Cartas marcadas: el poeta y la luz

JANISSET RIVERO

La historia vuelve a repetirse en su insolencia de espiral. Otra vez somos testigos del cautiverio de un poeta, otro poeta cubano, el mismo poeta desde Plácido hasta hoy. Estas “cartas marcadas” son una muestra de la osadía del amor frente al oprobio, de la luz frente a las tinieblas.

Manuel Vázquez Portal con este testimonio espistolar nos invita a entrar al espectáculo más inusitado: el hombre que sueña desde una inmunda celda de castigo; el que ama con una intensidad abrasadora desde su soledad infinita; el que ora con vehemencia desde el fondo de una cueva oscura.

Ya otros poetas han compartido esa experiencia de barrotes y sordidez. El poeta Jorge Vals Arango, quien sufrió 20 años de prisión política en Cuba bajo el régimen castrista, escribió: “Donde estoy no hay luz/ y está enrejado./ Inmediatamente después/ hay un espacio iluminado […] En algún lugar hay sol./ Inevitablemente existe el sol.”

Yo quiero hablarles de esa certeza de luz que llena estas cartas de Vázquez Portal, esa certeza que es intangible, que no se ve, pero que el poeta, el soñador intuye. Es una luz como la esperanza, que al decir del filósofo y dramaturgo Vaclav Havel cuando comparó la esperanza con el optimismo, es una orientación del espíritu.

En una celda oscura sólo se puede soñar desde el espíritu. La realidad material a la que se enfrenta es terrible, pero él escribe estas cartas a su esposa y su hijo, desde el amor, que es la virtud esencial, y por tanto su entorno es irrelevante comparado con la fuerza de su sueño.

La filósofa francesa Simón Weil, afirma que la atención es una forma superior del amor, que uno atiende lo que uno ama, y de allí la importancia de la oración contemplativa, esa forma de atención y espera desde el vacío para que Dios penetre nuestra humana alma. Y Vázquez Portal confiesa en una de sus cartas: “Soy ahora, más que nunca, todo fe.”

Estas cartas son una forma de oración, cuya diana no solamente son la esposa y el hijo del poeta, es también la patria. Esa forma de amor que es la atención, hace que las cosas se conviertan en luz. De manera que el poeta se siente ungido desde su soledad y su inspiración lo guía a imaginar una patria distinta, un futuro mejor. Y dentro de esa visión, el poeta medita sobre la realidad acuciante del país. Y cito:

“[…] un totalitarismo que ha robado, con su pillaje enmascarado de ley, el honor, la libertad, la vida, sin dejar alternativa alguna a las víctimas que hemos sido, que somos […] ¿Por qué tendríamos nosotros miedo de expulsar de la casa común -la nación- a quienes nos usan, degradan, manipulan y traicionan?”.

Y la respuesta que encuentra ante este orden de cosas es irremediablemente luchar.

“La cárcel no me ha doblegado, al contrario, me ha radicalizado aún más y clarificado mis ideas. Aquí la meditación y la reafirmación personal se tornan casi mania. […] Estar vivo, aunque encarcelado, es luchar. […] Pucha, no cejes en el empeño de ser mi voz, de ser mis ojos, mis oídos ante el mundo, porque como dijera el poeta Walt Whitman ‘cada partícula de mi cuerpo es tuya’ y sin tí no me completo, no soy.”

Me atrevo a decir que estas cartas están marcadas por tres espacios fundamentales de búsqueda espiritual. El amor filial y romántico al hijo y a la esposa respectivamente, como ala que lo empuja hacia arriba. El amor a la patria y al logro de la libertad, la transparencia y la piedad que son urgentes de conquistar, como raíz y savia de todo cuanto sueña. Y el amor a Dios, que permea todas las cartas, la búsqueda de lo divino en todas las cosas, de lo invisible omnipresente. Y cito: “Aunque el misterio del alma se conciba de disímiles maneras en lugares distintos del planeta, lo esencial es la necesidad del hombre de indagar sobre el origen del alma”.

Estas tres instancias fundamentales de su búsqueda encuentran su simbiosis en el amor porque Dios, patria y familia son sus tres manifestaciones.

Hay un sentido de universalidad y de sacralidad de la vida en todo cuanto el poeta se plantea en sus meditaciones. Y se pregunta: “¿Y cuál es la mejor manera de glorificar a Dios sino cuidando de sus criaturas preferidas: los hombres?”

De esta forma su celda ya no es ese lugar oscuro, poblado de insectos y alimañas, de hedores, dolores físicos y pesadillas. Su celda se convierte en el ágora desde donde Sócrates indaga junto a sus discípulos sobre la existencia humana; se convierte en el espacio para la conversación prudente y dulce con el hijo rebelde; se convierte en el jardín florido desde donde confiesa su amor a la mujer amada; se convierte en el espacio abierto donde la libertad y la plurivocidad habitan; y es también el lugar desde donde la visión martiana cobra vigencia en su convicción de que patria es humanidad.

“Como ves, Puchita mía, mi celda no es una madriguera turbia de rencores y propósitos de venganza, no es el emporio donde se incuban resquemores, lamentos, pretensions banales, ajustes de cuenta sanguinarios, no es el cubil donde germinan crueldades, egoísmos, represiones; es la sementera donde nacen -me nacen- cada día más ansias de libertad y justicia, más afanes de -en mi modesta capacidad- contribuir a la plenitud del hombre -todos los hombres- y salvaguardar ese jardín que Dios nos regalara para que, leales a su mandato, podamos ser merecedores del vergel eterno.”

A los veinte años de la ola represiva de 2003 cuando 75 activistas y periodistas independientes fueron juzgados severamente y condenados a largas condenas de prisión en Cuba, este libro, “Cartas marcadas” de Manuel Vázquez Portal, es un homenaje a los sueños y luchas de esos hombres y mujeres, presos y familiares, que tanto dieron por la isla esclava.

He aquí el poder del amor en acción, la fuerza de la esperanza, el irrebatible credo de la luz. 


Janisset Rivero. Nacida en Camagüey, Cuba en el año 1969. Salió de Cuba exiliada a Venezuela. Licenciada en Comunicaciones y Publicidad del Instituto Universitario de Nuevas Profesiones en Caracas, y en Español de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) en Miami. En el año 2003 concluyó una maestría en literatura hispanoamericana de FIU.  Miembro fundador del Directorio Democrático Cubano, representó a esta organización internacionalmente en foros como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Ha publicado poemas, ensayos y artículos en periódicos y revistas de Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos.  Es autora de los poemarios publicados “Ausente” (España, Aduana Vieja, 2008) y “Testigos de la noche” (Estados Unidos, Ultramar, 2014). En preparación para ser publicados se encuentran el poemario “Diálogos con la luz” y su primera novela “Cartas a Pedro”. 

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