Miguel de los Santos y el cine silente cubano

RUBÉN A. DE LOS SANTOS

PRÓLOGO

(el autor es nieto de Miguel de los Santos)

Fueron diez años o quizás más entre datos perdidos y mal señalados, patrañas descartadas y verdades desempañadas, toda una labor arqueológica y un arduo sacrificio con todos los vientos en contra; aunque, armado yo con una insistencia obsesionada do la constancia y así encuentro una verdad en ambos lados de la página oculta, lo que pareciera imposible de hallar. Al principio algunas respuestas, “historia tal cual”, rescatadas entre despojos desplazados, esclarecidos con creces al final de un túnel y allí, adjunto sus fichas desenganchadas como residuos de magia encubierta que retorna a su realidad tangible, derramada en donde las imágenes en movimiento hallaron junto a su gran luminaria la supuesta sombra inseparable, triunfos y derrotas. Hoy intento tantear en esa realidad encubierta por tantos desplomes o dehesas injustificadas, componiendo este rompecabezas que incita y a la vez asusta entre tantos andamios que sostienen reflejos de legendarias ruinas e innumerables carteles de riesgo.

-El cine silente cubano no sólo fue inestable y censurado en su debut, también el tiempo en compañía de un amplio conjunto destructivo, agentes depredadores, toda la ignominia en pugna cooperó a tanta destrucción histórica; por todo este intransitable camino se debería llegar a la cimiente de la evidencia, intercalada por muchos cruces ilógicos que comentaré a lo largo de esta investigación histórica-cinematográfica. En este ejemplar se señalan, sin limitaciones ni censuras, muchos de estos errores e imposiciones destructivas, como prevención a estos males y en pro de la historia y futuros investigadores. El lector percibirá los esfuerzos e indagaciones a contracorriente, barreras y tantos rescates entre superiores pérdidas, se asomarán cautelosamente algunos momentos entre líneas con faltas de datos directos o fechas aproximadas. Se ha tratado con arduo sacrificio de notificar la historia aquí tratada, puntualizando sus justos momentos y dejando a un lado los apasionamientos selectivos que, en la mayoría de sus manifestaciones, suelen ser presa fácil para con el desvío de las realidades a narrar; todo lo encontrado ha sido sometido extensas opiniones e investigaciones.

El primer muro, sombra para la muralla totalitaria

Ya ocurrido el milagro del cine sonoro, la mayoría de sus pioneros y sacrificados voluntarios quedaron en la censura casi de manera automática, junto a ellos, sus archivos y memorias. Esta transición trajo consigo cambios necesarios para una apertura, la cual requería otros talentos incorporados, algo más que la simulación teatral que respaldaría hasta ese momento la era del silencio entre cámaras. En yuxtaposición, atravesó un caos político con el objetivo final de provocar la entrada por las armas, de la amenazante “Revolución socialista” prontamente comunista. Se instalan los estudios cinematográficos ICAIC, secundados por emociones del entorno y la sed de ser. Así otro muro se levantaba contra la memoria del pasado, uno más al grupo ya titánico de sombras, al incipiente proyector mudo y archivos destruidos o quemados por mentes ignorantes y psicología de masas.

-Revoluciones sociales y malas enseñanzas históricas han sido el motor precursor de un preocupante desarraigo de cada poblador para con sus propios campos genealógicos y esta labor estuvo plegado de ello, nunca pensé que sería tan difícil después de trazado el bosquejo a segur y puertas a tocar, que tantas dagas se abalanzaran sobre este camino a la misma vez que progresaba el amor por la historia del cine cubano y sus orígenes.

Ignominia histórica y sucesores neófitos

En este panorama de totales censuras entro en las escenas investigativas, más de diez años invertidos, robándole minutos a mi tiempo, cuando mis piernas crearon caminos donde hurgar en documentos encontrados, fotos y vestigios. Así les encontré, sitios destruidos en su mayoría, sin posibilidad real de recuperación, impedían ser incluidos entre las pruebas tangibles de una época, una historia. Ejemplo vivo de ello es la morada de Guillermo de la Torre (el clásico villano del filme “La Virgen de la Caridad’), quien vivió junto a su esposa Mercedes Gonzales y Frontodona por muchos años, atesorando consigo un sin número de fotos, documentos, inclusive un proyector con copias originales de películas rodadas en aquella época extraviada, no sólo para esta indagación histórica, también para con la cinemateca nacional. Pero al fallecer el matrimonio Torre-González, su herencia fue cedida a personas jóvenes que quizás menospreciaron el legado o desconocían el valor histórico de cada documento en dicha estirpe, (estoy seguro de que la segunda posibilidad en esta morada es la correcta). Todo se perdió como agua escurrida entre los dedos. La residencia anteriormente comentada, junto a los secretos que guardaba en su interior fue heredada por una rama de mi familia materna, aún así, resultó imposible la recuperación de algunos datos como panfletos, imágenes, etc. Para cuando aconteció la tardía posibilidad de algún aporte sobre lo que pudiese quedar, ya residía yo en los Estados Unidos, factor que influyó mucho en ese periodo de paredes o distancias, inmovilidad e imposibles.

Ruben A. de los Santos

La mayoría de los documentos y fotografías aquí expuestas, fueron preservadas, (milagrosamente), por décadas difíciles en la finca Villa Bertha, (antigua casa de Miguel de los Santos en Ciudad de la Habana, Cuba), luego, guardadas por Esther María Menéndez Suarez (su esposa), enviadas posteriormente a Los Estados Unidos de América, donde fueron atesoradas, (o egoístamente acaparadas, nada que ver con el atesoramiento digno) por el hijo mayor del matrimonio Santos y Menéndez, trámites realizados en los días próximos en que falleciera Santos Martínez.

“Esther y Miguel de los Santos son mis abuelos paternos” por ello la consagración en esta investigación ardua; aunque muchos otros, (descendientes de este matrimonio) no merecían ser mencionados en ningunos de mis trabajos históricos, pues trato de escribir sobre lo que en importancia histórica ama y construye, no por lo que, sin aptitud o señalamientos dignos de plasmar, odia y a ociosidades egoístas destruye. Dada esta cuidadosa aclaración, concentro mis textos en el total período de mis abuelos y sus entornos, al no ser algunas excepciones en sus hijos.

“No siempre lo forjado con el corazón es seguro de no ser pisoteado por malas piernas salidas de esa misma simiente” (este es el caso exacto de lo antes mencionado).

Todo lo recuperado en la Villa Bertha contenía un grado avanzado de humedad y un deterioro creciente, dado el clima, también la ubicación geográfica de la finca familiar. Este accidente ineludible, atrasó un tanto el evento de aperturas para el ejemplar aquí hoy concluido, ya que cada muestra fue meticulosamente restaurada en mis estudios. Aún, quedan fragmentos irreparables, en piezas y en condescendencias; lo material y espiritual involucionó en un período generacional de pocos encantos.

Sumamos a tanta ignominia histórica o temporaria, esta destrucción desmedida por inconciencia o irresponsabilidad, personas implicadas frente a las reliquias históricas o consanguíneas, (reitero, sólo es un llamado a la consciencia patrimonial). Citando un ejemplo de ello, acontecido en el año 2002: -Fue en un instante, justo al llegar en mi visita dominical en Villa Bertha, dos de los hijos de Miguel, quemaban en el traspatio del local que guardaba los cajones humedecidos y preservados por décadas, todo lo allí acumulado, (reacomodando parte del contorno hogareño, según ellos). Fue muy poco lo rescatado del fuego y una imposible restauración. Uno de los materiales desaparecidos ese día fue un ejemplar periodístico, el cual recogía en unas 6 páginas la muerte y sepelio del pequeño Jorgito, (hijo de Miguel y Esther, fallecido a los 10 años), titulado: “En Lawton murió un niño” o quizás “En Lawton ha muerto un niño” cuya autoría y divulgación estuvo a cargo del reconocido periodista de la antigua revista Bohemia “Vicente Cubillas”. Más que un antiguo papel periódico, se trataba de un valioso dato histórico y sentimental, amplio en fotografías y textos de narrativa. También se incineraron valiosos documentos y fotografías de la antigua Rusia, (donados por el ruso Alejandro Shurigueen, del cual hablamos en el tomo#2), todo ese material, retirado de los archivos familiares para destinarles a ser destrozados por manos inescrupulosas. Aquel acontecimiento, más que tristeza, movilizó mis energías en pro del rescate, todo cuanto pudiera quedar, aun así, no mucho se logró a nivel de conciencias. Mucho se perdió en aquella fogata de ignorancia en todo género, desamor al patrimonio familiar o artístico, total irrespeto a lo atesorado, (quizás egoísmo para con el caudal genealógico en su peor tendencia). No sólo las memorias de un pasado interesante e instructivo se desvanecían, juntamente el conocimiento en base al acertijo para las generaciones futuras. Pero, algo siempre progresa después de una investigación en terrenos irregulares, sin dejar de mencionar que, aún en estos tiempos gran parte de las descendencias de este artista del cine primitivo desconocen a totalidad los pasos epónimos trazados por el actor ancestro en cuestión y contemporáneos allegados; estos son tiempos de avanzada incapacidad de pertenencia y escasez de ilustración, aunque es duro reconocerlo es necesario señalarlo.

Accidentes demoledores

En posesión de mi abuelo estaban unas copias de los filmes: “El Veneno de un Beso”, “La Virgen de la Caridad” y “El Romance del Palmar”, también otras películas de época y la desaparecida cinta por él producida “Confidencia Macabra”; parece ser que las escasas reproducciones originales de las mismas quedaron en salvaguarda de algunos de sus protagonistas (como en el caso de Guillermo de la Torre antes mentado). Miguel acostumbraba a colocar el proyector de vez en cuando junto a toda la familia y presenciar así el recuerdo de aquellos momentos de juventud, pero estas cintas eran sensibles al fuego por lo cual era prohibido fumar o prender un fósforo en cualquier proximidad a las mismas; “y ocurrió lo inesperado pero lógico”: -En presencia de todos, el hijo mayor de Miguel, el cual poseía el mismo nombre de su padre y para entonces fumaba viciosamente y sin descanso, sostenía un cigarrillo en el momento que sin cuidados previos ni dando valor a estas cintas, ensamblaba el proyector, pero se encendió uno de los rollos en movimiento por su proximidad al cigarrillo, así mismo y de manera inmediata todos los demás, se intentó apagar las llamaradas lo más rápido posible pero sólo sobrevivieron escasas partes de las 3 películas. Aún recuerdo cuando niño, en el cuarto que almacenaba todos aquellos destellos del pasado, se conservaban aún los restos de estas cintas en sus esféricos envases de lata, mi abuela nos regañaba constantemente reiterando lo peligroso de esa caja, pero finalmente a los años el fuego terminaría lo que por accidente inició, sólo que esta vez la negligencia en descuido de los mayores cargaría el banderín de tal estigma, ejecutado así por la curiosidad de los más pequeños de la morada familiar al ver la reacción del fuego en estas cintas y los colores que desprendían esas raras llamaradas. De esta forma concluyeron las películas mal atesoradas en la casa de mis abuelos paternos, siempre repleta de muchachos curiosos.

Mi primera experiencia con las películas de abuelo

A principios de los años 1980’s, mis padres me llevaron al capitolio nacional, en donde después de mucho tiempo se exhibiría “La Virgen de la Caridad”, (abuelo ya se encontraba viviendo en Venezuela para ese momento). Esto ocurrió mediante un acontecimiento del cine histórico o temporada internacional sobre el 7mo arte (bien no recuerdo), sólo memorizo que fue anunciada con prioridad y nos preparamos para ello, (al poco tiempo, se repitió la retransmisión del viejo largometraje en el cine capitalino Charlie-Chaplin). Así comienza mi interés a tanta evidencia oculta, una precoz inquietud presidida también por mi abuela, entre relatos constantes y mis preguntas insaciables. Hoy mis indagaciones o inquietudes históricas al respecto son correspondidas por Olimpia Menéndez, (cuñada de Miguel), con ya 95 años, los hijos del fallecido artista, Raquel y Lázaro Santos, (este último, su octavo hijo, mi padre). Nuevas entrevistas están siendo efectuadas en este momento a otros familiares cercanos, para completar de la próxima edición sus rincones vacíos, se intenta dar al lector un trabajo óptimo e históricamente exquisito. Muchos testigos o involucrados partieron ya, al sitio donde todos mostramos incertidumbre o inquietud de aceptación, abuelo, Esther y mis tías “Las Menéndez”, Hortensia, Chela, Guillermo de la Torre, Arturo Agramonte y otros tantos a los que pude preguntar cuando aún en tiempo mínimo frecuenté o conviví, mi conciencia debutaba para entonces en otros rincones y edades mínimas.

De honorables rescates y remembranzas

Miguel de los Santos, actor del cine silente cubano. Cuba 1911-Miami 1989

Miguel de los Santos muere en los Estados Unidos de américa, el 16 de junio del año 1989, a la edad de 78 años y sepultado en el cementerio Vista Memorial Mausoleum, en el NW Miami-FL, veintiocho meses antes que se exhibiera nuevamente la emblemática cinta silente. Una vez más, a 61 años de creado el legendario filme, se le notificó constantemente por el canal 51, (en Miami-FL), auspiciado y promovido por el señor Nat Chediak, con música original de Rodolfo Guzmán y cooperación del cineasta Jorge Ulla, (a los cuales nuestra familia y toda la comunidad exiliada agradeció por ese gran momento). Fue expuesto el sábado 12 de octubre del año 1991, a las 8:00 PM, y extendida su proyección al domingo 13 del mismo mes, a las 2:00 PM. Acudieron al recinto algunos de sus hijos ya residentes en la Florida, el mayor de ellos pronunció unas palabras sobre la vida y obra del actor. También se presentaron el escenógrafo y director cinematográfico “Ernesto Caparrós”, Chela Castro, (actriz y bailarina quien fuese su pareja de baile en los escenarios del Chateau Madrid), Hortensia Santos “Castroverde” (su sobrina y vedette cubana, quien modeló para las fotografías en carteleras como Virgen del Cobre, asimismo actriz de las sacras escenas recortadas y desaparecidas en el filme), más otros veteranos del ya muy antiguo cine silente cubano y la desaparecida farándula. Como sátira macabra, ubicó el destino este breve periodo entre la muerte de mi abuelo y los eventos conmemorativos en el exilio en pro a la existencia y final del cine silente cubano, del cual fue gestor, sólo un año más y hubiera experimentado los muy merecidos honores cinematográficos por su antigua carrera y epónimo momento registrado en la historia (en diversos instantes medito en este detalle polémico, cotidiano, “la vida y sus raros, ocurrentes e inesperados enigmas”).

-El tomo #II, contiene relatos, pliegos y fotografías de los momentos finales del artista en su triste y definitorio exilio, anexos en páginas finales con documentación personal, amigos y sucesos de época, (también documentados en diversas piezas).

Hoy, a 86 años del rodaje de la cinta que dio fronteras al silencio y la sonoridad, y su estreno en el cine Rialto de La Habana, doy mi aporte contra la desmemoria y así, de manera recíproca agradezco de aquel soñador impenitente su sacrificio y ejemplo para con nosotros. Libero de mi conciencia investigativa esta carga de imágenes que gritan por ser observadas, creció también algo dentro de mí y sólo el tiempo responderá las preguntas aquí expuestas. La inspiración que a mi infancia dio fragmentos de luz, atisba en el fantasma de este gigante que creyó en el esfuerzo de materializar lo impalpable y hoy nos percatamos. Aconteciendo los desgastes materiales y espirituales de los años, el largometraje “La Virgen de la Caridad” existe aún, como bastión ineluctable, burlando los abismos intrínsecos de la desesperanza y recortes inauditos.

Estos libros que hoy debutan son una enriquecida muestra en imágenes con resúmenes biográficos e históricos, colocados, en dos tomos; comienzos de la imagen, niñez, período silente y período sonoro, vida y muerte. Un manual cronológico, que pretende mostrar a los amantes de la historia, del cine y cultura en general, la vida fotográfica y documentada de un artista olvidado durante los trotes dantescos del tiempo demoledor.

Para adquirir el libro: https://a.co/d/cDZ9Brl


Rubén A. de los Santos nació en 1978 en Calabazar de La Habana, Cuba. Pintor, Poeta y Escritor. Actualmente reside en La Florida, USA. Ha participado en numerosas exposiciones como artista plástico. Inaugura en el año 2015 su editorial literaria “Hora Alpha” (nombre de su primer libro publicado en EE. UU). Ha publicado entre otros libros: “Estas no son palabras de Amor” (2015) ; “Miguel de los Santos” y el Cine Silente Cubano” (2016); “Diez Adversidades Escarlatas” (poesía); “Klorain Kalapas” (poesía); “Art, Esencia y Brahama” (catálogo pictórico armonizado con poemas); “De Adoquines y Mamparas” (antología poética 2015-2016); “La Chivichana sin Carrete” (segunda edición) (2017); “Márgenes del Almendares” (poemario mixto), en pro de promover a sus colegas en la Isla, con mención de bardos, datos y momentos históricos de su pueblo natal.

Previous
Previous

Destapando los truenos

Next
Next

Roberto Quiñones Haces, escritor total