Reapariciones del cometa Virgilio

JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ

Tal vez Virgilio Piñera sea el más moderno entre los poetas canónicos de Cuba. Depende de la connotación que dispensemos al hecho de ser moderno. Y del modo en que entendamos lo que significa ser poeta. Proyectarse antimoderno por naturaleza, todo el tiempo, mofarse de las convenciones al uso, desafiar el establishment y los preceptos de lobbies literarios, no otorgar relevancia a la obra propia (aunque ocurriese sólo de dientes para afuera), eran constantes virgilianas que a mí me motivan a verlo como aquel cometa del que habló Friedrich Schelling, el que vuela travieso, sumergiéndose en las vastos abismos del firmamento, para sorprendernos luego con sus reapariciones, siempre fulgurantes y puntuales, sin que importe cuánto tengamos que esperar.

Justo esa forma de ser moderno proyectó a Piñera como el más resuelto de los inseguros y el más atravesado de los rehuidos, al tiempo que lo convertía en el más injustamente valorado, no sólo por el oficialismo, sino incluso por casi todas las eminencias literarias de su época en la Isla, las que incurrieron en el doble desliz de ser felones con él y alevosos con la poesía cubana, por su conducto.

Olvidaban que la justicia poética suele comportarse testarudamente. Así que, pasados los años, cuando las páginas de muchos de aquellos apenas convocan al sopor, al polvo y las polillas, las de este relegado (no sólo las que escribió en verso, aunque también) siguen generando expectativas entre las nuevas generaciones de hacedores y amantes de la literatura. El cometa Virgilio no cesa de brillar mediante el rebrote de piezas que fueron confinadas a la inexistencia durante largo tiempo por la mezquindad de críticos y gremialistas, y por la conducta displicente del autor con sus pasivas retractaciones.

Por estos días precisamente tiene lugar otro feliz resurgimiento de esas luminarias ocultas, gracias al libro “Virgilio Piñera. Poemas perdidos 1935-1979”, publicado por la Editorial ArteLetra, de Claremont, California, con edición, introducción y notas del crítico literario y catedrático Enrico Mario Santí. Se trata de 67 poemas que nunca habían sido publicados en libro. Y que, al igual que las 5 obras de teatro perdidas que develara anteriormente Santí (también en ArteLetra), responden al imperativo de cubrir el penoso vacío que para la literatura cubana han provocado tales omisiones.

Aunque toda la obra de Virgilio es poética, la que escribió en versos representa una fracción desparramada, la que en mayor número y con más inexplicable ligereza fue a parar en lo oscuro. Él mismo la desestimó en su momento al calificarla como poesía ocasional. Si lo dijo por modestia o por dejadez o por socarrona treta, es algo que ya no alcanzaremos a saber con total seguridad. Lo que sí podemos dar por seguro es que hoy por hoy no parece atinado adentrarse a fondo en la historia de la poesía cubana del siglo veinte sin examinar el desarrollo - contracorriente, heterodoxo, inconformista-, del quehacer virgiliano en este género. Seguro es también que la suya resulta la menos conocida (así que la menos comprendida) entre las obras de los grandes de su tiempo. Son razones de peso para celebrar la salida de este libro con el que Enrico Mario Santí nos acerca relevantemente a su propósito de contribuir a una futura edición de la poesía completa de Piñera.

Entonces “Virgilio Piñera. Poemas perdidos 1935-1979”, no sólo es un libro de supremo atractivo para los entusiastas de su poesía. También constituye un documento histórico de particular transcendencia.

Y como para que no le falte nada, este volumen dispone además de un prefacio que es alto valor agregado a la lectura de los poemas inéditos de Virgilio. Alguna vez Kierkegaard (alias Notabene) jugó a burlarse de los textos que sirven como introducción a ciertos libros. Más o menos dijo que escribir tales exordios es como tocar a la puerta de una casa y luego echarse a correr, de manera que cuando el lector abra no encuentre a nadie. Fácil es corroborar en estos días cuánto de verdad subyace tras esa cuchufleta. Pero como también es verdad que nada nos engaña tanto como un prejuicio, he tenido a bien leer despacio y con especial interés la introducción escrita por Enrico Mario Santí. Y lo menos que puedo afirmar es que sin este texto, exhaustivo, agudo e iluminador, no me parece pertinente -quizás ni siquiera posible- consumar el enorme disfrute que el libro proporciona.

Miami, marzo de 2024.


José Hugo Fernández (La Habana, 1954) es escritor y periodista. Durante la década de los años 80, trabajó para diversas publicaciones en La Habana, y como guionista de radio y televisión. A partir de 1992, se desvinculó completamente de los medios oficiales y renunció a toda actividad pública en Cuba. Premio de Narrativa 'Reinaldo Arenas' 2017, tiene alrededor de una veintena de libros publicados. Actualmente reside en Miami.

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