Entrevista a Luis de la Paz

JOAQUÍN GÁLVEZ

El escritor cubano Luis de la Paz ha sido un destacado cronista de la experiencia exiliar cubana, puesta de relieve en su obra literaria y periodística. Salió de Cuba en 1980 durante el éxodo del Mariel y, desde entonces, reside en la ciudad de Miami. A principios de la década de los 80 formó parte del consejo editorial de la revista Mariel y dirigió durante siete años (2001-2008) la revista literaria El Ateje, una publicación que logró reunir a escritores cubanos exiliados de diferentes generaciones. Ha recibido el Premio Museo Cubano de Ensayo, el Premio Lydia Cabrera de Periodismo y accésit al Premio de Poesía luys Santamarina-Ciudad de Cieza, Murcia, España. Desde 2013 coordina Viernes de Tertulia, uno de los espacios culturales más conocidos en la ciudad de Miami. A raíz de su reciente nombramiento como Presidente del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio y de la publicación de su novela Al pie de las montañas (Editorial El Ateje, 2021, la cual dirige), le concedió esta entrevista a Insularis Magazine.

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Acabas de publicar Al pie de las montañas, una novela sobre tu experiencia durante el éxodo del Mariel.  ¿Cómo surge la idea de escribir una novela sobre una temática que ha sido plasmada por otros escritores en forma de testimonio? ¿En qué aspecto se desmarca  de otros libros que se han escritos sobre este suceso histórico?

Ha pasado tanto tiempo del éxodo del Mariel, que parece que todo se ha dicho, pero en literatura hay espacio para más, siempre es posible encontrar un ángulo inexplorado, o poco abordado. El Mariel no terminaba al llegar los atestados barcos a Cayo Hueso. Al pisar Estados Unidos comenzaba otra vida, otra secuencia de experiencias tan determinantes, como fue la decisión de pedir refugio en la Embajada del Perú en La Habana, presentarse en una estación de policía y declararse “escoria” y soportar las torturas asociadas a los actos de repudio impulsados por el régimen castrista contra quienes querían marcharse de Cuba.

Al arribar a Cayo Hueso se abría un nuevo comienzo repleto de variantes. Muchos refugiados fuimos enviados a campamentos para refugiados en distintas partes de EE.UU. Arkansas (Fort Chaffe), Pensilvania (Fort Indiantown) y Wisconsin (Fort McCoy). Hubo otros de más corta duración, como la base aérea Eglin, en Pensacola, Florida, donde por cierto, allí estuvo el poeta Eddy Campa.

Yo estuve en Indiantown y desde el mismo día en que llegué pensé que esa nueva experiencia de vida llena de matices sorprendentes era material literario, de manera que desde el mismo 1980 me propuse escribir este libro que demoró 40 años en alcanzar su versión final y publicarlo. Si algo desmarca este libro de los demás sobre el éxodo, es que el tema de los campamentos para refugiados ha estado virgen. Hasta donde sé Al pie de las montañas es el primer libro que se centra en un campamento para refugiados cubanos del Mariel.

En tu obra narrativa, al igual que en la de otros escritores de la Generación del Mariel, uno de los temas centrales es la de esa Cuba proscrita por el régimen, prácticamente ausente en la literatura oficial cubana. ¿Consideras que dar a conocer esa Cuba oculta, en la experiencia vivida por escritores como Reinaldo Arenas, Carlos Victoria, Juan Abreu y tú, entre otros, es el principal aporte de los escritores del Mariel a la literatura cubana?

La falta de libertad en Cuba y la represión a los intelectuales ha sido una constante en la vida cultural cubana, pero hubo períodos más sombríos, como los años 60 y 70, donde la política de “dentro de la revolución todo” alcanzó cotas extremas, algunas muy conocidas, como el caso Padilla o el encarcelamiento y condena a René Ariza. Esa represión hace que esa parte de la vida cercenada por el régimen esté presente en la literatura de sus víctimas. Es una presencia que late en la obra de muchos de los escritores que llegamos a Estados Unidos durante el éxodo del Mariel, pero está también presente en otros que no son propiamente del Mariel, como Esteban Luis Cárdenas, Néstor Díaz de Villegas, José Abreu Felippe y el propio Ariza, por mencionar unos pocos. Un trabajo investigativo que he realizado muestra que en estos 40 años el aporte de los escritores del Mariel (y solo me refiero a los que salieron en barcos en 1980), alrededor de 30 autores, han aportado al canon de la literatura cubana más de 230 títulos. Eso es, definitivamente, una huella.

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Otra característica en la obra de los escritores del Mariel es la experiencia exiliar, en algunos casos traumática, tal como lo refleja Guillermo Rosales en Boarding Home. ¿Qué saldo ha tenido para ti el exilio, tanto en el aspecto humano como en el literario?

El exilio suele ser una experiencia traumática, será siempre desoladora y marcará un desarraigo. Algunos escritores lo asimilan bien, otros son más susceptibles a esa realidad y desde luego, no lo soportan. Pienso en el caso de Rosales que mencionas y en el de Juan Francisco Pulido, ambos suicidas. Desafortunadamente Pulido era tan joven al morir que su legado resulta intenso, pero breve.

Para mí el exilio ha sido la mejor experiencia de vida que he tenido. Mientras la nación cubana se hunde más en el abismo, yo llevo cuatro décadas de esplendor, y lo digo con un gran alivio y algo de tristeza. Cuba es para mí una presencia, un referente y una fuente de estupor permanente, pero yo no tengo nada que ver con ese país, a no ser literariamente. Veo las imágenes de la Isla, incluso de mi barrio, y me cuesta trabajo identificar un sitio. Cuba es para mí hoy en día, literatura seminostálgica. El daño que el castrismo (y sus cómplices y cantores oportunistas) les han hecho a los cubanos es funesto. Cuba dejó de existir como nación hace mucho tiempo. Lo que queda es un lugar geográfico lleno de desechos y escombros, habitado por seres hambrientos y pedigüeños. ¡Qué triste!

Fuiste uno de los editores de la revista Mariel. En tu opinión, ¿cuáles son las razones por las que se ha dicho que esta revista, al igual que la Generación del Mariel,  marcó un antes y un después en el marco cultural del exilio cubano?

La revista Mariel y quienes estuvimos alrededor de la publicación, han sido y siguen siendo un referente en la literatura cubana del exilio, por su propósito de tender puentes hacia aquellos otros también condenados al silencio. Los editores de la revista Mariel no tuvimos una visión particularmente lúcida, sólo que nos ayudó mucho la circunstancia de haber sido la primera emigración masiva tras casi una década sin apenas contacto entre los que se encontraban en la Isla y quienes habían partido al exilio. También el hecho de haber sido el Mariel un acontecimiento que trascendió su condición de evento político y social y adquirir categoría de suceso cultural (algo sin precedentes), pues muchos artistas de distintas ramas de la creación confluyeron durante el éxodo. Además, contar con la brillantez de un Reinaldo Arenas, capaz de deslumbrar con su decir. Todo ello impulsó el fenómeno cultural del Mariel. El broche de oro, cuando la revista se abre también a los escritores y pintores que nos habían precedido en el exilio, y acoge en sus páginas a figuras condenas al ostracismo en Cuba, esa pluralidad la hizo grande. La revista Mariel fue parte de un momento donde todo convergió, armoniosamente.

De 2001 a 2008 dirigiste la revista literaria El Ateje, una publicación que agrupó a escritores cubanos exiliados de diferentes generaciones. ¿Cuál fue tu criterio editorial como director de esta revista y qué importancia le concedes al conmemorarse 20 años de haberla fundado?

Recientemente divulgué en Facebook el índice de los 21 números de la revista electrónica El Ateje. Se van construyendo cosas poco a poco, pero solo el tiempo te permite ver con claridad el alcance de lo realizado. La idea y el propósito esencial de la publicación fue divulgar la literatura cubana, aunque estuvo abierta a colaboradores de otras nacionalidades, como ha de ser. Los artistas cubanos exiliados siempre hemos estado un paso atrás por culpa de la aplastante maquinaria del castrismo y su aparato cultural. El régimen nos ningunea y nos silencia, y también nos dan la espalda quienes tienen en la actualidad publicaciones que se podrían tildar de periódicos digitales diarios, pero que se enfocan en lo que ocurre en la Isla, mientras desdeñan el trabajo de los exiliados. Esa consagración casi mística hacia lo de “allá” es la variante cultural del Síndrome de Estocolmo y el “castro que todos llevamos dentro” al que aludía René Ariza. Como los escritores exiliados hemos vivido la doble censura, el doble desprecio, el incesante ninguneo de las dos orillas, es por ello que siempre que he podido, me he involucrado en proyectos para para resaltar la labor de los creadores cubanos del exilio.

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Desde hace unos años, coordinas Viernes de Tertulia, uno de los espacios culturales más conocidos en Miami. ¿Cuál fue la razón –o las razones–  por la que emprendiste esta labor promocional y cómo crees que contribuye a que se conozca más la obra de artistas y escritores de Miami y el exilio en general?

La respuesta anterior encierra un poco la idea. El proyecto de Viernes de Tertulia lo tomé después del cierre de la Revista El Ateje y de dormirse el ritmo de otro propósito, el Instituto Cultural René Ariza, donde junto a un equipo de trabajo, realizábamos lecturas dramatizadas de obras de autores cubanos y entregábamos un reconocimiento anual a figuras emblemáticas del teatro cubano del exilio. Esas lecturas tuvieron como resultado que muchas de las piezas fueran tomadas posteriormente por directores y llevadas a escena. Un componente que surgió circunstancialmente en los Viernes de Tertulia ha sido la posibilidad de grabar en video las entrevistas y presentaciones de los invitados. Hay figuras importantes de nuestra cultura, como Lino Novas Calvo, Enrique Labrador Ruíz, Carlos Montenegro y Lydia Cabrera, de las que hay muy poco material fílmico. La tecnología me ha permitido crear una biblioteca visual, de muchas personalidades hablando de sí mismas, de sus obras y leyendo sus textos.

En los últimos años se han creado varias revistas y portales de arte y literatura en el exilio (o lo que otros llaman diáspora); sin embargo, algunas de las más conocidas tienen como epicentro referencial a la cultura oficial cubana o a creadores jóvenes disidentes que viven en la isla. ¿Crees que estas publicaciones no publicitan –o apenas publican– a escritores y artistas de valía que llevan años en el exilio porque los consideran de menor calidad o la razón principal por la que obran de esta forma se debe a que responden a una línea política que margina a parte del exilio?

La razón no la sé, pero es una realidad, que se extiende, por ejemplo a medios de comunicación como los periódicos locales de Miami y aún más allá, a festivales de cine y de teatro donde no admiten o lo hacen solo ocasionalmente y a regañadientes, las obras de los autores locales. Hay un tercermundismo literario que no tiene que ver con los creadores, sino con la negativa de las figuras que dirigen esos medios a resaltar lo local. Te puedo decir sin temor a equivocarme, que una parte notable de la literatura cubana desde el siglo XIX al presente se ha escrito en el exilio o por autores que pasaron parte de sus vidas fuera de la Isla. Nosotros, los exiliados de la segunda mitad del siglo XX y este casi primer cuarto del XXI, reafirmamos ese escenario con nuestro trabajo. Gústele a quien le guste, desde el siglo XIX existe una sólida extraterritorialidad de la literatura cubana y las seis décadas de tiranía y censura en Cuba han contribuido a incrementar esa realidad.

Recientemente, fuiste nombrado presidente del PEN Club de Escritores Cubanos del Exilio. ¿Qué importancia tiene para ti esta nominación?  Se ha inferido que el PEN Club es más bien una organización política y no literaria, incluso no ha faltado quien lo haya comparado con la UNEAC, considerando a esta última  de más nivel literario. ¿Qué nos puede decir al respecto?

Soy parte del PEN Club desde la fundación del capítulo para escritores cubanos exiliados. No suelo pertenecer a organizaciones, pero me parece que el PEN con su presencia internacional, es bueno para todo lo que he expuesto en mis respuestas que se resume en resaltar la labor de los escritores en el exilio. Como hay elecciones cada tres años, fui candidato y electo presidente. Llevo poco más de un año en el cargo y gracias a la labor de la junta directiva y otros directivos, como Ángel Cuadra y Armando Álvarez Bravo (ambos fallecidos) y José A. Albertini, el presidente anterior, hemos logrado un reconocimiento en el marco internacional del PEN. Denunciamos constantemente ante el PEN Internacional los arrestos y represión contra los artistas en Cuba. El PEN Internacional se pronuncia y alcanzamos la solidaridad de muchos centros de Latinoamérica. Por otra parte creo firmemente en la función cultural del PEN, por ello este mismo año 2021, en el que se celebra el centenario de la fundación del PEN, hemos publicado 2 libros, Voces femeninas del PEN y Poetas y narradores. Se ha creado el sello Ediciones PEN y esperamos antes de finalizar el año, publicar otro libro con textos de nuestras figuras enfocadas en el ensayo.

Hay quienes han tildado al PEN cubano en el exilio como una organización política, pero eso es parte del complicado y efectivo proceso (del régimen y de sus tontos útiles) de desmoralizar todo lo que resulta exitoso en el exilio. No puede haber jamás comparación entre el PEN y la UNEAC, eso es otra falacia. El PEN es una organización internacional con presencia en más de 140 países del mundo. Nuestro centro subsiste económicamente con la membresía de sus afiliados y su misión es la cultura y la defensa de la libertad de creación. La UNEAC es una institución fomentada, aupada y financiada por el gobierno cubano y en sus estatutos fundacionales está la defensa de la revolución cubana, por lo que es una organización al servicio del estado cubano. Es insultante cualquier comparación.

Por último, ¿qué planes o proyectos literarios tienes para un futuro cercano?

Acabo de publicar Al pie de las montañas y tengo lista otra novela, Casa de putas, un título que probablemente me vea forzado a cambiar, aun cuando es el adecuado para el libro. Es la historia de unos hijos que se enfrenta a los fantasmas del pasado durante los funerales del patriarca de la familia. Por otro lado trabajo en el próximo libro del PEN y trato de impulsar la Editorial El Ateje, con la que ya he editado en menos de un año 8 títulos. Es un proyecto cuya única pretensión es poder publicar libros propios, de amigos y rescatar a autores que han quedado en el camino habiendo dejado libros inéditos. Lo demás, seguir. No detenerse como decía Reinaldo.


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Joaquín Gálvez (La Habana, 1965). Poeta, ensayista, periodista y promotor cultural. Reside en Estados Unidos desde 1989. Se licenció en Humanidades en la Universidad Barry y obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información en la Universidad del Sur de la Florida. Ha publicado los poemarios “Alguien canta en la resaca” (Término Editorial, Cincinnati, 2000), “El viaje de los elegidos” (Betania, Madrid, 2005), “Trilogía del paria” (Editorial Silueta, Miami, 2007), “Hábitat” (Neo Club Ediciones, Miami, 2013) y “Retrato desde la cuerda floja” (Poemas escogidos 1985-2012, Editorial Verbum, Madrid, 2016). Tiene inéditos los libros “Desde mi propia isla” (poesía) y “Para habitar otra isla” (reseñas, artículos y ensayos). Textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones de Estados Unidos, Europa y América Latina. Desde 2009, coordina el blog y la tertulia La Otra Esquina de las Palabras. Fue editor y miembro del Consejo de Dirección de Signum Nous, portal de Arte, Literatura y Pensamiento.

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