Fragmento de “El Lyceum y Lawn Tennis Club: su huella en la cultura cubana”

WHIGMAN MONTOYA DELER

Sección de biblioteca

Desde que se inauguró la institución, la idea de una biblioteca fue uno de los proyectos que más interés y atención recibió en el orden cultural; ya en 1929 cuando se celebra por primera vez El Día del Libro, muchos de los autores allí representados, donaron el producto de la venta de sus libros a la biblioteca del Lyceum, confiados de que esas mujeres harían una gran labor cuando ya algunos aseguraban su pronta desaparición.

Este recinto de la lectura fue escogido desde un inicio para ofrecer en ellos conferencias, ventas de libros, charlas y conversatorios, por lo que se convirtió en uno de los salones de mayor actividad dentro de la joven institución, a tal punto que brindó sus servicios, en estrecha relación con la vocalía de Asistencia Social, a la Cárcel de Mujeres de Guanabacoa pues donó en 1931 una gran cantidad de libros y revistas para surtir la biblioteca de la prisión.

Muchos de los materiales que conformaban la biblioteca de Lyceum habían sido donados por sus socias, y otros se habían adquirido mediante compra o donaciones de sus propios autores en las festividades por el Día del Libro en el que tanta participación tenía la vocalía de biblioteca. Según el estudio de Dayilién Lazcano también se había surtido gracias a la rica colección de la familia de los Méndez Capote. En 1933 contaba con 2 412 volúmenes entre los que predominaban los temas literarios, artísticos y sociales. Entre 1935-1936 la cifra había ascendido a 3 236 volúmenes, pero el detonante fue el ofrecimiento de Max Henríquez Ureña (1937- 1939); él les presta su biblioteca por un período de cinco años o más, elevándose el grupo de sus ejemplares a 8 000. Pero según investigación de Lilia María Sánchez y recogida por Dayilién Lazcano, aquella afirma que en entrevista realizada a Vicentina Antuña, ésta le dice que los libros de la biblioteca de Max Henríquez Ureña fueron reintegrados años después a petición del dueño. Lamentablemente no se conoce la fecha exacta de su devolución; lo más probable es que haya sido después de 1949 porque en esa fecha, y según memoria de 1949-1951, ellas reorganizaron dicha colección. Con este aporte, pensaron en hacer realidad los sueños de convertirla en biblioteca pública, pero ni había espacio suficiente ni las mejores condiciones para un buen servicio; es por ello que para el éxito de tal empresa realizaron varias actividades con el propósito de recaudar el dinero. Una de esas acciones fue la realización en 1937 de un Festival de la Moda, dos rifas: una, de dos pasajes de excursión a México y un viaje a la Feria Internacional de Nueva York; también se hicieron gestiones con el Poder Ejecutivo del país que donó $5 000 de los cuales se habían percibido para la fecha $2 500. Otro de los proyectos fue la fusión con la sociedad femenina de carácter deportivo Lawn Tennis Club, que ocurriría el 22 de febrero de 1939.

Ya en 1934, Herminio Portell Vilá ofrecía una conferencia titulada «Libros y bibliotecas de Cuba». Entre los meses de junio y agosto de 1936, la Sta. María Villar Buceta impartía en el Lyceum el curso titulado «Iniciación biblioteconómica», en 1938 se celebra la Asamblea Pro Biblioteca y producto a ésta se crea en 1939 la Asociación Bibliotecaria Cubana que conjuntamente con el Lyceum funda la Escuela de Servicio de Biblioteca. En 1948 en una reunión celebrada en los salones del Lyceum, la Dra. María Teresa Freyre de Andrade propone la creación de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, en honor de Marieta Daniels, de la Biblioteca del congreso de Washington.

Grupo de Estudiantes de la Escuela de Biblioteconomía de la Universidad de La Habana, 1956. Biblioteca de la Universidad de Miami. Colección del Patrimonio cubano.

Durante toda la década del cuarenta continuaron con los programas de lecturas,charlas y comentarios en torno a libros y a temas de interés, lecturas de Tesis de Grado, estudios científicos, musicales etc. Muchos de éstos eran tratados, debido al interés y a petición de los propios lectores, aunque la vocalía también decidía sobre algún tópico que fuera de utilidad. Para el buen desempeño y prestigio de la biblioteca se trazaron varías acciones: la compra de libros con su propio presupuesto mensual y algunos donativos en metálico, también se ofrecieron gratuitamente una gran cantidad de libros y se realizaron varios canjes. Las adquisiciones llegaron a alcanzar para este período la cifra de 1 223 títulos, también se enriqueció su sección de revistas con publicaciones como Clavileño, Cuadernos Americanos, Poeta, Revista de Filología Hispánica, Revista de La Habana, entre otras tantas.

Empeñadas siempre en brindar un excelente servicio de cultura, realizaron todas estas mejoras y publicaron desde 1941 una hoja bibliográfica con reseñas de los libros de recién adquisición, también organizaron con la Asociación Bibliotecaria Cubana dos cursos teórico-prácticos de Biblioteconomía.

La biblioteca abría sus puertas en los horarios de 9 a 12 m, de martes a domingo y los lunes hasta las 6 p.m. y después de haber resuelto todos los inconvenientes se inauguró de manera pública el 19 de mayo de 1942 a la 7:00 pm, y la apertura estuvo a cargo del Dr. José Agustín Martínez, ministro de Educación, y palabras de Elena Mederos. Con esta labor se realizó una gran hazaña cultural y social. Una vez inaugurada se propuso promover el interés de los lectores, e inició una serie de charlas y comentarios sobre temas actuales; también organizó cursillos y fomentó otras actividades encaminadas a la divulgación cultural; muchas de éstas se trasmitieron por la emisora O ´Shea a cargo de María Teresa Freyre de Andrade y Raquel Robes.

Con su nueva condición de biblioteca pública siguió siendo circulante solo para las socias, y en 1945 se les prestó a las inscritas, la cantidad de 521 libros, pero no fue hasta 1946, y después de un detenido análisis, que se decidió extender este servicio al público, por lo que fue esta biblioteca, la primera en Cuba, en dar esta asistencia a personas que por una u otra razón no podían realizar las lecturas en las salas, en los horarios establecidos. Esta condición de circulante le permitió ganar un gran número de visitantes, ya que los préstamos se realizaban por un período de 15 días y podían extenderse por otros 15 días más, en los cuales al lector se le podía prestar hasta dos libros.

Durante el período 1943-1945 se reanudó el Concurso del Día del Libro con la convocatoria de uno sobre obras escritas para niños, y la biblioteca pública es invitada a concurrir a la Feria del Libro celebrada en el Parque Central. La vocalía, preocupada por la divulgación del trabajo bibliotecario en Cuba y a nivel mundial, sufragó los gastos de un número de la revista de la propia institución que por supuesto fue dedicada a este tema. Este hecho dio lugar a una Mesa Redonda con los autores de los diferentes artículos convirtiéndose según criterios de Mercedes García Tudurí, secretaria de actas de la Memoria 1951–1953: «en una de las pocas ocasiones en que en nuestro país se celebra dentro de este campo, una reunión con características netamente profesionales».

Si hubo algo que caracterizó el trabajo del Lyceum fue su vínculo y apoyo entre vocalías, pues estas trabajaron unas en función de otras según los proyectos que se llevaran a cabo. La biblioteca colaboró con Asistencia Social al Hospital Nuestra Señora de las Mercedes y a la Cárcel de Mujeres de Guanabacoa, Conferencias con Biblioteca, y Música con Biblioteca al constituirse en esta la Discoteca dirigida por Ofelia Veulens de Álvarez, con la cual se brindaba tanto a las socias como a la comunidad un amplio y variado programa musical gracias también a la colaboración del Comité Juvenil de la Orquesta Filarmónica de La Habana.

Para 1953 las diferentes vocalías de la institución contemplaban la idea de celebrar por todo lo alto el centenario del Apóstol, y el sagrado recinto de la lectura y los libros se sumaría organizando cinco grupos de lecturas sobre Martí: Escritos Filosóficos a cargo del Dr. Jorge Mañach, Escritos Literarios por Emilio Ballagas, Cartas por la Dra. Fina García Marruz, Escritos Políticos por el Dr. Elías Entralgo y Crítica de Arte por el Dr. Luis de Soto. También en este homenaje participó la Biblioteca Juvenil con la organización de un curso de Lecturas Martianas a cargo de Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo.

Otra de las iniciativas que llevó a cabo esta vocalía fue la de organizar y sostener la valiosa colección de libros en idioma inglés atendida por el English Book Club del Lyceum, un grupo bastante autónomo que se dedicaba a comentar, leer, promover conferencias y otras actividades, pero con la absoluta condición de que fuese en este idioma. En los años posteriores a 1953 las actividades extensionistas de la biblioteca empezaron a decaer y sólo merece destacarse la celebración en 1954 del Día del Libro Cubano en que la biblioteca exhibió los documentos pertenecientes a Antonio Bachiller y Morales.

Gracias al interés que siempre tuvieron las lyceístas por promover el amor hacia la lectura, se creó una Sección Infantil donde se leían cuentos, se hacían concursos y se premiaba con libros a los ganadores; se proyectaban películas educativas dedicadas a las escuelas públicas y privadas del Vedado, estas últimas con la colaboración de Dulce María Escalona. ( al centro en la foto siguiente, junto a María Teresa Freyre)

Al centro la Dra. Dulce María Escalona, pedagoga. A la derecha la Dra. María Teresa Freyre, creadora de la Asociación Cubana de Bibliotecarios.

Ya para el 24 de marzo de 1944 se crea la Biblioteca Juvenil y entre las acciones más exitosas en esta esfera se recuerda la del año 1942, de la cual se hace referencia en: Bibliotecas del Lyceum Lawn Tennis Club: la Biblioteca Juvenil, por Zoia Rivera y Dayilién Lazcano, y es cuando, animadas por la lectura del libro The Library in the School de la bibliotecaria norteamericana Lucila Fargo, las especialistas de la entonces Sección Infantil, decidieron trabajar a favor de las escuelas públicas del Vedado.

El proyecto consistía en un trabajo en conjunto: la Biblioteca Juvenil y las escuelas públicas y privadas. Para ello se tuvieron en cuenta los planes de estudio de estos centros con cuyo enfoque llevaron a cabo una serie de acciones que estas escuelas por sí solas no podían desarrollar debido a la falta de materiales. Para apoyar sus clases, el Lyceum ponía en mano de los maestros los medios necesarios. Éstos consistían en libros, laminarios y exhibiciones de películas. Para 1942 aumentaron los proyectos con estos centros, se realizaron charlas, lecturas de cuentos, adivinanzas —que fueron muchas veces premiadas con libros—. La gran participación en estas actividades por parte de los niños conllevó a los miembros de esta vocalía a oficializar una Biblioteca Juvenil que tuviera todos los requerimientos en concordancia con las más recientes ideas en torno a la bibliotecología. Pero como ocurría siempre en esta sociedad todos los proyectos requerían de dinero, locales u otras necesidades con lo que muchas veces no se contaba; sin embargo, no por eso dejaron de llevarse a efecto pues gracias a los donativos de numerosos agentes: compañías de seguros y la ayuda brindada por el millonario Julio Lobo, pudo llevarse a cabo y sostenerse. El objetivo primordial era despertar en los niños el amor a la lectura y el sentido de responsabilidad y para ello organizaron cursos, lecturas, comentarios y exposiciones de libros, teatro guiñol y las exposiciones de películas que casi siempre trataban temas científicos, por supuesto en un lenguaje propio para su edad; estas colaboraciones seguían viniendo de la mano de Dulce María Escalona en colaboración con la Coordination Committee for Cuba. A través de proyecciones sobre la vegetación de la Laguna de Ariguanabo y la conmemoración del Día del Árbol —para la cual visitaron el Jardín Botánico y realizaron la siembra de un árbol por parte de los jóvenes lectores— se propusieron estimular en los niños el amor y el cuidado a la naturaleza; el amor a los temas americanos y cubanos a través de la celebración del Día de las Américas y el Centenario de la Bandera. Otro aspecto importante fue el marcado interés de despertar en los niños el amor por la investigación, orientándoles trabajos referidos a las películas exhibidas, pues como expresan Dayilién Lazcano y Zoia Rivera en Bibliotecas del Lyceum Lawn Tennis Club: la Biblioteca Juvenil, María Teresa Freyre, miembro de la vocalía de biblioteca, había expresado que a pesar de que era una labor de adultos, era preciso ir sentando las bases a través de la formación del hábito de estudiar, el amor a la lectura y a los libros. Igual que la biblioteca para los adultos, la Biblioteca Juvenil del Lyceum era de carácter circulante y prestaba servicio todos los días, de lunes a viernes, de 4:00p.m. a 8:00 p.m., y los sábados y domingos, de 9:00 a.m. a 12:00 m y contaba con una sala de lectura y una colección de libros y un laminario que contenía más de 500 láminas clasificadas en 62 epígrafes, el cual fue creciendo hasta llegar en 1951 a 1 514. Estas láminas tenían un carácter circulante dirigido especialmente a los maestros de las escuelas de El Vedado.

En el trabajo citado anteriormente las autoras exponen que en esta biblioteca se creó desde sus inicios una Comisión de Propaganda que estaba integrada por ocho lectores que tenían la misión de atraer a sus amigos a los salones de lecturas, llegando a tener en 1953 un número de usuarios de 1 500 personas. De esta forma despertaban el sentido de la responsabilidad haciéndoles ver que de ellos también dependía el buen desempeño de la misma.

En 1951 con el propósito de elevar el nivel cultural de los lectores, se realizan unas audiciones comentadas en torno a la música de Stravinski, a cargo de las maestras Carmen Valdés y Onelia Cabrera Lomo, quienes también imparten un Curso de Apreciación de las Formas Musicales compuesto por 6 lecciones; y en 1952 se ofrece uno de Apreciación Artística dirigido por María Luisa Ríos. También en 1951 se crea el Club de Lectura. El gran prestigio que ganó la biblioteca juvenil del Lyceum debido a su labor en favor de la comunidad permitió que, en el período posterior a 1959, la ex bibliotecaria de esa institución María Teresa Freyre de Andrade, que en aquellos momentos prestara sus servicios en la Biblioteca Nacional, invitara a Audry Mancebo (lyceísta y bibliotecaria) a organizar la Sección Infantil de esta institución a semejanza de la del Lyceum.

De acuerdo con los Programas Mensuales de 1954, hubo varias actividades dedicadas al trabajo bibliotecario. El resto de los cursos se desarrollan después de 1959, éstos eran:

• Cuatro cursillos de archivo: octubre de 1965, marzo y abril de 1966 y enero de 1967. Cada curso duraba tres meses y estaban a cargo de la profesora Generosa Blanco.

• Un curso sobre organización y uso de bibliotecas personales en junio de 1966.

Según Dayilién Lazcano: En abril de 1967 se imparte un «Curso de uso y manejo de los libros y la biblioteca» y en junio, uno titulado «Como organizar una biblioteca pequeña».

Estos cursos, que cerraron el fructífero trabajo del Lyceum Lawn Tennis Club en la formación de los bibliotecarios o en la divulgación de los conocimientos bibliotecológicos, aparecen en los últimos programas del Lyceum 1965-1966-1967-1968 antes de su clausura definitiva.


Whigman Montoya Deler. Licenciado en Letras por la Universidad de Oriente, Cuba, 2000. Master en Estudios Cubanos y del Caribe. Universidad de Oriente, 2006. Ha sido profesor de español como lengua Extranjera por más de 14 años en la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, la Universidad de La Habana y Tianjin Foreign Studies University, Tianjin, China donde además impartió Literatura Española y Latinoamericana. Fue profesor de Historia de la Cultura de Iberoamérica y el Caribe en la Facultad de Español como Lengua Extranjera de la Universidad de La Habana. (FENHI) Obtuvo una mención en la 16 edición del concurso de Poesía Luisa Pérez de Zambrana en el año 2001. Se dedica a la investigación en la enseñanza del español como Lengua Extranjera y al tema de la mujer en la Cuba Republicana. Ha publicado el libro titulado “El Lyceum y Lawn Tennis Club: su huella en la cultura cubana”, 2017 UnosOtros ediciones y los poemarios “El oscuro bosque de mis manos”, 2019 Ediciones Laponia y “Nudo gordiano” 2021 Ediciones Laponia y la segunda edición ampliada de “El Lyceum y Lawn Tennis Club: su huella en la cultura cubana”, 2022 Ediciones Laponia. Ha publicado sus trabajos en las revistas digitales: La Experiencia de la Libertad, La Libélula Vaga, La revista del Instituto cubano de ciencias culturales de la diáspora, la revista Ekatombe, Hypermedia Magazine, Revista Raíces, Árbol invertido, Poetripiados,Trasdemar, Isliada y Cardenal, entre otras. Ha colaborado en la antología poética “Impertinencia de las moscas”, Miami y la antología para temas LGBTQ “Orgullo e identidad”, auspiciada por la Revista Cardenal. Es editor y codirector junto a Jorge Venereo Tamayo de Ediciones Laponia, LCC Huston, Texas.

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