El hundimiento del remolcador 13 de Marzo-Un crimen sin nombre-

MANUEL C. DÍAZ

    Era el 13 de Julio de 1994. Ese día, hace ya más de veinte años, el régimen castrista de Cuba dio la orden de hundir el remolcador 13 de Marzo, causando la muerte de 41 de sus ocupantes, entre ellos diez niños, cuando intentaban escapar de la isla.

    Por los testimonios de algunos de los sobrevivientes nos ha sido posible recrear aquel monstruoso crimen. Todo comenzó así: durante la madrugada fueron llegando en pequeños grupos al muelle donde estaba atracado el barco en el que escaparían de Cuba. Algunos se acomodaron en los camarotes y el cuarto de máquinas; otros lo hicieron en la cubierta bajo un toldo que servia de techo. Cuando estuvieron todos, Fidencio Ramel Prieto, que era el líder del grupo, arrancó el motor. En el puente de mando, Raúl Muñoz, que era el patrón del remolcador, escuchó el sonido del arranque y condujo la nave lentamente por el canal de salida de la bahía.

    Cuando enfilaba hacia el mar abierto se percató que dos remolcadores modelo Polargo, habilitados para apagar fuegos, lo seguían de cerca. Justo al llegar frente al Castillo del Morro los Polargo comienzan a disparar sus cañones de agua. Algunas mujeres que estaban en la cubierta alzaron a sus hijos en brazos pidiendo clemencia, pero la presión de los chorros de agua las lanza al mar junto con los niños. Mientras tanto, un tercer remolcador que se ha unido a la persecución embiste al 13 de Marzo por la popa y rompe su casco. Raúl, el patrón, pone la máquina a tope y trata de escapar, pero el motor no le responde. El barco empieza a hacer agua y los que estaban en el cuarto de máquinas son los primeros que mueren; los demás se tiran al mar. El remolcador 13 de marzo se para de proa completo, se vira con la quilla para arriba y empieza a hundirse.   

    Momentos antes, en medio de la oscuridad de la noche, un niño ve acercarse a toda velocidad tres barcos que enseguida comienzan a embestir la embarcación en la que viaja junto a su madre y otros familiares para escapar de Cuba. Entonces, cuando comienzan a lanzarles chorros de agua tratando de hundirlos, el niño grita: "Nos rendimos, nos rendimos”. Quizás fueron sus últimas palabras. Momentos después se hundía para siempre en la negra profundidad de las aguas mientras su madre, desesperada, gritaba: “¡Cójanme al niño, auxilio que se me ahoga!”.

    Su nombre era Juan Mario Gutiérrez García, le llamaban cariñosamente Joanmi y tenía diez años. De los diecisiete miembros de su familia que intentaron salir de Cuba aquella fatídica noche, solo tres sobrevivieron: su madre y dos primos.

    Casi un año después, el 7 de marzo de 1995, la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, por denuncias recibidas de parte de los sobrevivientes, abrió una investigación y solicitó al gobierno de Cuba la información pertinente sobre los hechos. En nota de 23 de marzo de ese mismo año, la Sección de Intereses del gobierno de Cuba remitió a la Comisión una copia de la intervención de Fidel Castro, de fecha 5 de agosto de 1994, ante los medios de comunicación cubanos tratando de justificar el hundimiento: “Fueron ellos, los trabajadores de los remolcadores, los que tan pronto se dieron cuenta de que se había producido el secuestro se movilizaron a toda velocidad para impedir que se lo llevaran. El comportamiento de los obreros fue ejemplar, no se puede decir que no, porque trataron de que no les robaran su barco. ¿Qué le vamos a decir ahora, dejen que les roben los barcos, sus medios de trabajo? Los guardafronteras no tuvieron nada que ver, llegaron allí unos minutos después que se produce el accidente”.

    Pero la Comisión no se dejó engañar por Fidel Castro y en sus conclusiones estableció lo siguiente: “El Estado de Cuba es responsable de la violación del derecho a la vida -artículo I de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre- de las 41 personas que naufragaron y perecieron como consecuencia del hundimiento”.   

    La dictadura cubana ha cometido muchos crímenes, pero ninguno como el hundimiento del remolcador 13 de marzo. A veces nos olvidamos de todo el daño que esa despreciable dictadura nos ha hecho. Por eso, cada vez que el tiempo transcurrido comience a ablandarnos el corazón, debemos recordar los gritos de Joanmi: “nos rendimos, nos rendimos”.                        

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Manuel C. Díaz nació en La Habana, Cuba, en 1942. En 1966 fue encarcelado por intentar abandonar el país en un barco. Junto con otros cuatro mil presos políticos cubanos, fue indultado en 1979. Desde esa fecha reside en la ciudad de Miami. Ha escrito varios libros: El año del ras de mar (1993), novela corta en la que narra parte del horror que ha vivido el pueblo cubano. Un paraíso bajo las estrellas (1996), una colección de cuentos. Las novelas Subasta de sueños (2001) y La virgen del malecón (2013). Y De Cádiz a Normandía (2016), una recopilación de crónicas de viajes.

Es miembro fundador del PEN Club de Escritores Cubanos Exiliados. Actualmente escribe artículos de opinión y reseñas de libros en El Nuevo Herald. Sus obras han aparecido en diferentes antologías y revistas literarias.

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