Polvo de alas de una gran mariposa: el último poemario de José Martí
JOSÉ RAÚL VIDAL Y FRANCO
POLVO DE ALAS DE UNA GRAN MARIPOSA es un poemario de coloración diferente al resto de las colecciones de la manufactura poética martiana. Interesa ser sensible a esta diferencia si se desea acoger la dimensión de la persona humana sin juzgar ni malentender. Son versos de puro afecto en los que metáfora y erotismo convergen para legar una lectura exclusiva del intimismo del poeta, por mucho tiempo dejado en la sombra. Especialmente importa no atender solo algún verso, vocablo, símbolo, o parte de ellos, sino la orientación global del texto como una unidad temática cargada de rica sensualidad.
El sobajeo de la crítica ha obviado aspectos del escenario más íntimo de Martí, pleno de insatisfacciones a veces, gozosos otras, en favor del ser marmoleado. Peca de excesivo formalismo. Poco o nada se conoce de sus andanzas juveniles. Ni su diario de adolescente con que se hizo enterrar Micaela Nin, la esposa de Mendive, ni las cartas a su madre hasta 1881, ni el propio silencio del poeta están para aquilatar determinados espacios biográficos. Aún queda mucho por documentar, por el simple hecho de lo mucho lo que escribió.
Poemario como este ofrece una lectura atípica arrancada de las páginas de la historia. Se advierte un sentimiento gozoso como corresponde a una colección distinta de la abundante producción martiana. Aquí la pulsación lírica ꟷpresta al vuelo de la sugerenciaꟷ, salta frente a una realidad abrumadora convertida en metáfora desde el propio título: Estos son polvo de alas de una gran mariposa. El verso fluye con la suavidad de la sencillez que es el amor desde el intimismo cotidiano del hombre hasta hacerlo cercano y sugerente.
Polvo de alas de una… no es poemario de transición o de arrebato juvenil, o simples referencias de posibles versos a futuro. El modo distinto con que ensaya la métrica, el estilo, la entonación y la presentación los temas (en especial, amor, erotismo, mujer, belleza, verso) respecto a los tres conocidos, lo ubica como conjunto legítimo y autónomo dentro del contexto y la poesía martiana. Es otra aproximación al quehacer creador, distinto y no transicional, de vida y no de período, de oficio y no referencial. Quizás sea el que mejor recorre los periplos más convulsos de la vida íntima y pública del poeta que sentencia: Para la poesía:/ Armonía —no artificio; subrayando así la sinceridad de cada uno de estos versos.
El génesis del poemario, a juzgar por el cuaderno de apuntes # 6, se puede ubicar hacia 1881, y su desarrollo se extiende hasta 1894, según el cuaderno de apuntes #18. De modo, que al igual que Versos libres, Polvo de alas de una…, es un conjunto poemático, al que Martí vuelve de continuo. Son los versos en los que se leen al poeta desde su lugar más vital: Solos, mi verso y yo, nos contemplamos.ꟷ dice.
Y este planteamiento martiano, nos lleva de la mano a señálanos muchísimas de los espacios que aun necesitan dilucidación. Sobre todo, porque, cuando muchas biografías y testimonios se toman libertades más allá del registro histórico, la persona humana tiende a quedar atrás con sus vivencias más reales sin importar la documentación propia. Conforme a esto, se está ante un signo claro del extravío esencial de la misma obra que llega a reducirse exclusivamente a una especie de referencia cultural, de la que solo se conoce el nombre del autor y algunas de sus letras.
Obvia el biógrafo que (hablando yo del tema amoroso como relación y experiencia sexual en Martí):
Lo que se tiene por lujuria no es muchas veces más que el horror a la soledad, la necesidad de la belleza. De lo feo del mundo se busca alivio en la mujer, que es en el mundo la forma más concreta y amable de lo hermoso. Y el pensamiento desolado, por conservar su dignidad y justicia, acude a una distracción nueva y violenta, que le cambie el rumbo y lo salve del encono.
Si el Ismaelillo (1882), es dedicado al hijo, los Versos sencillos para leer entre amigos, los Versos libres para tratar tantos temas que están mejor donde no se les ven; Polvo de alas de una gran mariposa son dedicados enteramente al amor, con un marcado talante erótico que no existe en otros espacios de la producción lírica martiana: a cada estado del alma, un metro diverso, que de ella brota naturalmente —afirma el poeta.
De ahí la diferencia con Ismaelillo (escrito en versos que no llegan al ser de arte menor, sino que alternan entre heptasílabos y pentasílabos); los Versos sencillos con sus exquisitos octosílabos, musicales; los Versos libres con sus endecasílabos hirsutos, para tratar tantos temas que están mejor donde no se les ve. El único que combina trisílabos, tetrasílabos, pentasílabos, octosílabos, eneasílabos dodecasílabos y alejandrinos, es Polvo de alas de unan gran mariposa, cuya sinfonía métrica permite expresar con libertad el alcance de su erotismo vivencial. Ello implica, además, el carácter experimental del poemario y mucho de lo que luego se aplicó en la vanguardia del siglo XX.
En Polvo de alas de una…, la mujer encarna el placer socorrido y casual. No implica esto, sin embargo, mella de carácter ni defecto moral en un hombre que gusta de la hembra, de su cortejo a condición de ser humano y terrenal.
Por esa avenida discurre este poemario, de profundo talante romántico que, al decir de Emilio de Armas, son versos:
misteriosos porque no sólo se desconoce cuándo fueron escritos, sino porque la experiencia amorosa que les dio origen también se desconoce. Su lectura demuestra que tal experiencia fue vivida muy intensamente por el hombre, y guardada muy celosamente por el poeta.
En el hombre público martiano subyace el hombre silenciado, el hombre cuya solitud se presenta como la abstinencia que rige su aspiración de mejoramiento personal y social, el ser que se esfuerza en disciplinar las exigencias del cuerpo casi de modo ascético. En su ámbito interior se piensa y revitaliza al canalizar anhelos y frustraciones a través del verso. No duda en verter tonos agradables y desagradables versus raciocinio y realidad; al punto de confesar:
De mi verso ¿qué me queda?
No te diré yo quién soy.
Nadie lo sabe: yo voy
Como ola ardiente que rueda
Esta aparente cerrazón solo declara el carácter de confidencias poetizadas para gaveta junto a la esperanza (acaso ingenua) de que nunca verían la luz como otros tantos textos, en especial Versos libres.
De conjunto, numerosos versos sugieren una tensión contenida que los desborda:
Cuanto puedo ser, ha sido:
Qué me importa lo demás?
Si el amor es todo mío,
Del vaso que se me da?
Este mínimo y reservado epigrama, tal vez sea el que mejor vibra con la atmosfera circunstancial dentro de la colección. Su potencia liberadora hila la relación entre lo social y lo personal, sea festivo o satírico como corresponde a este tipo de composición. Tiene precisamente la excepcionalidad de sintetizar en una expresión sensible toda la intimidad del poeta. Puesto en perspectiva, permite establecer que Polvo de alas de una… canta al amor como un todo, carnal y espiritual, sexual y emocional, pasional e individual.
Obra como esta ofrece una lectura atípica arrancada de las páginas de la historia. Se advierte un sentimiento gozoso como corresponde a una colección distinta de la abundante producción martiana. Aquí la pulsación lírica ꟷpresta al vuelo de la insinuaciónꟷ, salta frente a una realidad abrumadora convertida en metáfora desde el propio título: Estos son polvo de alas de una gran mariposa. El verso fluye con la suavidad de la sencillez que es el amor desde el intimismo cotidiano del hombre hasta hacerlo cercano y sugerente:
Esa rosa que me das
De tu rosal es la flor,
Y estos versos que yo exhalo
Son la flor de mi dolor.ꟷ
Las pulsaciones del amor, aunque secretas, animan el imperativo de ahuyentar la soledad. El poeta enamorado va del eros al silencio poetizando el estado de su tristeza:
Pues digo que el ajenjo
No es más amargo
Que un amor que no puede
Salir al labio.
Este es uno de los epigramas más bellos de la serie. El enamorado se revela al enunciar los versos con el particular pues, que a todas luces, encarece el deseo inevitable de la amada ausente. Afirma la intensidad de un pensamiento tan lacerante como recurrente. El poeta expone la relación que se considera inapropiada ante la mirada ajena. Conversa su verso a través del categórico y singular digo que los implica a ambos. Se sabe correspondido, pero no puede mostrarse ni entregarse con libertad. Anda oculto y secreto. En consecuencia, ajenjo designa toda ausencia de dulzor. Aparece asociado aquí al recuerdo más que a la esperanza, a la incertidumbre más que al porvenir. El valor de esta planta algo aromática viene condicionado por ser símbolo de amargura, y, en especial, por el dolor que provoca la ausencia del ser amado. En el plano íntimo, tal vez diríase que simboliza una rara pulsión reprimida, solo confesada en versos por el simple hecho de no poder Salir al labio.
El tema encuentra paralelo entre los Cuadernos de apuntes al precisar: Oigo en todas partes sollozos —porque estoy lleno de ellos—; idea que lleva del cuaderno al verso como si fuera una copia al carbón. Observemos el tono dialógico, conversacional:
Qué me pides? Lágrimas?
Yo te las daré:
Si tengo el pecho de ellas tan lleno
Que ya con ellas no sé qué hacer.
Esta exquisita pavana es expresión de un estado lastimoso que, junto al dolor y la angustia, queda integrado como tema de manera prominente en Polvo de alas de una…:
Triste, impaciente, velador, lloroso,
En lágrimas la faz, la pluma inquieta;
El demonio del verso
Que está a la puerta!
Martí describe a un ser afligido ante el distanciamiento de la amada a la que recuerda con nostalgia. La anhela, pero no la posee a plenitud. En consecuencia, el demonio del verso parece ligado a su destino; desempeña el papel del consejero oculto que mueve la pluma inquieta, que espera a la puerta; quizás actuando más por intuiciones repentinas que a la luz de la razón. Y ante esa realidad, con el típico giro del desgarro romántico, el amante cuestiona:
Y te apoyas en mi hombro, y me preguntas:
ꟷ¿Estás triste? ¿qué tienes?
ꟷSi no me has dado un beso todavía,
¿Cómo he de estar alegre?
y al enfatizar los sentimientos no correspondidos, refleja sin ambages las fibras de un estado anímico desasosegado:
Yo tengo en mi oficina
Un calado sillón de sicomoro;
Y cuando pienso en ella
Me siento en mi sillón calado y lloro.
El dolor causado por el recuerdo de la felicidad, se vuelve omnipresente. Pero queda solo en el marco del verso como un intento desesperado para mitigar la ausencia de la amada y su frustración individual. El poeta ve, pero no puede pintar, como estable su máxima creadora: La poesía vio antes: se anticipó en verso. La sensación de soledad es tan abrumadora, que inhabilita su capacidad de escribir, según confiesa en la brevedad hiperbólica de este epigrama:
Pintar! No puedo pintar
Este augusto desconsuelo:
Es la soledad del cielo
Y la tristeza del mar.
Resulta notable, que si para referirse a la poesía, Martí utiliza el vocablo verso, para el oficio de escribirla, lo hace con el infinitivo pintar. Ambos, denotan la esencia del acto creador como principio de su sistema simbólico. De ahí que el poeta sea su mejor cronista, aun limitado por circunstancias imposibles de pintar. Sabe que la palabra resulta a veces insuficiente para expresar la dimensión de una experiencia vital, sólo comparada a la soledad del cielo/ Y la tristeza del mar. Son estos los espacios donde el hombre resulta ínfimo y vulnerable ante una realidad desbordante que refiere como augusto desconsuelo: metáfora singularísima de su condición personal.
Martí es el poeta soledoso, capaz de abrazar la soledad a la vez que temerla hasta convertirla en poesía. Mientras más intensa, más dialógica; mientras más temida, más creadora. La versifica a modo de anécdotas y revelaciones.
Al tema pertenece también esta pavana que dice tanto con tan poco sobre la amada, siempre deseada y siempre ausente:
İOh! diles que callen;
Diles que no rían;
Que no gocen diles;
İQue está lejos de mí la amada mía!
El misterio de la amada son estos poemas: crónicas del alma:
Cuando le digo adiós, se queda el alma
De pálida y sagrada* angustia llena,
Como queda un palacio
Cuando se ausenta de él la joven reina
La misteriosa e innombrable dama es causa de la angustia que deja deshabitada el alma del poeta. Pero no habla de cualquier angustia sino a condición de vivir dos o varias soledades en una.
La preminencia de la soledad —diversificada entre tristezas, privaciones y adiós—, conforma el gran campo semántico de la colección. A este propósito es llamado el símil para acentuar de continuo el estado de un alma en pena:
Vete—, bien puedes irte. Como deja
Ancho el surco en la mar la nave hermosa,
Así tu imagen en mi extraña vida:
Vete, —y mi pena cuajará la espuma!
Al goce sucede el dolor, a la estancia la ida. El ambiente exterior dispone. El vete—, bien puedes irte se traduce en autorenuncias vitales. Asimismo, el motivo del mar evoca lo efímero del encuentro; simboliza un estado transitorio entre lo contingente y el drama social. Su expresión instantánea queda metaforizada en esa estela de la nave hermosa que solo ocurre de paso. Todo gira en torno a la ligereza de ese llegar, estar e irse, que acontece sin dejar rastro. De ahí el vocablo espuma como referente a la impermanencia de la relación. Añádase el tono coloquial de la frase Vete, —y mi pena cuajará la espuma; acción e imagen que hace y deshace cuanto ocurre en lo profundo del ser y no en un ámbito de superficie. Hasta aquí, más que la figuración física, quedan las metáforas referenciales amada mía, joven reina y nave hermosa que evocan la tristeza de una compañía perdida, mejor definida como: Así tu imagen en mi extraña vida.
La fibra romántica queda, por otra parte, perfectamente estructurada en el siguiente epigrama donde el amor apasionado es motivo del verso:
Cuando viene el verso
No se sabe bien:
Pasas tú, —y el verso
Pasa también.
La misteriosa mujer que inspira el contenido lírico de este cuaderno es constante, tanto que lo marca como una especie de diario poético. Ella es protagonista; sin ella no puede el lector adentrarse en los recovecos emocionales que se sugieren. Hembra, pasión y verso dan la clave de la nota amorosa en la que resuena una delicada tonalidad becqueriana. De ahí que el leguaje, descargado de todo artificio, sea muestra de la sencillez que acentúa la totalidad temática de Polvo de alas de una...
Al cierre de la sección Polvo de alas de una…, aparece un epigrama que rige la línea medular amorosa hasta aquí comentada. El poema es como un aparte íntimo que puntualiza un recorrido emocional desmigajado en imágenes y experiencias, a veces de misteriosa belleza, a veces de terribles desamparos:
Libro de amor, que se cierra
Sin nube, mancha ni ocaso,
Fuente pura, limpio vaso,
Vete a consolar la tierra!
No hay exageración en resaltar la notable desproporción que muchas veces existe entre la biografía y el biografiado, toda vez que se omiten, edulcoran o falsean facetas del personaje en cuestión; especialmente de situaciones o de personas que formaron parte y tema de la propia obra que hoy se nos lega, que hoy nos convoca. Hay mucho drama que se mueve entre la figura pública y hombre íntimo, al punto de que su biografía puede ser completada ꟷo permanecer incompletaꟷ, únicamente desde la poesía:
Y tú, pobre mujer que sacudiste
Las cuerdas duras de mi lira, ꟷİgracias!
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José Raúl Vidal y Franco. Nació en La Habana en 1968. Ensayista y crítico. Profesor investigador de la obra martiana. Autor de José Martí: a la lumbre del zarzal (2014) y Los Versos libres de José Martí: notas de imágenes (2015). La Narrativa cubana del Exilio (2015). Otros trabajos suyos incluyen: El ritmo semántico como principio estructurador de los Versos libres (1995). La naturaleza en Martí: motivo de una reflexión (1995). Amor con amor se paga: un proverbio inmenso (1994), Lo de Puerto Príncipe (1994). Dirige la editorial Dos Patrias. Colaborador de Nagari, Revista de Creación Literaria. Vive en el exilio, Miami desde 1998.