El hombre abandonado en los relatos de José Hugo

ABEL GERMÁN DÍAZ CASTRO

Sobre EL FRÁGIL ESQUELETO DE LA NOCHE, (CUENTOS REUNIDOS) de José Hugo Fernández, Editorial Velámenes, Miami, 2023.

Mientras leía «El frágil esqueleto de la noche (Cuentos reunidos)» de José Hugo Fernández,  Editorial Velámenes, Miami, 2023, pensaba en algo que escribió Hannah Arendt a propósito de Inmanuel Kant. Me refiero a una nota que aparece en una entrada de su «Diario filosófico» entre enero de 1956 y junio de 1958. Y dice: «Para Kant el hombre a priori es el ‘hombre abandonado’»[1] entiendo que en el sentido de «desvalido» o «desamparado». —Si es así o no, es lo de menos. Lo importante es esa imagen («el hombre abandonado») que se iba definiendo en mi mente en la medida que leía. Y es curioso, y hasta paradójico, porque estas historias transcurren en una época y en  escenarios que teóricamente al menos deberían sugerir otra cosa, si no la contraria: la Cuba de las últimas seis décadas y el exilio que arrastra consigo. Deberían sugerir, digo, el amparo y la protección del ser humano más necesitado. Si bien (y es ahí donde se localiza la contradicción) en la práctica ese «ser humano» no fue nunca el individuo (de hecho el individualismo pasó a ser punible), sino el abstracto del colectivo; y no el del colectivo total, sino de aquella porción que en un acto de fe se sumase o, por lo menos, no estorbase.

Pero hablemos sin más de la imponente selección de relatos que, en definitiva, ilustra mejor y con más eficacia que cualquier constructo elaborado ex profeso el espíritu de la historia en cuestión. Porque estos cuentos tienen los atributos necesarios para encerrarnos en su círculo mágico, y hacerlo sin que se rompa el necesario vínculo con la realidad. El autor nos sitúa frente al hecho y, al mismo tiempo, coloca sobre él (entre el texto y el lector) el paño del mago que, al quedar totalmente retirado en la última línea, nos devela una situación real, inédita e insólita que, sin embargo, no es menos real, inédita e insólita que el conejo que aparece debajo o sale de la chistera.

Es un procedimiento que se aprecia desde las líneas que abren «La hora de El Bomba», el primero de los cuarenta relatos: «Pasearse por El Prado habanero a las tres de la madrugada, bajo el lloriqueo invernal y contra un viento cargado de salitre que te acribilla los ojos y te raja la piel, es algo que nadie hace, a no ser que venga asistido por muy contundentes razones». Con una premisa semejante es imposible no sentirse compelidos (pero queriendo) a seguir al personaje por esa Habana envuelta en la neblina de la lluvia, con la tensión que produce un extraño paseo como ése. Aún más cuando nos conduce por ahí una prosa en la que sobresale el exquisito gusto al escoger las imágenes, las ideas y las palabras: «New York le pareció una ciudad regia. El más deslumbrante desperdicio de la civilización occidental». Etcétera.

En «Nana para dormir a los bobos», el segundo cuento, topamos ya con otro factor valioso del conjunto: el humor. Un humor a veces (no se me ocurre otra palabra, lo siento) amargo y otras sencillamente jocoso. Un efecto que logra, entre otras maneras, a través de la modificación del tiempo y, más específicamente, de la  realidad, de modo que concluyan en un volantazo contra sí mismo. «Noches atrás soñé que me había hecho rico convirtiendo funerarias en casas de putas». Cada nueva idea para obtener esa riqueza es más disparatada. Lo que nos lleva a otro rasgo esencial sin el que es imposible exista ninguna obra de interés: la imaginación que nos envuelve con su cuidadosa exhuberancia. «De modo que ahora estoy aquí, entonando nanas para dormir a los bobos. Igual que el chorlito inflama el buche. Y canta. En la boca del cocodrilo. Antes de ser devorado». Así, con pinceladas como ésta, caemos en la cuenta de que el sujeto del relato es otro pobre tipo que desde su abandono (desvalimiento, desamparo)  sueña con una realidad distinta.

Sé que al pensar en este aspecto se suele esperar del autor un nexo con el humor específico, si se quiere identitario, del terruño. Y si es así, diré que José Hugo cumple con ese «compromiso», pero (y el pero aquí es imprescindible) con un añadido muy suyo: su «cuerda» es otra. El lector no encontrará el humor fácil que se logra por lo verde, grotesco, burlón, sucio o sencillamente soez. Y que no se tome esto como un posicionamiento personal, sino como una simple descripción; en definitiva el humor, si atendemos a Freud, desprecia el contenido o la realidad del problema, y es ese desprecio lo que, al final, resulta hilarante. Dicho lo cual invito al lector a que juzgue según su experiencia. Para mí, por ejemplo, «Perro» es un relato humorístco con ese componente de amargura que lo distingue. Ahí se habla de un sujeto poeta que emigra a EEUU y descubre la «libertad» de alimentarse buscando en la basura. Otro «hombre de Kant». ¿Es eso humor a la cubana? O el décimo octavo relato, «Cambolo», que «Era tan negro que no daba sombra», ¿lo es? Porque José Hugo logra algo más complejo: sin caer en facilismos transmite ese modo peculiar de hablar (y, en gran medida, escribir) de los cubanos; lo que distingue el español-cubano, quiero decir, del español que se habla en los veinte países restantes.

Y con similar sutileza se aproxima (solo se aproxima, es lo que lo hace sutil) a otro tópico de la literatura cubana de las últimas décadas: la política. En el caso de la literatura del exilio la tendencia, por supuesto, es a comprometerse con la crítica activa al régimen, cosa por cierto que en su caso también se cumple. Sin embargo en esto, como en lo demás, se repite la particularidad antedicha. Rasgo éste que relaciono en general con la gran literatura y, si pensamos en el periodismo o la literatura de pensamiento y/o propaganda, con la efectividad. En pocas palabras: José Hugo, insisto, es un maestro de la sutileza. Lo que significa, ni más ni menos, que no es innecesariamente corrosivo, que en ningún caso es histérico, que jamás sobreactúa y que evita en lo posible las estridencias. Se limita, en fin, a hacer lo que corresponde a un auténtico narrador: narrar. Como en «Señorita Brígida»: «Se cuenta que hubo un tiempo en que solía campear por su respeto entre las damas más distinguidas de La Habana. Y entre las más bonitas. Pero cayó presa. La acusaron, creo, de traición a la patria. Por no denunciar a su padre, que era un político o un esbirro al servicio de la dictadura anterior. Los guardias rebeldes lo buscaban. Y la hija lo mantuvo oculto. Por lo cual le cayó encima una condena de veinte años de cárcel. Interrogatorios. Torturas. Violaciones. Es lo que se comenta». Obsérvense atentamente el «creo»[2] de la segunda línea y, más abajo, esa breve oración que desliza al final: «Es lo que se comenta». O sea, ni siquiera se apropia del dato, al contrario, lo cuestiona. Se distancia de él. Extrañamiento éste que me recuerda ciertos trucos (o recursos) borgeanos que  revelan el gran talento y, en igual medida, la gran honestidad del autor.

En resumen: estos relatos denotan imaginación, talento y profesionalidad: algo sin duda excepcional. Se trata, por tanto, de una lectura fascinante que, además de entretener, enriquece. Para que se tenga una idea más exacta, diré que en mi caso se alternó con la de “Perderse” (“Se perdre”) de Annie Ernaux, de modo que, con intención o sin ella, se estableció en mi mente un cierto  paralelismo entre ambas obras. ¿Ganador? Si los premios realmente significaran algo tendría que que haber sido, por lógica, el libro de Annie Ernaux. Pero —lo digo completamente en serio—, no es el caso. O los premios mienten casi todo el tiempo o hay muchos autores, o al menos libros, que los merecen más que los agraciados. Porque el libro de José Hugo fue el que me sacó a flote del muchas veces aburrido diario personal con el que armó el suyo la flamante Nobel. Y no digo más.

O sí, una última: que un libro llegue a ser un bestseller o no, es un asunto que me interesa tan poco como que sea o no escrito por un Nobel o por un autor escasamente o nada reconocido. Pienso que los libros que aclaman las  multitudes (algo que editoriales y autores comprensiblemente añoran), esos libros deberían ser puestos en cuarentena; salvo felices excepciones están contagiados por un virus que, tarde o temprano, los mata. Así que una obra, excepto que forme parte de esas felices excepciones, solo debe aspirar a un número de lectores suficientes (esto es, dos o mil) que generación tras generación la haga permenecer. No se me ocurre palabra mejor: PERMANECER. Es la suerte que le auguro a «El frágil esqueleto de la noche». Por más que el personaje de «Muerto vivo en Silkeborg», último relato de la colección, desde su dos veces milenario abandono kantiano, haya dicho: «Rey, sacerdote o malhechor, lo mío es haber vivido, y mantenerme aquí para dar cuenta de que la memoria humana, como el cuerpo, se corrompe cuando estamos vivos demasiado tiempo, tanto o más que cuando estamos muertos».

ABEL GERMAN

España, octubre  de 2023

[1]     DIARIO FILOSÓFICO (1950-1973), Hannah Arendt, Herder Editorial, S. L. Barcelona, 2002.

[2]     CREO: Según la RAE: Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado .

Adquiera el libro: https://www.amazon.com/EL-FR%C3%81GIL-ESQUELETO-NOCHE-Spanish/dp/B0CGG8RY79


Abel Germán (1951) Ha publicado poemas, artículos de opinión y reseñas de libros. Los artículos y las reseñas han aparecido en diferentes medios, sobre todo digitales y en Newsweek en español. Los poemarios: "El día siguiente de mi infancia", “El silencio que dicen", “Soñar como es debido con una flor azul” y “Si acaso 3 cuervos”, y las plaquettes Cubo de Rucbick" y "Curiosidades", en ese orden —excepto “El silencio que dicen”, Editorial Primigenios, Miami, 2020, y “Soñar como es debido con una flor azul” y “Si acaso 3 cuervos”, Editorial Dos Islas, Miami, 2020 y 2021 respectivamente—, fueron publicados en Cuba durante los años ochenta y principios de los noventa. También aparecen poemas suyos en dos antologías de poesía cubana: "Cuba: en su lugar la poesía" y "Usted es la culpable", la primera editada en México y la segunda en Cuba. Vive en España.

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