Hacia la postdemocracia. El escepticismo contra el Estado 

ERNESTO FUNDORA

Demasiado confiado en los logros democráticos y aturdido por los alaridos liberales, va el mundo moderno confundiendo institucionalidad con libertad, burocracia con orden, vocación de servidor público con profesionalización de la política Como afortunadamente advirtiera Emerson: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”. Le corresponde entonces a la ciudadanía exigir que se cumpla el modelo de gobierno ilimitado, el apego al imperio de la ley, expandir el pluripartidismo, privilegiar el libre escrutinio de la sociedad civil en el manejo transparente de la riqueza pública; blindar la constitucionalidad contra cualquier forma de perpetuación en el gobierno, garantizar que los poderes estén divididos y separados prudentemente, en fin, crear los antídotos contra los autoritarismos para que resurja el viejo sueño de un gobierno del pueblo y para el pueblo, algo cada vez más relegado y utópico. Envidiable son los tiempos de Pericles (495 - 429 a.C.) cuando discursaba en honor a los muertos en combate y a favor de propagar la bonanza de la democracia Ateniense sobre el resto de la civilización. Gracias al registro del historiador Tucídides podemos admirar tan visionarias palabras:

Nuestra Constitución proporciona el ejemplo a seguir. El estado, en nuestra tierra, se administra buscando el interés de la mayoría, y no de una minoría. Por este hecho nuestro régimen ha tomado el nombre de Democracia. Respecto a los asuntos privados, las leyes aseguran la igualdad para todos, sobre todo, aquellas que salvaguardan la defensa de los débiles y procuran un desprecio universal a quienes las violan. Respecto a los asuntos públicos, nadie resulta incomodado por su pobreza o la oscuridad de su condición, siempre que sea capaz de rendir un servicio a la ciudad…Sabemos conciliar el gusto por los estudios con la energía, y el gusto por lo bello con la sencillez. Nuestra ciudad es la escuela de Grecia y del mundo… Aunque todo esté destinado al declive, los siglos futuros podrán decir de nosotros que construimos la más famosa y la más feliz de las ciudades.

Las refutaciones al estado como maquinaria controladora, han provenido desde la derecha como de la izquierda. Tanto el ideal comunista del marxismo (no el socialista, aclaro) como el liberalismo emancipador capitalista, se parecen en su pretensa ambición de querer aminorar la hegemonía del estado, coartando su burocracia y restándole poder de incidencia en la vida social y económica. De cierta manera, su apuesta consiste en irle quitando paulatinamente al estado el carácter monopólico sobre la riqueza social. Elliberalismo habla del “estado mínimo” porque sumisamente aprueba una forma de poder que opera subrepticia por encima de los gobiernos (el estado profundo de la bancocracia) mientras que el comunismo habla de su abolición, porque ya desde el marxismo se consideraba que el estado socialista concibiera una maquinaria burocrática feroz en el control social que lo pondría en entredicho. En el Anti- Dühring, Federico Engels describe como afortunadamente en la sociedad comunista, esa que solo acontecería con eldeclive del socialismo, “El Estado no se suprime, sino que se extingue”.

La pregunta aquí pertinente de cara a la situación actual sería. ¿Está preparada la sociedad civil heterogénea en su ejercicio ciudadano plural y participativo para encarar y hacerse responsables de las “razones de estado” o tendrá que surgir una nueva entidad regente transitoria? El peligro que se corre con la superación del Estado ya fue vivido en Occidente con la decadencia y caída del estado romano de derecho, razón que nos invita a pensar lo necesario que significa preconcebir una transición moderada en elestablecimiento de un nuevo sistema de regencia y valores. Recordemos que después de Atila (395 a 453 d.C) a quien por su crueldad todavía el vox pópuli le recuerda, y hasta el siglo X, solamente podemos advertir un momento virtuoso durante el reinado de Justiniano (525 - 565 d.C.) con sus reformas al código legal romano. Europa entró en un ciclo de anarquía que se conoce como “la invasión de los bárbaros”. Se trató de un proceso de fragmentación y retroceso que permitió que diversas tribus de germánicos, merovingios, daneses, normandos, hunos, eslavos, vándalos, búlgaros, lombardos y nórdicos, entre otras, desmembraran lo que la Roma imperial sistémica había cohesionado con mucho ahínco y disciplina. Se trata de un periodo merovingio que duró casi 5 siglos donde incluso el catolicismo quedó dividido entre el oriente Vizantino y el oeste atrasado, conflicto que solo vino a aplacarse gracias a que un mayordomo de palacio de la dinastía de los merovingios, diera un golpe de estado y se consolidara en el poder, quien curiosamente vendría a resultar ser el abuelo de Carlo Magno (742 - 814 d.C.), emperador carolingio que con sobrada inteligencia y valentía devolvió al catolicismo románico su égida continental regenerando a Europa y parte de Asia con las virtudes del universalismo. La oscuridad y barbarie de ese periodo ha hecho considerar a muchos historiadores como un momento previo al medioevo, considerándolo como un ciclo histórico aparte. Para que tengamos una idea del genocidio que este proceso implicó, recordemos que la población de Europa, considerada por encima de los 10 millones de habitantes, se redujo a 3 millones. Se cuenta que en estos siglos hasta las costumbres antropofágicas se pusieron de moda.

Pero igual debemos insistir en que el estado nacional moderno se encuentra acorralado por la extorsión crediticia de la élite banquera mundial, el desajuste que le produce el estado profundo (Deep state) minándolo soterradamente, la intocable burocracia parasitaria, la politiquería corrupta, las depredadoras economías informales, la evasión fiscal masiva, la crisis ideológica y moral de sus ejecutivos y el desangre de las políticas públicas subsidiarias, hipócritamente caritativas con un pueblo que se ha ido malcriando favorecido por la pereza laboral; en fin, un collage de contrasentidos que parecen no tener solución. Recordemos oportunamente una cita de Bakunin extraída de su libro Dios y el estado :

La libertad se alcanza por el pleno goce de todas las facultades y potencias humanas para cada uno por la educación, por la instrucción científica y por la prosperidad material. Esto solo puede ser dado por el trabajo colectivo, material e intelectual, muscular y nervioso de la sociedad entera.

Quien quiera comprobar las productivas alianzas de cooperación que un buen gobierno puede lograr con su sociedad civil, que consulte el Fondo soberano Norges Bank Investment Management (NBIM) que sostiene las pensiones noruegas, el cual acaba de superar los 10 billones de coronas noruegas de patrimonio (el equivalente a unos 980.000 millones de euros al cambio actual) y que ahora puede exhibir a los cuatro vientos su secreto: el rendimiento financiero de su fondo a largo plazo ya genera más dinero que elpropio petróleo noruego. He aquí una referencia obligada a considerar para el desarrollo sustentable de una sociedad que cree en la equidad de derechos y oportunidades, y que blinda al estado para que no degenere en figura despótica ni en empresa privada al servicio de grupos oligárquicos 60 . Pudiéramos empezar a promover este modelo de estado incentivista socialdemócrata, que estimula el apoyo de los proyectos personales y sociales del desarrollo a escala nacional y a favor del bien común.

Joseph Schumpeter en su Teoría democrática 61 comenta que en la Democracia moderna las élites compiten financiera y políticamente gestionando el dominio del voto activo del pueblo para así conformar un tipo de gobierno. Por tanto, no es el pueblo quien determina con su axiología ideológica un rumbo electoral sino más bien la inversión financiera quien determina la influencia y sugestión del voto. La verdad se construye y define previo mercadeo de las ideas, o más exactamente, en los medios antes que en el ruedo social y público. El pueblo apenas persigue la zanahoria de mayor atractivo mediático que le plantean las élites a través de una publicidad seductora, complaciente y conductista. O sea, que una verdad trastocada en opinión, muchas veces cargada de silicona, para no decir que inflacionada, termina definiendo sobre una verdad orgánica en el discernimiento electoral. Se trata de un voto afectado más por simpatías construidas mediáticamente que por la sincera credibilidad hacia el candidato, su agenda y el partidoque le sirve de colofón.

Toda la axiología y acción ciudadana en las democracias es reducida al acto del voto, a su teatralidad embustera, como si de entre todos los valores democráticos, la ficción del libre acceso a las urnas fuera la condición definitoria y suficiente para decretar la aplicación correcta del marco democrático. Así, como fruto de una sinécdoque macabra, el todo democrático es reducido burdamente a una de sus partes menos significativas, y es elevada con grotesca morbosidad a rango de elemento legitimador. Pero el pueblo compra el circo desde el momento sagrado en que asiste a la casilla y ejerce la ficción electiva de rellenar la boleta. Con ese simple acto participativo y sublimador de su “libre elección”, se sacia su apetito democratizador. Lo que sucedió antes y lo que sucederá después del periodo electoral, poco le importa.

Sin embargo, tanto la democracia post ideológica con su liberalismo expresivo, como las revoluciones exopolíticas (revolusiones con s) basadas en relatos amanerados, son mecanismos maquilladores y esquivos que buscan salidas sofisticadas y eufemísticas en lugar de conquistar soluciones trascendentes a los problemas que deberían atender con severidad. Lo que ya no puede revolucionar el propio estado con sus encasquilladas reformas, lo tendrá que acometer ese Ada Madrina que desde el cielo decide absolutamente todos los aspectos de nuestras vidas modernas, La internet. La cybercracia ha tomado el mando paternal supliendo no solo al estado sino también a la escuela, a la familia, al banco y no demora en que empiece a acometer la función vigilante de la autoridad social.

Muy castigados, por ejemplo, resultan hoy otros valores democráticos que el poder clásico del mundo regido por ideales modernos cuidaba con acentuada cautela, la libertad de expresión y el acceso democrático a la información. El salto de la era analógica a la era digital que prácticamente ocurrió con el cambio del siglo XX al XXI, estableció una metamorfosis profunda en el ethos democrático. Hoy digamos que se percibe un relajamiento plasmático, una fluctuación a consecuencia de la expansión de la internet con su falacia de ratificar las libertades expresivas y comunicativas. El ciberespacio reconnotó el sentido común de libre acceso a la información, de campo ilimitado donde los límites los demarcaba cada individuo. Pero lamentablemente, el terreno defraudó al mapa. La red de redes se ha transformado en un escenario virtual de teatralidad social ruinosa, casi en la cartografía hechizante de un país posible, tierra de nadie, paraíso incontrolado, etérico e inasible que se muestra incluyente, heterodoxo y permisible. Sin embargo, esa ilusión de conquista democratizadora se ha viciado más pronto de lo que se esperaba. Se nos hizo creer habilidosamente la fantasía de que la internet era producto de ocurrencias de muchachos que ensoñaron el progreso en los garajes de sus casas, pero apenas estas empresas cotizaron entre las más redituables de la bolsa, se vino abajo el biombo. Y pasamos de la mayéutica sideral a la jaula digital.

Razón por la cual, hoy día, ejercer la honestidad en las redes sociales no reditúa, más se descotiza y embarga un peligro tal que nos invita a tomar extrema prudencia. La hipocresía gana terreno y se hace viral por medio de un ardid que invoca la cautela, el bajo perfil político. Mientras abunda el perfil nudista, el llamado low profile ideológico se vuelve una filosofía zigzagueante de moda aprovechada tanto por la clase política como por la población juvenil. Semejante a los corsarios que navegaban bajo diversas banderas, los jóvenes cibernautas se mueven con prudencia, se camuflan según las marejadas del control y de la vigilancia digital globofílica. Por un lado se comportan obscenos hasta lo amoral buscando celebridad por medio del culto al cuerpo, pero custodian su verdadera lealtad ideológica a conveniencia de las marejadas oportunas que la tábula rasa del poder determine. En ellos la flexibilidad del éter ha suplantado al fervor de las creencias, por lo que el google map tiene más credibilidad que el propio terreno de la ciudad donde viven. Han sido educados desde niños para el representativismo, la respetuosa obediencia y la simulación a doc, ejerciéndolas con cínica ignorancia. Ya no importa lo que seamos realmente en la vida ni lo que hacemos para transformar el mundo, más bien lo determinante está en la imagen que publicamos, esa otredad de nosotros mismos que se proyecta y que se diseña con meticulosa y premeditada intencionalidad de recibir la aprobación del otro. Bienaventurado el sacrosanto photoshop que nos corrige de tantos males. Lo que compartimos con los ”amigos“ de la social media, manoseado por la edulcoración pertinente, no coincide ya con nuestros sistemas de valores, creencias y topologías fácticas. Lo que había empezado prometiéndonos un viaje a través de la luz, terminó sometiéndonos al inescrupuloso big brother, a la persecución del gran ojo de Horus, obligándonos a posar como inertes maniquíes en la vidriera de nuestros ideales incumplidos. Una burla libertaria e inorgánica le arrebató el costoso hechizo a la Quinta Avenida y a los Campos Elíseos. La big tech controla el termostato de nuestros impulsos, deseos y pasiones.

Los presidentes actuales twittean y se toman selfie en lugar de gobernar, tienen la prioridad en aparentar ser modernos y hasta consiguen ser censurados por la big tech. Un político digital le apuesta con mayor denuedo a la fama, las simpatías virtuales y al impacto demográfico de sus post, que a la sincera identificación con el pueblo o a la consideración respetuosa hacia sus problemas. Se vive infantilizadamente para conseguir un like o un view. El ciberespacio se ha transformado en el escenario de una farsa sospechosa o en el campo de batalla del radicalismo atronador. Más que nunca el mundo es una ilusión perturbadora, una bacanal del transformismo. Nadie es discreto. Todos anhelan la fama de los cinco minutos. Se sueña con ser vedette a toda costa. En términos generales las nuevas generaciones practican el transformismo o la infidencia ideológica, se adaptan a todo, se amoldan desmarcándose de los conflictos, repudian las antiguas trincheras. La pornografía de la internet es más sincera hoy que cualquier hecho político o discurso moral. La meta es afectar la conciencia del mundo aplicando una suerte de impresionismo naif. Monetizaos los unos a los otros y agarra tu celular mientras duermes, como nuestros padres se despertaban abrazados a sus libros.

Se trata de los excesos de la blandura y elasticidad democrática de la que tanto se mofaban dictadores como Castro, Pinochet y Mao, que ha servido de caldo de cultivo para agrietar al propio sistema. Ahí estriba unos de los talones de Aquiles de la democracia liberal en su incontenible abuso y fe en las estadísticas mayoritarias y en su desproporcionado ensanchamiento de posibilidades incluyentes. Víctima de la desmesurada expansión de poderes y de la exuberancia de oportunidades factuales, la democracia promueve que todos por igualdad de condiciones, participen y configuren el diseño social, lo cual da razones y permite que hasta el sujeto más estúpido alcance el podio y la notoriedad, exponiendo su tontería e irradiándola sin ambages, hasta obtener el contagio del rebaño mayoritario. Se agotaron los indispensables filtros de la axiología dominante, y el ejercicio del criterio se expande con su nebulosa libertina abriendo camino a las interpretaciones frívolas con igual credibilidad que a las opiniones mejor autorizadas. El marasmo caótico y frenético confunde y enturbia la asertividad. Las cosas y los fenómenos no cambian realmente sino que se maquillan, se modifican de vestimentas y mutan de exterioridad para lograr ser complacientes.

Por ejemplo, las democracias del mundo desarrollado se pavonean de haber permitido el acceso de la mujer al sufragio universal, otorgándole igualdad de derechos civiles frente a las urnas electorales, incluso de permitirle investir roles políticos importantes en las funciones públicas. Sin embargo, eso no ha provocado un cambio en la forma medular de concebir el ejercicio del poder que sigue siendo de rasgos masculinos, maniatado por caracteres patriarcales y de una estructura jerárquica machista. Quiero decir con esto que tanto Nancy Pelosi como Donald Trump, Ángela Merkel y Emmanuel Macron, Michelle Bachelet y Vladimir Putin, Cristina Fernández Kirchner y Xi Jinping son apenas las dos caras de una misma moneda, rostros del poder por los que habremos de pagar nuestros altísimos impuestos, nuestra conformidad social y el desasosiego ante un teatro político en decadencia. Las diferencias de géneros son meros atenuantes. El estado democrático yace herido, colmado de grietas por donde se le infiltra como un virus letal, el poder secreto y manipulador de las élites financieras. El tiro de gracia acaban de dárselo en las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos en el 2020, zanjadas por una corrupción que tuvo fallas morales, institucionales, legales, de seguridad y por si no bastara, también tecnológicas, porque la Big tech de Silicon Valley navega a sotavento del amo financiero global. Silicon Valley que estás en los cielos, sea cauto dios de santificar tu nombre.

Fragmento del libro INSTINTO DE BARRICADA DE Ernesto Fundora Hdez editado por Primigenios.

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Ernesto Fundora Hernández. Nace en La Habana, Cuba 1967. Vive desde 1994 en Ciudad de México. Es Director de cine, productor audiovisual, escritor literario y autor de guiones cinematográficos. Ha dirigido 3 cortometrajes , 20 documentales, más de 90 Music Videos para importantes artista de la música hispana, así como varias campañas publicitarias para marcas de prestigio internacional y videoartes. Ha sido premiado como cineasta en numerosos festivales. Escribe como colaborador para revistas de arte, literatura y cultura. Ha publicado el libro de cuentos El perpetuo envés. 1996, primera edición y 2012 segunda edición. Su poemario Amago fue premiado y publicado por el Instituto Leonés de Cultura en España en 2002 y en el 2013 salió en segunda edición bajo el sello mexicano Tenaz. Su poemario La acrobacia del salmón fue publicado en el 2020 por Dmcpherson Editorial y se encuentra a la venta en Amazon. Ha impartido cursos y talleres en más de 50 universidades de México, Latinoamérica, España y EUA. El impacto demográfico de sus variados trabajos a través del  community manager online alcanza entre los 7 millones y los más de 100 millones de views, además de contar con miles de  seguidores y subscriptores. www.efundora.com

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