918-1920); Editorial Lex (1946), la publicación de obras independientes, epistolarios, más de diez biografías, selección de pensamientos, Código Martiano, estudios temáticos, revista Archivo José Martí (1940-1952), Cátedras Martianas en los Institutos de 2da Enseñanza de Santa Clara, La Habana y Pinar del Río; Seminario Martiano de la Universidad de La Habana en 1941, que prosiguió en la Cátedra Martiana desde 1950, el Ciclo Martista del Historiador de La Habana Emilio Roig de Leuchsenring, la conmemoración nacional del 28 de enero (Acuerdo del Congreso, 1922), el Rincón Martiano en las antiguas Canteras de San Lázaro (1944), concursos literarios, ceremonias escolares, cenas martianas (1926-1957); vale aclarar que las iniciativas eran espontáneas “lejos de todo apoyo oficial”.

8- Notas sobre la poesía en Martí; en Revista iberoamericana. Vol. 4, No. 8, 1942, p. 82.

9- Gastón Baquero, La fuente inagotable, Pre-textos, Valencia, 1995, p. 29

10- Ibidem.

11- Jorge Mañach, El espíritu de Martí, Ed. Trópico, Cuenca, 1996, pp. 31-32

12- Ibid. pp. 32-33

13- Ramón Infiesta, El pensamiento político de Martí, U.H., Cátedra Martiana, Curso 1952, La Habana, 1953, p. 128

14- Véase Memoria del Congreso de Escritores Martianos. Comisión Nacional Organizadora de los Actos y Ediciones del Centenario y del Monumento de Martí, La Habana, 1953.

15- Dicho esto, no puede ignorarse el valor de recopilar y preservar documentos e imágenes o la revisión y corrección de ciertos textos. Un ejemplo, la realizada en 1996 con los Diarios de Campaña, que supuso el uso de técnica moderna y un nuevo recorrido por los lugares que transitó Martí tras su desembarco en Playitas de Cajobabo en 1895.

16- Prologada por Luis Toledo Sande (Holguín, 1950- ), exdirector del Centro de EstudiosMartianos, con un inventario de limitaciones y yerros como para disuadir su lectura (seguramente provocando el efecto contrario). Habrá otras ediciones con posterioridad.

17- Carlos Ripoll, Jose Martí, the United States, and the Marxist Interpretation of Cuban History, Ed. Routledge,1984, p. 15

18- Octavio R. Costa, Ser y esencia de Martí, Ed. Universal, Miami, 2000, p. 139.

19- Ibid., p. 181

20- Ibidem., p.205

21- Entre otros, Jorge Mañach, Carlos Ripoll, Octavio R. Costa, Ángel Cuadra, Alberto Baeza Flores, Lino Novás Calvo, Eugenio Florit, José Olivio Jiménez, Manuel Pedro González, Emeterio Santovenia, Rosario Rexach, Roberto Agramonte y Humberto Piñera.

22- Lino Novás Calvo, “El estilo que nos falta”, en Archivo José Martí, Año VI, enero-diciembre, 1946, pp. 392

23- Guillermo Cabrera Infante, prólogo a los Diarios de Campaña, Ed. Galaxia Gutemberg, Barcelona, 1997, p. 20

24- Martí recibió elogios de Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Gabriela Mistral, Juan R. Jiménez, Domingo F. Sarmiento, Alfonso Reyes, Ezequiel Martínez Estrada y hasta del biógrafo suizo-alemán Emil Ludwig.


Emilio J. Sánchez. Camagüey, Cuba. 1950. Ha trabajado como editor de Español para las Naciones Unidas, NY. Ha sido profesor en universidades de Cuba, México y USA. Ha publicado ensayos y artículos de tema sociocultural en: Encuentro de la Cultura Cubana, El Nuevo Herald y Diario las Américas. Actualmente divulga la vida y obra de José Martí en publicaciones periódicas, conferencias y talleres de lectura. Doctor en Filosofía.

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