Fragmentos de "Las mafias literarias en Cuba"
LUIS CINO ÁLVAREZ - VICTOR MANUEL DOMÍNGUEZ
Los domados de la UNEAC
Luis Cino
El 22 de agosto de1961 fue creada la principal organización de la cultura oficialista: la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Fue dos meses después de las reuniones de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional, de Fidel Castro con los intelectuales, donde el Máximo Líder decretó el “todo dentro de la revolución, contra la revolución ningún derecho”.
Pese al lema “En la UNEAC está la fuerza”, el desgaste, inconsecuencia e indignidad de la organización es cada vez más evidente.
Seis décadas de aberrantes políticas culturales han generado un medio intelectual donde imperan, como en el resto de la sociedad cubana, el miedo, la simulación, el doble discurso, el servilismo y la desvergüenza.
Los salones, jardines y pasillos de la casona de la UNEAC en El Vedado, por donde deambulan unas pocas vacas sagradas y un montón de elefanticos de yeso, sulacranes y musulungos, han sido el escenario ideal para la envidia, los chismes y los chivatazos. También para los panfletos y las declaraciones viles que se firman sin leer, con manos temblequeantes y cansadas de aplaudir.
Los aplausos, las firmas y el entusiasmo en el cumplimiento de las tareas encomendadas no son solo para ser premiados o conquistar prebendas. Es que en la UNEAC hay que cubrirse la espalda y cuidar lo que se dice, en qué momento y delante de quién, porque siempre hay alguien que toma nota acerca de los que se muestran apáticos, majaderos o hipercríticos, y escribe luego su correspondiente informe dirigido a la Seguridad del Estado.
El régimen reclutó sus comisarios culturales entre oportunistas y mediocres. Los cazó a lazo, con el palo o la zanahoria. Les recordó ciertos pecadillos que creían olvidados, se hizo de la vista gorda con sus desvíos de la moral comunista. Les prometieron que serían los embajadores itinerantes de la cultura revolucionaria por el mundo. A otros los conformaron con carros, patentes de publicación y un séquito de complacientes cortesanas y efebos con aspiraciones artísticas y literarias.
Esos personajes, asalariados del pensamiento oficial, le han servido al castrismo implementar sus políticas culturales, utilizándolos, lo mismo como censores que como informantes, agentes de penetración o en el mangoneo de los jurados de los premios, las revistas, las editoriales, la radio, la TV y los viajes al exterior.
Pero también a intelectuales talentosos chantajeó o compró. La cumbre de la domadura y el amansamiento ha sido la concesión de Premios Nacionales a figuras que una vez fueron incómodas y contestatarias, para que olvidaran el Decenio Gris y comprendieran la utilidad de esforzarse en aplaudir y firmar cuanto documento el régimen les ponga delante.
Lo que debía ser un sindicato de escritores y artistas, funciona como todos los demás sindicatos cubanos: cumple orientaciones “de arriba”. Siempre ha sido así, con todos los presidentes que ha tenido la organización: desde Nicolás Guillén, el primero, hasta Luis Morlote, el actual, pasando por Abel Prieto y Miguel Barnet.
En lugar de defender a los artistas e intelectuales de los atropellos y la represión, la UNEAC contribuye a denigrarlos y apabullarlos, como ocurrió en los casos del 27N y el Movimiento San Isidro. Lejos de pronunciarse a favor de la libertad de creación y de expresión, refrenda y apoya los decretos leyes del régimen dela continuidad fidelista que restringen libertades y derechos, como el 270, el 349 y el 35.
Talentos aparte y salvo algunas pocas excepciones, de tanta indignidad y ridiculez, más que un Parnaso, la UNEAC recuerda la Corte de los Milagros. Una comparsa de bufones, genuflexos y aduladores que repiten el coro sin abochornarse, se ponen combativos cuando lo requieren las circunstancias y aplauden como focas amaestradas, en reñida emulación para ver quien lo hace más fuerte…
No en balde, son tantas las personas que no lamentan, sino que se congratulan, se sienten aliviados, más libres y dignos, después de haber sido expulsados o renunciado a la membresía en la UNEAC.
Silencio, exilio, astucia
Víctor Manuel Domínguez
Se las dan de intelectuales polémicos, o de un post- vaya usted a saber, siempre que los censores censurados de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) no los amenacen con alejarlos del avión, las editoriales o de las calderillas en divisas.
Estos heroicos acarreadores de libros en la Casa de las Américas, cualquier pelafustán con dos libritos publicados donde revela su antes reprimida homosexualidad o expertos fabricantes de jaiboles en la tertulia literario-política en el Café Emiliana, del Instituto Cubano del Libro (ICL), escriben ebrios de goce sobre sus hazañas sexuales y cerveceras en un Di tú habanero, y como tristes remedos del Stephen Dédalus del Retrato del artista adolescente, de Joyce, se ocultan tras el silencio, recurren al exilio y utilizan la astucia para sobrevivir.
Sin compromiso alguno, según su buen saber, se alimentan de reales o ficticios desarraigos individuales, de persistentes tormentas y derrumbes colectivos, y los digieren en ambos lados de la mesa oficial o alternativa de un banquete literario light, sin esperar que “el tiempo, que nos destruye a todos, reduzca lo que no es genial a bazofia”, como dejara escrito Harold Bloom.
Diestros en guardar silencio en cuanto al tema de la represión en Cuba por razones políticas; rápidos a la hora de armar maletas para ir al exilio en cuanto le pisoteen el cayo de la dignidad herida por la pestilencia de un calabozo, y astutos a la hora de situarse dónde esto no suceda, los creadores de la literatura de la libertad insular se pasean, como un Jano de plastilina, sobre la imaginaria frontera de una sociedad dividida en dos o mil pedazos.
Gracias a “su compromiso moral” con la verdad en cualquiera de sus partes, y a un don de ubicuidad cuasi divino, lo mismo los vemos disertando sobre literatura en un programa de Mega Tevé en Miami, que en un set de vitrales en el Canal Habana. También se pueden leer a la vez en Diario de Cuba, La Jiribilla y Cubarte.
Es más, nadie cercano o que siga día tras día las relaciones amor-miedo entre algunos nuevos escritores y el tema político, puede negar que, si ayer los vio en una tertulia literaria de los represores culturales, hoy los pueda ver junto a sus colegas reprimidos en una lectura de poemas o cuentos calificados por las autoridades como subversivos.
Pero si algo despierta el interés sobre estos escritores disidentes-comunistas, es la facilidad con que asumen su papel en ambos planos conceptuales. Al parecer, es tan poca la consistencia de su obra para la literatura cubana, que, si hoy son galardonados en un concurso para textos prohibidos, mañana son agasajados por quien los prohibió.
Por eso nada como alguien autocalificado de precursor para que los prejuicios desaparezcan y desanden los caminos que se bifurcan, pues, aunque todos conduzcan al infierno de los impostores, en un lado obtienen promoción y viajes, y en el otro dinero y conmiseración.
No es preciso nombrarlos. Por sus poses de intelectuales desinhibidos, vestimenta estrafalaria, y una mezcla de lenguaje soez-culteranista en una estructura formal imposible de leer, los conoceréis. Pero tengan cuidado: sus plumas están al servicio del mejor postor.
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Luis Cino Álvarez (La Habana, 1956) Escritor y periodista independiente desde 1998. Fue miembro del Consejo de Redacción de la revista De Cuba y de Primavera Digital. Colaborador habitual de Cubanet desde 2003. Ha publicado los libros Los tigres de Diré Dawa (Neo Club Ediciones, 2014), los más dichosos del mundo (Neo Club Ediciones, 2018) y Volver a hablar con Nelson (Bokeh, 2022). Reside en Arroyo Naranjo, La Habana.
Víctor Manuel Dominguez (Bayamo, 1957), escritor, guionista y crítico literario, es vicepresidente del Club de Escritores de Cuba. En Cuba su poemario 'Puntos de vista' alcanzó el Primer Premio en el concurso Mangle, con derecho a publicación, pero por razones ideológicas no fue publicado. Por igual causa su novela 'Operación Caldosa' y los libros de relatos 'Canción de los olvidados' y 'Pasaporte para las estrellas' fueron retirados de lVia editorial Letras Cubanas. Ha publicado los libros 'Revolución a la carta' y 'Café sin Heydi frente al mar', entre otros.