Fragmento de "Mi tío David, muerto en deportación, y yo"

JACOBO MACHOVER

Al cruzar la frontera entre Francia y España, entre Cerbere y Portbou, lo que he hecho en innumerables ocasiones, la primera visión, la que salta a la vista, es la de una iglesia monumental, construida en altura, sobre un promontorio. Nunca habría tenido la intención de visitar el pequeño balneario, situado del lado español, si no fuera por Walter Benjamin. Podría haberme detenido allí alguna vez, antes de continuar hacia el sur en dirección a Gerona y Barcelona, pero ansiaba cruzar la frontera española que resultaba ser como la llegada a otro mundo. La diferencia de anchura de vías del ferrocarril obligaba a cambiar de tren. Yo me acercaba a mi universo, con el placer de pasar al idioma de mi infancia, pero con la ansiedad de encontrarme en un país dominado por un catolicismo rancio, del cual todavía pugnaba por librarse. Finalmente me decidí a salir una mañana de la estación, que era para mí sólo un lugar de tránsito, y bajé los escalones que me llevaron al centro. Sabía adónde quería ir de inmediato: al cementerio. Empecé a subir rápidamente por una carretera empinada y, de pronto, me quedé sin aliento. Tuve que detenerme varias veces, las piernas acalambradas; tal vez a causa del cigarrillo, también por la emoción. Iba a visitar a un muerto a quien nadie iba a ver. En realidad, iba a ver un nicho del que nadie sabía realmente a quién pertenecían los restos allí depositados. Fue supuestamente la última morada de Benjamin.

Había una luz cegadora aquella mañana, a principios del otoño. En la cima de la colina, la pequeña necrópolis dominaba el Mediterráneo, tanto francés como español en este lugar. Una vista grandiosa. Se estaba construyendo un monumento alegórico, obra del escultor israelí Dani Karavan, quien más tarde haría el monumento al Holocausto en Berlín. Se llamaría Pasajes, un guiño a los de París, el passage des Panoramas, el passage Jouffroy y otros, colindantes con los grandes boulevards, que Benjamin había celebrado en su texto inacabado “París, capital del siglo XIX”, en el que elogiaba la modernidad de la ciudad, a la que tanto había amado y que tuvo que abandonar cuando las tropas alemanas la invadieron en junio de 1940. El resto no resultó ser más que una huida (corta) hasta su suicidio, acaecido unos meses después, en septiembre, en un cuarto del Hotel de Francia en Port Bou. El filósofo, algunos de cuyos escritos, un poco anticuados, se han convertido extrañamente en textos de referencia académicos, no es para mí un objeto de estudio sino un espejo. En la fachada del antiguo hotel, transformado en museo, que albergó la tragedia, se puede ver hoy día un retrato de Walter Benjamin. Bajando del cementerio por la carretera, me detuve un largo tiempo frente a su foto (el edificio a menudo estaba cerrado durante las horas de playa). Con sus pequeños lentes redondos, se me parecía increíblemente. Siempre la misma representación del intelectual, judío, además, para el cual el mundo es un enigma indescifrable que debe intentar a toda costa entender o huir de él cuando ya no hay nada más que entender. Él ya no se sentía con fuerzas. Creía que la España del generalísimo Francisco Franco lo iba a entregar nuevamente a Pétain y éste a Hitler, tal como lo había prometido el mariscal en el momento de la firma del armisticio en junio de 1940. Tengo una irresistible tendencia a identificarme con modelos que no lo son y percibir el mismo destino. Imagino mi final como el suyo, pero es sólo una terrible fantasía de mi imaginación. No siento el miedo pánico que Walter Benjamin sufrió. El tiempo no es el mismo y la España que primero conocí resultó ser muy diferente, era la de la transición del franquismo a la democracia, y la de los años posteriores.

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Jacobo Machover nació en La Habana en 1954 y vive en París desde 1963. Es actualmente catedrático en lengua, literatura y civilización hispánicas en la universidad de Aviñón, en Francia. Escribe indistintamente en español y en francés. Ha sido crítico literario y periodista en revistas y diarios como Magazine littéraire y Libération, así como corresponsal en París de Diario 16 y Cambio 16. Colabora en Revista de libros y Revista hispano-cubana. Entre sus libros se encuentran la novela Memoria de siglos (Madrid, Betania, 1991), la recopilación de relatos El año próximo en… La Habana (Madrid, Cocodrilo verde, 2001), y los ensayos La memoria frente al poder. Escritores cubanos del exilio: Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Reinaldo Arenas (Valencia, Prensas Universitarias de Valencia, 2001), La dinastía Castro. Los misterios y secretos de su poder (Madrid, Áltera, 2007), La cara oculta del Che. Desmitificación de un héroe “romántico” (Barcelona, Ediciones del Bronce-Planeta, 2008), El terror “humanista”. Tribunales revolucionarios y paredón en Cuba (1959), Madrid, Editorial hispano-cubana, 2010 y El Sueño de la barbarie, Atmósfera Literaria, 2012 y El exilio lejos del paraíso, Atmósfera Literaria, 2016.

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