Fragmento de “Hitchcock: la homosexualidad y los MacGuffins”

SANTIAGO RODRÍGUEZ

Introducción 

Muchos amantes del cine de Hitchcock, aunque la homosexualidad nunca se menciona en sus películas, sabían que estaba implícita como un elemento distorsionador, sobre todo en los villanos de ambos sexos. Los estudiosos sostienen que está presentada de una forma negativa, salvo contadas excepciones, apoyados en la teoría de que el mago del suspenso se ajustaba a los cánones de su época donde hasta 1974, la homosexualidad era considerada un desorden mental punible, condenada por la religión católica, aunque muchos de sus miembros, en cantidades desordenadas cuando estalló el escándalo eclesiástico a fines del siglo pasado, eran fervientes perversos poseídos por el demonio de la sodomía. Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, calla para siempre el mal paso pertinaz que hemos dado, nuestra venerada iglesia no tendrá en cuenta estas pequeñas mentiras que andan propagando sobre sus servidores, aquí no ha ocurrido nada, corramos al cine a disfrutar esa película de estreno con paisajes tan bonitos, Para atrapar al ladrón, luego límpianos de culpas si sentimos alguna atracción desproporcionada por Cary Grant. Alfred Hitchcock era católico ferviente, practicaba la fe en su vida privada, de tú a tú con su querida Alma antes de alcanzar el sueño, pero no cuando ejercía como director de cine donde era un verdadero Mr. Hyde perfeccionista, había que tener un crucifijo a mano al cual aferrarse cuando la sombra de su presencia caía sobre los actores. Por decisión de la iglesia, murió católico, en confesión. Absuelto de pecados y ungido. 

Revisando la filmografía de Hitchcock desde sus comienzos en Alemania e Inglaterra hasta Family Plot (1976), en Estados Unidos, recogeremos a continuación momentos o personajes notorios señalados abiertamente como homosexuales en sus películas según la mirada avezada de muchos escritores dedicados a analizar su obra. En una segunda visita cautelosa recomendada a sus fans después de recorrer estas páginas, pueden aparecer otros inoportunos, averiados por las dudas, que lograron escaparse en esta primera ronda. 

Si hay una escalera, un collar, una bufanda, una carretera, un diamante, hasta un muerto condicionando la trama, eso es un Mac-Guffin, que en el desarrollo de este libro sabremos a ciencia cierta y a ciencia del propio Hitchcock, qué cosa exactamente es y qué importancia tiene en su obra. Al final, habremos completado un pequeño recorrido sobre una de las figuras más emblemáticas del llamado Cine de Autor, otro suspenso para ponerle atención, ¿qué cosa es el Cine de Autor? y ¿qué eucaristía cinematográfica llevó a Alfred Hitchcock a ser un director reconocido en el mundo entero? 

Adeste fideles. 

Período inglés de Alfred Hitchcock 

1The Pleasure Garden/El jardín de la alegría(1925, silente)(Esta película tuvo su premier el 1 de marzo de 1926 en el Reino Unido) 

Considerado el primer film completo de Hitchcock. La copia re- masterizada lleva la siguiente introducción: 

Alfred Hitchcock (1899-1980) comenzó como un pequeño diseñador, luego se convirtió en director asistente del productor Michael Balcon. The Pleasure Garden, una coproducción británico-alemana filmada casi en su totalidad en Múnich, es su primera película como director. 

Un juego de infidelidad entre dos parejas, con trazas de la futura “sustancia” por venir. El sugestivo título The Pleasure Garden (com- placencia, satisfacción, alegría) es el nombre de un teatro de varieda- des, caldo de cultivo para cualquier extravagancia, donde se dan cita la excentricidad de las coristas con sus movimientos provocativos y los adinerados sibaritas en busca de carne suelta, perdón, piernas de chicas ligeras al por mayor. La toma inicial en que las “niñas” van bajando por una escalera de caracol al infierno, o sea, al escenario donde los presentes experimentarán las más diversas agitaciones, es un primer indicio de toda la posterior obra de Hitchcock. Es la aparición obsesiva de este director por esos elementos arquitectónicos inventados no solo para subir o bajar, sino para crear tensión según las circunstancias que le dieron sentido a más de una de sus películas. Un bello comienzo, más bello aún como la simiente de lo que él lograría alcanzar como director de cine. 

Inconsciente todavía de los MacGuffins como tal, es el perro de Patsy el foco de atención que nos mantiene en vilo. Él determinará quién es el bueno que le conviene a la chica y quién es el canalla que jugará con ella. Con uno se abrirá de patas y con el otro que lo rechaza, ladrará lleno de terror, no te confíes, no me huele nada bien este tipejo. Además, la preocupación que se desata, voz de alarma, cuando la dueña lo abandona para irse allende los mares, puede ser a África, en busca de su marido supuestamente enfermo, nada menos que en brazos y piernas de una nativa, tremenda temperatura. Se desencadena la tragedia. Al final, Patsy reencuentra al novio de su amiga, el hombre que verdaderamente la ha amado y también a su perro que la esperó. 

Aquí, en su debut, Hitchcock pone las reglas del juego sobre los personajes dudosos en cuanto a su definición sexual que nunca dejarán de aparecer en pequeñas dosis. Ellos son parte del elenco. Tabú para la época, a pesar de que las miradas se le escapaban sin respeto, se ha señalado en The Pleasure Garden al diseñador de vestuario que trabaja para el gerente del teatro y luego se convierte en inseparable de Jill, su amiguita del alma. Un afeminado en extremo, de los que hacen del ambiente artístico su refugio, como quedó acuñado el estereotipo en el cine para casi todo lo que tuviera un escenario de trasfondo. Para sus biógrafos, había nacido el primer homosexual de Alfred Hitchcock. Y aunque todos se hicieron los desentendidos, también aparece una de las escenas de lesbianismo más alarmantes de este director, que la asoma con desenfado para alejarse rápidamente del intríngulis antes de que le retiraran los fondos de producción. No se asusten. ¿Sin ninguna mala intención o premeditado? 

Patsy, que es rubia artificial por gracia de las pelucas y decisión de Hitchcock se encuentra a Jill, que viene a ver al representante de The Pleasure Garden, pero no sabe qué hacer porque le aca- ban de robar el dinero y la carta de presentación. Con mirada no precisamente de lástima le ofrece una solución, te vienes a dormir conmigo. Primera aparición del perro, que le resulta indiferente a Jill, o quizás no soporta tener que compartirlo. Lo que sigue es donde surge el caos visual. Mientras se desvisten, aflora el rubor en la recogida y el descaro en la otra que parece pensar, bajo mi techo no me voy a privar de echarle una mirada completa. Así Hitchcock nos hace cómplices de lo peor. Patsy se pone un pantalón y Jill una blusa, como si fueran un matrimonio perfecto. Es en la cama donde Hitchcock evita, con la malicia que desde este inicio lo caracterizará, mantener una desenvuelta picardía y cierra el encuentro en un tono de comedia. La advenediza se posesiona de la única almohada como si fuera la reina de Saba. Se ríe de alivio, esa sucia imaginación que llevamos por dentro casi nos hace delinquir a favor del pecado y pensar mal de este par de alegres señoritas. En el teatro, Jill se adueñará del escenario con sus mañas y de cuanto hombre con dinero se le acerque, que nunca será suficiente. Triunfa. Una vez que Patsy desesperada recurre a ella para comprar un pasaje, recibe un simple y frío NO TENGO DINERO como respuesta. 

Muchas de las situaciones claves de la futura filmografía de Hitchcock aparecen ya en este jardín repleto de lascivia, infideli- dad, asesinato, sexualidad en sus diversas variantes y sobre todo, la forma retorcida de presentar a los personajes. Veamos con un ejemplo lo que el tiempo definirá como elemento hitchcockneano: mientras Patsy se despide de su esposo en el muelle, este se desen- tiende de ella y dedica su mirada a la chica que tiene al lado, parece decir: Con esta a bordo voy a tener un viaje placentero, la seduzco a ritmo de vals, soy un soltero inconquistable, ¿no lo cree?, a ver, búrlese de mí. ¿Y la esposa? Queda tácitamente claro que le importa un bledo. 

Para tener en cuenta: Con The Pleasure Garden, Alfred Hitch- cock sienta las bases de códigos y duplicidades que lo acompañarían a lo largo de su carrera cinematográfica. La escena donde Patsy comparte con Jill la piyama, ambientada dentro de un halo de re- domada inocencia, volverá a la carga en The Lady Vanishes con los personajes masculinos Charters y Caldicott que se bajan del lecho igualmente compartiendo la vestimenta: uno con la parte de arriba y el otro con la de abajo. Sin salir de nuestro asombro, expulsamos una risotada de aprobación. 

Nota: Virginia Valli y Carmelita Geraghty, reconocidas actrices del cine hollywoodense, viajaron hasta Alemania para representar a Patsy y Jill respectivamente. Hitchcock no les dio importancia. Jamás las mencionó, a pesar del esfuerzo desplegado por estas dos actrices con trayectorias reconocidas en manos entonces de un principiante como él. 

Premisa antes de continuar: Number 13 (que quedó inconclusa) y Always Tell Your Wife (no acreditada) fueron dos intentos aborta- dos de Hitchcock antes de su primer y oficial largometraje. Por falta de información sexual y de los MacGuffins correspondientes, que son las dos motivaciones de este libro, quedan exonerados de participar. Un rendezvous pendiente para otros curiosos. 

Divulgada cita para tener en cuenta: Hitchcock, como la mayoría de los cineastas que se iniciaron en el período mudo, no fue a la universidad en absoluto. 

En la Universidad de la Vida, él construyó su propio programa de estudios y capacitación vocacional. Según sus propias palabras al biógrafo John Russell Taylor, mirando hacia atrás en la vejez: “Dejé la escuela a los catorce años, me dediqué al dibujo de ingeniería y de allí, por una sucesión de pasos lógicos, al cine”.


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Santiago Rodríguez nació en Guantánamo, Cuba (1940). A principios de los sesenta es incluido en la publicación Cuentos 1964) en Santiago de Cuba y forma parte del grupo de poetas conocido por Los Diez. Graduado de ingeniero químico en la Universidad de Oriente. Desde 1965 residió en La Habana. Graduado de ingeniero agrónomo en la Universidad de La Habana. Su amistad con Antonia Eiríz lo hizo incursionar en la pintura. Ganó el premio del Salón Pequeño Formato 1980.  Desde 1990 reside en Estados Unidos.  Publicó en Miami La vida en pedazos (1999). Le siguen Una tarde con Lezama Lima (Cuentos,1999), Mírala antes de morir (Novela, 2003), El socialismo y el hombre viejo (Poesía, 2005), En el vientre de la ballena: Onto, gnosis y praxis (Crónicas de cine, 2008), El regreso de la ballena (Crónicas de cine, 2011), La venganza de la ballena en 3D (Crónicas de cine, 2012), Para hablar de cine el pretexto fue Barry Sullivan (Crónicas de cine, 2016), Cine de bolsillo (Crónicas de cine, 2017), En un bosque de la China (Novela, 2018), Hitchcock: la homosexualidad y los MacGuffin (Ensayo, 2021) y Crónicas de una despedida festiva (Poesía, 2022). En preparación, Encuentros cercanos de cine de cualquier clase (Crónicas).

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