Entrevista a Iraida Iturralde

JOAQUÍN GÁLVEZ

Iraida Iturralde dándole las gracias al nutrido público tras su reciente lectura en Books & Books, Coral Gables, durante el lanzamiento de su poemario Preso el antílope.

Iraida Iturralde es una de las voces femeninas más importantes de la actual poesía cubana. Nació en La Habana y salió a Estados Unidos en 1962 en el éxodo infantil Pedro Pan. Es graduada en Ciencias Políticas de St. Peter’s College, New York University y Columbia. Ha sido profesora universitaria de ciencias políticas, así como editora y traductora. Codirigió las revistas literarias Romanica (1975-1982) y Lyra (1987-1990). Ha sido distinguida por la Beca Cintas, la Ford Foundation y otros reconocimientos literarios. Su poesía ha sido ampliamente antologada en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica, con traducciones al inglés, portugués y sueco, y ha sido musicalizada por compositores de la talla de Flores Chaviano y Tania León. Es autora de siete poemarios, incluyendo Like Love’s Lament, una reciente colección en inglés. Actualmente preside el Centro Cultural Cubano de Nueva York, donde ha desempeñado, durante más de dos décadas, un papel primordial en la preservación y promoción de la cultura cubana y cubanoamericana en la ciudad de Nueva York. 

A raíz de la publicación de su más reciente poemario, Preso el antílope (Editorial Verbum, 2022), la poeta cubana le concedió esta entrevista a Insularis Magazine. 

Eras una niña cuando abandonas Cuba, en 1962, por vía de la Operación Pedro Pan. ¿Cuáles fueron las razones que hicieron que tu familia tomara esta decisión y qué repercusión tuvo esta experiencia en tu vida?

Creo que se ha escrito bastante sobre aquellos primeros años convulsos tras el derrocamiento de Batista en 1959, años que fueron testigos de un gran entusiasmo por lo que todos creíamos sería un nuevo orden democrático en nuestro país, un nuevo orden que pronto comenzó a revelar designios nefarios. Fue una época de arbitrariedad, demagogia, fanatismo y decepción, cuando muchos padres, temiendo que perderían la patria potestad, trataron de evitar que sus hijos se educaran bajo un sistema comunista y optaron por enviarlos al extranjero. Mi familia tomó esa decisión, siempre esperando que la separación sería por un breve período de tiempo. Y aunque así lo fue, la experiencia me marcó para siempre, dejándome asida a una patria flotante que no dejo de llevar a cuestas. 

¿Cuándo comienzas a escribir y cuáles fueron los escritores y libros que más te marcaron en esa primera etapa de formación literaria?

Cuando estaba en middle school, comencé a escribir testimonios y reflexiones, casi siempre por medio de epístolas, sobre el intenso desarraigo que sentía. La poesía surgió mucho después, en mis últimos dos años de high school, acendrándose ya con fuerza al ingresar en la universidad. Desde muy niña fui una lectora obsesa, y devoré, como tantos otros niños cubanos, las páginas de La Edad de Oro, así como Corazón, de Edmundo de Amicis, Mujercitas, de Louisa May Alcott, Sin familia, de Hector Malot, y tantos otros autores del canon literario infantil. Esas obras sentaron pautas en mi entendimiento del bien y del mal. Ya en la adolescencia, libros como Marianela, de Benito Pérez Galdós, To Kill a Mockingbird, de Harper Lee, The Diary of Anne Frank, Shakespeare, las novelas de Dickens y los ensayos de Emerson calaron hondo en mi percepción del mundo y mi desarrollo intelectual. Martí fue siempre, y sigue siendo, una fuente constante e inacabable. Luego, en la universidad, autores como Faulkner, Heredia, Lorca, Virginia Woolf, D.H. Lawrence, Manrique, Quevedo, Frost, Jacques Prévert, Elizabeth Barrett Browning, Sor Juana, Neruda… también dejaron su huella en esa primerísima etapa de mi formación literaria. Algunos más que otros, y estoy segura que mi memoria es selectiva, pero son los nombres que me vienen de repente a la mente cuando trato de recordar mis lecturas de esos años. 

Con el compositor y guitarrista Flores Chaviano, en Cádiz, 2001.

Eres considerada una poeta bilingüe. ¿En qué idioma comienzas a escribir y cómo se produce tu transición de una lengua a otra?

No creo que sea tan atinado que se me considere una poeta bilingüe, salvo que el calificativo simplemente aluda a mi capacidad de escribir poesía en inglés, un componente esencial en mis inicios como escritora, pero que por mucho tiempo ha sido relegado a un segundo plano (con la excepción del libro dedicado a mi esposo que publiqué tras su fallecimiento durante la pandemia, una pequeña compilación de poemas, casi todos guardados por años). Es decir, aunque mi primer asomo a la poesía es en inglés, mi transición al español se produce paulatinamente y luego ya de forma permanente en la universidad, a medida que profundizo y me zambullo en mi universo primario, es decir, a medida que se manifiesta de manera orgánica mi identidad cubana. No obstante, confieso que el idioma inglés—su riqueza, su alma, su fuente generosa—siempre late y habita en mí en un universo paralelo.

  Según ha hecho notar la crítica especializada, a raíz de la publicación de tu último poemario Preso el antílope (Verbum, 2022), en tu poesía se entrecruzan la poética neo barroca -sobre todo en tus primeros poemarios-, y una zona de la llamada poesía conversacional. Háblanos de tu acercamiento a estas dos vertientes poéticas, aparentemente contrapuestas, y sobre los aspectos de ambas que has preferido incorporar a tu obra.

No soy crítica literaria y me cuesta trabajo discernir objetivamente sobre mi obra dentro de ese contexto. No obstante, puedo decirte que nunca me he identificado con la poesía conversacional per se (sobre todo si pensamos en las primeras vertientes del estilo coloquial posvanguardista), y menos con la antipoesía. Creo que las reseñas más recientes ubican algunos de mis poemas dentro de la poesía conversacional lírica, y valga esta salvedad, pues siempre he perseguido la imagen, que es la esencia, ya sea dentro de un estilo neobarroco o de cualquier otra tendencia estética. Por lo demás, te confieso que nunca he preferido incorporar conscientemente en mi obra un estilo u otro, sino que me expreso, ontológicamente si se quiere, mediante la palabra. Cuando escribo un poema, su estilo o vertiente responde a un estado existencial a priori, a un modo de decir o crear que sencillamente refleja en ese instante las múltiples fuentes artísticas, ya sea la literatura, la música, el cine o la pintura, que me han alimentado a través de los años y que en diferentes momentos han dado vida a mi verso, que es el arte que me engendra y me manifiesta.

De izquierda a derecha: Lourdes Gil, Iraida Iturralde, Maya Islas, Magali Alabau y Alina Galliano, en el lanzamiento neoyorquino de Indómitas al sol, en 2011.

Eres una de las poetas que conforman la antología Poetas cubanas en Nueva York (Editorial Betania, 1988), la cual fue reeditada, en 2011, bajo el titulo Indómitas al sol. ¿Cuáles son los principales vínculos generacionales que existen entre ustedes, ya sean de índoles literarias o sociopolíticas?

Para aclarar, son dos antologías diferentes: las cinco poetas son las mismas, pero la segunda edición contiene una nueva selección de textos, así como nuevos ensayos críticos. Y el cambio de preposición en el título de 2011—esta vez poetas cubanas de Nueva York, ya no sencillamente en Nueva York—no es para nada desacertado. Revela una intención por parte del editor, Felipe Lázaro, de hacer hincapié en nuestra sensación de pertenencia y nuestro vínculo insondable con esa ciudad mágica. Además, aunque nuestros estilos literarios son disímiles, todas vivimos (y pervivimos) la experiencia diaspórica de aquel primer exilio, ya sea que hayamos llegado de niñas o de adolescentes. Es decir, que a pesar de nuestras diferencias, todas nos inscribimos (de diversas maneras) en lo que Elena Palmero ha llamado una poética de tránsito, es decir, el tránsito pensado como poética de la escritura, algo muy bien captado en su introducción a la antología bilingüe (español/portugués) que publicó en 2019 de las cinco poetas, inspirada por las ediciones pioneras de Lázaro. La de Palmero es una lectura diacrónica y, a mi ver, muy puntual, pues alude a la fluidez y fluctuación transcultural de nuestra poesía, de algún modo siempre aludiendo a nuestra Isla matriarcal, digamos que alcanzando, en cierto sentido, una dimensión metafísica. Por último, quisiera señalar, por encima de todo, que las cinco poetas siempre hemos compartido una auténtica amistad. De ahí nuestro luto tras el fallecimiento de Alina Galliano en 2017 y, hace apenas dos meses, de Lourdes Gil, una pérdida particularmente sensible para mí, pues nos unía una larga y entrañable hermandad.

En el 12vo congreso del CCCNY, 2013.

Además de tu trayectoria como poeta, has desempeñado una labor en el campo de la cultura a cargo del Centro Cultural Cubano de New York. ¿Cuál ha sido tu rol a cargo de esta institución y cómo ha contribuido a apoyar y promover a los escritores y artistas cubanos del exilio?

Me siento orgullosa de la labor de rescate y promoción de nuestra cultura que he desempeñado en esa institución, algo que no hubiera sido posible sin la visión que tuviera Iván Acosta al fundarla en 1972 y que luego resucitara con bríos cuando volvió a incorporarse en 1997, cuando me uní a su directiva. Aunque oficialmente he asumido diferentes roles administrativos a lo largo de los años, mi aporte principal siempre ha sido y sigue siendo la programación cultural, mediante la cual hemos establecido—gracias al talento y la dedicación de un equipo invaluable de colegas—un nicho respetable de la cultura cubana en la gran urbe neoyorquina, y que hoy se distingue por su visibilidad y prestigio. Yo veo en la extraterritorialidad de nuestro Centro un espejo de nuestra condición exílica. Además, tengo siempre muy presente el concepto martiano de que patria es humanidad, y es a partir de esa premisa que intentamos rescatar nuestra historia, en gran parte escamoteada, y que difundimos el legado de nuestras grandes figuras y apoyamos a nuestros escritores y artistas de hoy. Salvaguardar nuestra cultura es un modo de hacer patria, de cumplir con nuestro deber como cubanos, de trascender en nuestra humanidad.

Con el poeta Joaquín Gálvez, quien presentó el poemario Preso el antílope, en Books & Books, Coral Gables, 2023.

  Para terminar, ¿tienes algún proyecto literario para un futuro cercano? 

Bueno, digamos que siempre tengo varios proyectos en el tintero. Pero el de un futuro más cercano es terminar un poemario que lleva años en gestación, un manuscrito sobre mi(la) niñez, esa etapa de todo ser humano que encierra tanto encanto, asombro y misterio, un mundo lejano y próximo a la vez, que es donde yo siento a Dios más de cerca.


Joaquín Gálvez (La Habana, 1965). Poeta, ensayista, periodista y promotor cultural. Reside en Estados Unidos desde 1989. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Ha publicado los poemarios “Alguien canta en la resaca” (Término Editorial, Cincinnati, 2000), “El viaje de los elegidos” (Betania, Madrid, 2005), “Trilogía del paria” (Editorial Silueta, Miami, 2007), “Hábitat” (Neo Club Ediciones, Miami, 2013), “Retrato desde la cuerda floja” (Poemas escogidos 1985-2012, Editorial Verbum, Madrid, 2016) y “Desde mi propia Isla” (Editorial El Ateje, Miami, 2022) . Tiene inédito “Para habitar otra isla” (reseñas, artículos y ensayos). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. De 2015 a 2017, fue editor y miembro del Consejo de Dirección de la revista Signum Nous. Desde 2009, coordina el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras. Es editor de Insularis Magazine, revista digital de Literatura, Arte y Pensamiento.

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