Fragmento de “Los maricones van al cielo”

ARMANDO LÓPEZ SALAMÓ

Obiñí-ñañá

Manana, ¿los maricones van al cielo?

       —¡Qué pregunta es esa! ¡Qué cosa te han metido los curas en la cabeza! Manana sale al Patio de Nadie refunfuñando. Se sienta al pie de la mata de ceiba. La sigo. Me siento a su lado:

       —¿Has visto alguna vez cortar una ceiba?

       —Nunca.

       —Ni lo vas a ver. ¡Sería un sacrilegio! Y el que se atreva a cortarla acaba mal. Porque la ceiba es el árbol de Kitán, un santo que mata con candela.  Por eso la gente pone ofrendas a los pies de la ceiba. Y nos sentamos aquí, para que Kitán, me oiga, olvide su matraquilla, te deje tranquilo y permita se asiente esa cabeza tuya que anda como loca.

       —Manana, yo…

       —No me cuentes, mi’jo, soy una negra vieja y nada en el mundo conozco más que tu cabeza. Estaba escrito. Comenzó mucho antes de tú nacer, cuando Sambia Mpungo creó el mundo, le metió adentro tantas cosas a su capricho, que se pelearon entre sí. Al principio, Sambia, desde allá arriba, se divertía mirando los líos que se formaban. Pero después, le dolió tanta guerra y mandó a sus hijos a imponer el orden. A los perros que mordían perros les mandó a Zarabanda.  A los peces del mar les mandó a Mamá Kalunga.  A los leprosos les envió a Tata Fundé. A las putas, pobrecitas, les mandó a Mamá Wanga, la dueña de la miel, para endulzarles la vida que llevan. Y a Kitán, el más mujeriego y pendenciero de todos sus hijos, le ordenó cuidar a los hombres machos, para que perpetuaran la especie. Cada criatura, animal o planta, por chiquitica que fuera, recibió la protección de Sambia, que juró cuidarlas a todas por igual. Así, antes de retirarse a donde no llegan los aviones, bien lejos, para que no lo perturben con tanto rezo, mandó a su travieso hijo Inlé, casi un niño, a proteger a los obiñí-ñañá.

       —¿Quiénes son esos, Manana?

       —Ay caray, mi’jo, los mariquitas. Sambia los creó con cuerpo de hombre y contentura de mujer para confundir los caminos, pero enfurecieron a Kitán que, desde entonces, les enciende con candela la cabeza para que no las piensen y se desboquen, para que metan la pata, para que nadie los mire.   

       —Eso es peor que el infierno del que hablan los curas.        

       —Los curas son cacafuaca y no conocen el poder del niño Inlé, un santo ladino y misterioso. No se deja ver. Trabaja en la sombra. Cuando Kitán duerme, apaga su candela con agua, mucha agua. Por eso, los obiñí-ñañá, deben salir de noche, cuando Inlé los protege.                

       —Y ahora, quédate quieto, Tres Paticas, no te muevas, que voy al pozo.

       Se incorpora. Camina hasta las lavanderas, que le ceden el paso. Regresa doblada con dos cubos de agua.

       —Cierra los ojos, mi’jo, y sueña, sueña que eres feliz.

       Obedezco. Veo al Águila nadando desnudo en el río. Me llama, corro hasta él, cuando... ¡ah!, siento el agua fría bañar mi cabeza y todo mi cuerpo, las manos del Águila acariciándome y, a un tiempo, la voz de Manana, clamando por mí al santo protector de los maricones.

       —Inlé, amigo del agua, óyeme bien, carajo, protege a mi’jo de las cabronadas de Kitán, o te las vas a tener que ver conmigo.        

       Si no tuviera tanto frío me echaría a reír. Pero mejor que no, porque Manana me daría un soplamoco que me arrancaría un pedazo.

       —Abre ya los ojos Tres Paticas y que el agua también limpie tu cabeza de las patrañas de los curas, y de esos santos blancos tan aburridos que ni cantan, ni bailan, ni se emborrachan.  Y óyeme, por única vez, mi’jo, no existen cielo, ni infierno, ni buenos, ni malos, el bien y el mal caminan juntos. Sambia Mpungo, en su infinito poder, lo mezcló todo para divertirse. Por eso hay que cuidarse de los buenos y abrirles la puerta a los malos, de vez en cuando, para que nos ayuden. 

Capítulo de la novela Los Maricones van al cielo

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Armando López Salamó, originario de Santa Clara, fue fundador de la revista cubana Opina y del Premio Girasol a los artistas más populares de cada año en la Isla. Sus artículos, entrevistas y conferencias han sido publicados en LatinoaméricaEspaña y EEUU. Ha dirigido musicales en los principales teatros de Nueva York y La Habana.

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